Por: Adalberto Santana
Se ha reconocido que el exilio en las naciones latinoamericanas y caribeñas no es exclusivo de la memoria de la vida política de la región. Por el contrario, sigue siendo una constante en la realidad política del momento actual y en diversos escenarios nacionales de nuestra América. Los nuevos casos del exilio latinoamericano y caribeño siguen desarrollándose en pleno siglo XXI. Así, podemos afirmar que en tal sentido que: “el exilio del pasado y del presente es parte medular de la vida de diversos actores políticos de la región, pero también de la propia historia política y cultural latinoamericana de nuestros tiempos”. Así lo escribimos en nuestro libro: “Intelectuales y políticos en el exilio iberoamericano”, (México, UNAM, 2022, p. 113).
En ese mismo tenor queremos señalar que el fenómeno del exilio y el otorgamiento del asilo y del refugio han sido una constante en la vida política y en la historia de México desde su vida independiente hasta nuestros días. Esa política sin duda continúa teniendo vigencia en el periodo de la llamada Cuarta Transformación. Periodo que lo ha caracterizado el presidente Andrés Manuel López Obrador como la continuidad de las tres revoluciones que le han precedido en la historia de los Estados Unidos Mexicanos. La primera es la que se desarrolló con el proceso de independencia de la Nueva España para dar pie a la formación del nuevo Estado mexicano; el segundo con la Reforma liberal y el gobierno del presidente Benito Juárez; la tercera es la llamada Revolución Mexicana que se inicia con la insurrección popular de 1910 hasta las grandes transformaciones sociales impulsadas por el presidente Lázaro Cárdenas de Río (1934-1940). Así lo ha apuntado el mismo AMLO en su más reciente libro: “A la mitad del camino”.
De tal manera que el asilo y el refugio en México se ha prolongado y adquiere en el momento actual, únicamente una nueva expresión. Claramente podemos reconocer que en la administración del presidente López Obrador se han otorgado una serie de refugios y asilos. En los casos más connotados se otorgó en beneficio de diversos actores latinoamericanos, especialmente identificados con los procesos emancipadores que han acontecido en la región en el siglo XXI y que sus principales dirigentes han padecido la represión y la persecución política, tal como aconteció en Bolivia y Ecuador.
Pero también en el caso mexicano y en otras naciones, se ha dado otro exilio condicionado por la pérdida y la hegemonía del poder, ya sea por la vía electoral o por una transición de un gobierno a otro. Fenómeno que en el fondo también obedece a determinadas situaciones que figuran más como un autoexilio donde personajes políticos de la derecha que lo ejercen es por su involucramiento en situaciones de corrupción o en vínculos con el crimen organizado. Fenómeno que no exclusivo de la realidad mexicana pero si en economías donde el modelo neoliberal permitió, fomentó y fomenta ese tipo de prácticas de la relación poder-corrupción.
A la par del fenómeno del exilio de personajes y actores insertos en determinadas corrientes ideológicas de izquierda o derecha, también se ha desarrollado otro refugio masivo de miles de migrantes irregulares de diversos países latinoamericanos que por diferentes causas han tenido que emigrar de su país para buscar refugio en México. Tales son los casos de miles de refugiados y migrantes de Haití, Honduras, Venezuela, Colombia, Guatemala, Brasil, El Salvador e incluso de otros países más lejanos procedentes de África, Asia y Europa Oriental. Pero el elemento central de ese flujo migratorio no se refiere únicamente a un condicionamiento económico, sino también a condiciones políticas, sociales y de violencia que impulsan y determinan ese tipo de migración forzada. De ahí que también afirmemos que: “En nuestro tiempos de inicios de la tercera década del siglo XXI, los exilios y las migraciones forzadas sigue siendo temas de profunda actualidad. En la nueva centuria, esos asuntos son de los más relevantes. Casi ninguna región del mundo se encuentra ajena a ellos, por el contrario, son una constante en los diversos escenarios nacionales y regionales. Por ejemplo, para los países europeos, el apoyo a los refugiados procedentes del continente africano, de Siria, Irak y de otros países en conflicto bélico (Ucrania), político o de condiciones de pobreza extrema”. Este criterio también lo apuntamos en nuestra obra: “Intelectuales y políticos en el exilio iberoamericano” (p. 97).
El otorgar protección y asilo ha sido una práctica que tiene continuidad en la filosofía del actual Estado mexicano, impregnado por los principios de solidaridad internacional. Así lo ha reconocido AMLO al señalar que: “En materia de política exterior, otra historia interesante de contar es la relacionada con el rescate y protección del expresidente de Bolivia Evo Morales. En este asunto, desde luego, nos inspiró siempre el ejemplo de solidaridad con los pueblos y las enseñanzas del presidente general Lázaro Cárdenas del Río y de otros gobernantes revolucionarios para proteger la vida de perseguidos del mundo mediante el otorgamiento de asilo”.
- Consulte además: De Chile a Bolivia: un solo golpe de Estado
Sin embargo, también conviene recordar que la política de los golpes de Estados rudos o blandos, también contiene una inercia que le impregna la Casa Blanca. Tal como nos lo ha señala Alfredo Serrano Mancilla, al apuntar que: “El golpe de Estado de Bolivia en noviembre de 2019 es un ejemplo muy transparente de cómo el imperialismo estadounidense, sin pausa y con premura, prepara, organiza y hasta financia la desestabilización de los procesos democráticos en América Latina cuando estos no son afines a sus intereses y apetitos políticos y económicos”. De ahí de nueva cuenta que el exilio en nuestra América sigue presente y lo ejercen forzadamente los líderes y dirigentes de la izquierda latinoamericana para salvar su integridad ante la represión y la persecución política de los gobiernos de derecha. Los cuales hoy como piezas de dominó van cayendo en la región, y los pueblos de la misma comienzan a formar una nueva y segunda ola progresista latinoamericana. Tal como ha acontecido con los nuevos gobiernos progresistas que hoy figuran en México, Argentina, Bolivia, Perú, Chile y Colombia, que sumados a los de Cuba, Nicaragua y Venezuela van cimentando con mayor fuerza la segunda ola progresista latinoamericana y que muy probablemente quedará mucho más consolidada con el triunfo de Luis Inácio Lula da Silva y el PT y los partidos aliados en las elecciones del 30 de octubre de 2022 en Brasil. De lograrse el triunfo popular se borrará paulatinamente el exilio de destacados actores progresistas latinoamericanos probablemente quedando en México los dirigentes correístas que volverán a Ecuador más temprano que tarde.
Sin embargo, el autoexilio de algunos políticos derechistas y conservadores mexicanos, argentinos, ecuatorianos, colombianos, venezolanos y haitianos entre otros pretenden ocultarse en la vida suntuaria de gobiernos afines del primer mundo occidental. Sus resonancias por sus corruptelas han encontrado cobijo con sus pares en aquellas naciones. Ahí en ese autoexilio donde van a guardar y gastar sus fortunas producto de sus corruptelas figuran personajes como los exmandatarios Mauricio Macri de Argentina, Enrique Peña Nieto de México y Lenin Moreno de Ecuador, entre otros. Pero seguramente si la segunda ola progresista se consolida en nuestra irredenta América, la corrupción va a ir menguando y los exilios de las izquierdas también desaparecerán. Quedando únicamente los autoexiliados de la derecha tratando de gastar la riqueza mal habida producto de la impunidad y la protección de actores ideológicamente afines como ha sido el poder logrado en EU por la mafia cubano-americana asentada en Miami pero hoy también cobijada en Francia, Italia y España y los paraísos fiscales.
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