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jueves, 14 de noviembre de 2024

El dragón disparó

China responde con fuerza a la agresión arancelaria norteamericana...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 09/04/2018
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acero-reuters
Trump se dio a la tarea en fecha pasada de presentar planes para elevar sustancialmente los aranceles a las compras en China de acero y otros metales industriales

Dicen los expertos que Beijing rompió todas las expectativas en materia de reciedumbre al proclamar sus primeras contramedidas a la unilateral decisión de Donald Trump de aumentar los gravámenes a numerosas importaciones procedentes del gigante asiático.

No obstante, el presidente norteamericano insiste en que “no existe un conflicto comercial con China”, toda vez que, según  uno de sus habituales twiters, “la guerra económica bilateral se perdió hace muchos años por las personas tontas o incompetentes que representaban a Estados Unidos".

Es su manera particular de tejer la justificación a una cadena de acontecimientos proteccionistas ya enunciados en su campaña electoral, que de alguna forma ofrezcan contenido a su cuestionable y riesgoso lema de “Estados Unidos primero”, junto al desmesurado deseo de intentar torcer el brazo a Beijing, cuya economía ya es reconocida por muchos analistas como la mayor del orbe.

Así, un Trump apocalíptico y estridente, se dio a la tarea en fecha pasada de presentar planes para elevar sustancialmente los aranceles a las compras en China de acero y otros metales industriales, junto a medidas similares con respecto a una larga lista de otros productos del gigante asiático, por un monto, estos últimos recargos, de no menos de 60 mil millones de dólares.

Decisión, vale decir, que pone en entredicho el famoso slogan de “libertad de comercio” que históricamente ha enarbolado la primera potencia capitalista, siempre, desde luego, que de atiborrar a otros con sus excedentes se tratase.

Por otro lado, y por si las cosas no salen bien en medio de estos primeros disparos, algunos de los asesores del jefe de la Casa Blanca se apresuraron en intentar dar cierto tinte de “presión” sobre China a las citadas disposiciones arancelarias, de manera “de empujarla a la mesa de negociaciones”. Afirmación totalmente burda si se recuerda que el presidente chino, Xi Jinping, fue de los primeros estadistas en visitar al recién juramentado Donald Trump en sus propios predios particulares de La Florida, entre otras cosas, para incentivarle a velar en conjunto por el desarrollo de un clima constructivo entre ambas naciones.

Lo realmente sorpresivo, incluso para un taimado como Trump, ha sido que China ni ha entrado en rebato, ni delira en lamentos, y simplemente, con la aplastante mesura de siempre, con una astronómica deuda norteamericana en mano (superior al medio billón de dólares), y con la certeza de un poderío económico  decisivo en el mundo de hoy, no esperó mucho en poner los puntos sobre las íes.

Así, Beijing ha dicho que para conversar (algo que nunca ha desechado, por el contrario) se requiere de que la otra parte esté dispuesta a hacerlo en forma sensata y seria, de manera que para “bailar un tango hacen falta dos”, según explicó con sarcasmo la embajada china en Washington.

En consecuencia, y por como primera contramedida, China decretó alzas de 25 por ciento a los impuestos de entrada en el país de ciento veintiocho artículos norteamericanos como el vino, frutas, nueces, la carne de cerdo y el aluminio reciclado.

Dos días más tarde, y ante nuevas amenazas comerciales estadounidenses, confeccionó otro paquete arancelario  que suma otros ciento seis  rubros exportables norteamericanos, entre ellos la soya, automóviles, aviones y algunos químicos,  al tiempo que elevó “una acción formal de disputa contra la Casa Blanca ante la Organización Mundial del Comercio.”

Por lo demás, los sectores económicos chinos ya trabajan en la reorientación de exportaciones hacia otros mercados externos, incluidas las naciones integradas en la Nueva Ruta de la Seda, y el propio mercado interno nacional.

Una reacción que deja claro que en este dislate provocado por Donald Trump, no será precisamente los Estados Unidos el vencedor absoluto ni mucho menos, entre otras cosas porque su “armadura económica” tiene demasiados ripios, huracos y zurcidos.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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