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lunes, 18 de noviembre de 2024

Drama en mayúscula

La Europa Comunitaria ha terminado por excluir a los refugiados de Medio Oriente y Asia Central, sin asumir sus culpas y la de la política hegemonista de la que es fiel aliada...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 11/03/2016
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En efecto, Turquía, que tan deleznables servicios ha venido prestando al expansionismo imperial, (incluido constituirse en base y espacio de tránsito de los grupos terroristas que agreden a Siria, y traficante del petróleo robado por el Ejército Islámico, EI, a Damasco), asume ahora el papel de muro que debe “proteger” a sus aliados del Viejo Continente frente a la avalancha de refugiados que llega a sus costas.

Ese es el centro de los actuales debates y actuaciones en el seno de la Unión Europea luego que en las últimas semanas Grecia se ha visto desbordada por el arribo de miles de emigrantes procedentes de las zonas de conflicto creadas por Washington y sus restantes  socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, en Asia Central y Oriente Medio.

Porque si, como registran las cifras, hoy  existen casi tres millones de sirios asentados sin alternativa en territorio turco y cuatro millones y medio declarados como refugiados por las agencias especializadas de la ONU, no se trata precisamente porque el Damasco oficial ejerza una violenta política interna, sino porque quienes hoy viran la cara ante semejante drama humanitario, son sus propios y directos causantes.

La guerra despiadada, la destrucción de naciones enteras, el azuzar enconadas divisiones internas antes inexistentes, y el auge de los grupos terroristas como Al Qaeda y el EI como  instrumentos  nada despreciables del hegemonismo, se ubican entre las causales determinantes en el estallido humanitario regional que impulsa a millones de seres humanos a escapar a todo riesgo hacia Europa y otros espacios geográficos.

Solo el pasado año, refieren las agencias de prensa, un millón cien mil personas llegaron al Viejo Continente, cuatro mil perecieron en el Mediterráneo en medio de naufragios y abusos de traficantes, y al menos diez mil niños inmigrantes se encuentran hoy desaparecidos en una geografía ajena, los cuales, según las autoridades policiales de la UE, seguramente han sido víctimas de las mafias locales que los utilizan como esclavos sexuales, la producción de pornografía infantil, o el macabro trasiego de órganos vitales.

Vale señalar que los “urgentes” acuerdos de la Unión Europea que ahora sitúan a Turquía como el “gendarme otanista” frente a las puertas de cruce de los refugiados, responden esencialmente a las gestiones realizadas por la canciller Alemana, Angela Merkel, en una visita a Ankara en febrero pasado.

La titular germana solicitó de Turquía su intervención para taponear los corredores marítimos entre ese país y Grecia, y esbozó una ayuda financiera para que Ankara se hiciese cargo de retener y devolver a los que intentan llegar al Viejo Continente.

Por demás, y aunque no se hizo público, semejante colaboración llevaba implícito el silencio occidental con respecto a la andanada militar turca contra los combatientes antiterroristas kurdos en la fronteriza con Siria y en el propio territorio de esa nación árabe.

Como complemento, naves de guerra de la OTAN también patrullan desde febrero las aguas del Mar Mediterráneo usadas por las oleadas de refugiados, en lo que esa entidad belicista califica oficialmente de “lucha contra los traficantes de personas”, pero que para muchos observadores se trata simplemente de utilizar semejante pretexto para aumentar la presencia naval en un espacio estratégico para Rusia, como parte del cerco hegemónico que se intenta imponer contra Moscú y Beijing, los dos oponentes claves de Washington, al decir de sus personeros más ultraconservadores y belicosos.

De manera que frente a estos nuevos acontecimientos nadie suponga que el bochornoso espectáculo de la emigración masiva hacia Europa pueda ser conjurada con efectividad.

En todo caso son de esperar nuevos cuadros de horror en el aberrado escenario delineado por las desbocadas apetencias expansionistas y absolutistas de nuestros días.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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