La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, una de las personalidades políticas más influyentes del planeta, llega este lunes a La Habana, en visita oficial, para cumplir una agenda en la que de manera previsible sobresale el tema económico, y con una única petición a las autoridades cubanas: conocer al líder revolucionario Fidel Castro, su paradigma político desde los días en que era una joven guerrillera, torturada durante 29 días continuos, y presa tres años por la dictadura militar en su país (1964-1985).
Roussef, continuadora en muchos aspectos de la política de su antecesor Luiz Inacio Lula da Silva, pero a la que ha añadido sus convicciones personales, ha logrado mantener a Brasil como la sexta economía a nivel mundial, a pesar de la crisis sistémica del capitalismo, e incluso ha propuesto colaboración a las naciones desarrolladas para paliar el trance que tiene en jaque a Estados Unidos y la Unión Europea, en especial.
Aunque la primera estancia en Cuba como mandataria será corta, informó su Cancillería y reprodujo el diario Folha de Sao Paulo, será suficiente para analizar con las más altas autoridades cubanas el desempeño de varios proyectos conjuntos, en el interés de sistematizar las relaciones económicas, ahora en su mejor momento.
El programa oficial de la primera mujer presidenta de Brasil —según fuentes oficiales de su país— anuncia encuentros con su homólogo Raúl Castro, y con Fidel, tal como ella solicitó. También prevé la colocación de una ofrenda floral ante el monumento a José Martí, en la Plaza de la Revolución, una visita al puerto de Mariel, la obra paradigmática de las dos naciones, y un recorrido por el Centro Histórico de la capital.
Miembro del grupo armado Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares (VAR-Palmares) en los llamados años del plomo, graduada después en Economía, Dilma nació el 14 de diciembre de 1947 en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais. Su padre fue el emigrante búlgaro de ideología comunista, Pedro Rousseff, y de Dilma Jane Coimbra, maestra de Río de Janeiro.
Mujer de gustos sencillos, de vasta cultura, ministra de Minas y Energías y jefa de gabinete del presidente Lula, Dilma sobresalió en importantes misiones gubernamentales durante los ocho años de mandato del ex obrero metalúrgico de Sao Paulo, quien la escogió como su candidata natural para sustituirlo en el Palacio del Planalto, en Brasilia.
Sin embargo, los planes de Lula parecía que irían cuesta abajo, cuando en abril de 2009 Dilma sufrió un cáncer linfático. La rapidez con que se actuó y el tratamiento recibido en el hospital Sirio Libanés de Sao Paulo hicieron que la enfermedad remitiera, luego de meses de tratamiento. En septiembre de ese año, una Dilma debilitada pero firme, anunció que el cáncer había sido vencido y empezaba una nueva lucha, ahora política, para ganar la presidencia.
Ganadora de los comicios presidenciales, el primero de enero del 2011, la joven militante de izquierda asumió la presidencia, bajo la lupa inquisitoria de la oposición e, incluso, algunos miembros de la coalición gubernamental liderada por el Partido de los Trabajadores pusieron en duda sus facultades para dirigir una nación de más de 200 millones de habitantes y el carro-jefe de la economía regional.
Junto a su reconocida ideología revolucionaria, Dilma es una política pragmática, quizás más que su antecesor en cuanto a las relaciones internacionales, y reconoce la importancia fundamental de la economía en la actualidad, la ampliación de la colaboración y abrir nuevas fuentes de negocios en distintas partes del mundo.
Por eso, su primer viaje como jefa de gobierno fue a China el pasado año, que desbancó a Estados Unidos como su principal socio comercial. Y a pesar de la ojeriza de Washington, decidió primero viajar a Cuba, a la que le une una entrañable admiración desde sus tiempos juveniles, cuando intentó hacer una Revolución izquierdista en Brasil. Luego viajará a Haití, donde hay un batallón de su país en las llamadas Fuerzas de Paz de Naciones Unidas.
Es muy probable que durante su estancia en La Habana, la presidenta reitere, como antes lo hizo Lula da Silva, la demanda de suspensión del bloqueo económico, financiero y comercial que Estados Unidos impuso a la isla desde hace más de 50 años como medida extrema para matar al pueblo cubano de hambre y enfermedades y derrocar al gobierno revolucionario.
CAMINO ABONADO POR CANCILLER BRASILEÑO
Hace apenas dos semanas, el canciller brasileño Antonio Aguiar Patriota viajó a La Habana para preparar con las autoridades locales la visita de Rousseff, la que dará un impulso importante al desarrollo de las relaciones bilaterales. En la actualidad el intercambio comercial se estima en torno a los 642 millones de dólares anuales, el doble de la existente en el 2006, 550 de exportaciones brasileñas y 92 millones de cubanas. Brasil es el segundo socio comercial de Cuba, después de Venezuela.
Las obras de ampliación y modernización del puerto de Mariel, a 50 kilómetros al oeste de La Habana, son financiadas por la nación suramericana, que aprobó créditos por 450 millones de dólares para su realización, aunque se estima que aún falta la liberación de otra alta cifra.
Cuando viajó a Cuba, el titular de Exteriores brasileño visitó las construcciones en curso —que deben ser inauguradas a mediados del 2013— y en un plazo de 10 años deberá tener en funcionamiento una moderna terminal de contenedores, almacenes, una zona industrial y un puerto petrolero, entre otras instalaciones.
La reforma del puerto de Mariel es ejecutada por la empresa brasileña Odebrecht —encargada de la construcción de carreteras, vías férreas, un muelle de 400 metros y almacenes— según se conoció por el canciller.
Fuentes de Itamaraty destacaron que otro punto importante en los planes bilaterales es el proyecto de siembra de soya y maíz en la oriental provincia de Ciego de Ávila.
El asesor presidencial para Asuntos Internacionales, Marco Aurelio García, afirmó que Brasil está ofreciendo a Cuba tecnología para la producción de etanol de caña de azúcar y 200 millones de dólares en créditos para que, señaló, pequeños propietarios agrícolas puedan adquirir tractores, cosechadoras y equipos para la irrigación.
Dilma Rousseff —quien desde 1960, inspirada en la Revolución Cubana y su líder Fidel Castro, escogió como basamento de su vida política la transformación social de Brasil—, cumplirá el sueño de visitar Cuba, “tierra de amores”, como la calificó en una ocasión, y tendrá la oportunidad de abrir una nueva brecha de entendimiento y negocios para colaborar en el camino de las transformaciones emprendidas por la economía de esta nación.
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