sábado, 27 de abril de 2024

Día de la Victoria: Honor más que nunca

De las verdades inobjetables...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 09/05/2022
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bandera sovietica
Una imagen que nunca debe ser removida de la conciencia mundial. (Tomada de Sputniknews.com)

Cuando se cumplen, este 9 de mayo, setenta y siete años de la derrota de la Alemania nazi a cuenta del Ejército Rojo, asistimos, entre la alarma y la impavidez, a la reedición por Washington y el resto de Occidente, en Ucrania, de la misma política oportunista e indecente que las potencias capitalistas de la pre guerra mundial practicaron hacia Adolfo Hitler con la intención de lanzarlo contra la Unión Soviética.

Entonces los líderes de Londres y París cedieron ante el Berlín fascista para que se anexara Austria y desmembrara sin réplicas ni obstáculos a Checoslovaquia, con la idea de promover su ulterior marcha bélica hacia el Este, mientras Washington se limitó a preguntar a Hitler si ya estaba satisfecho en materia de expansión territorial.

La repuesta germana fue, no obstante, ocupar el Occidente europeo y, con esa fuerza adicional, romper hostilidades contra Moscú en 1941, en lo que significó el sangriento y heroico inicio del fin del nazismo.

El mundo pagó cara la impudicia occidental, pero sin dudas, lo acontecido nunca ha sido una lección definitiva en la mente hegemonista y expansionista de la potencia imperial que tomó la batuta en el Oeste luego del descalabro de sus añejos competidores europeos, retenidos hasta hoy bajo el control caprichoso y nocivo de Washington.

Y la historia siguió su curso hasta nuestras horas, en que tras la volátil ilusión de un mundo menos hosco a cuenta del fin de la división global en polos ideológicos contrapuestos, llegamos a la verdad siempre latente e incontrastable de que, más allá de otras motivaciones colaterales, el meollo de lo que hoy acontece se fundamenta por entero en la enfermiza obsesión gringa de regir los destinos de planeta a toda costa y a todo costo…y Rusia y China son los grandes obstáculos a batir a como de lugar.

Y se llega así, con total impudicia, a cercar al “oponente” no solo con una caterva de bases e instalaciones militares y la abierta sumatoria de nuevos compinches, sino a insultar incluso la memoria histórica y el sacrificio de veintinueve millones de soviéticos caídos en la lucha contra el fascismo (seis millones de ellos en la liberación de Ucrania), instituyendo en este último país el torcido pensamiento y las nefastas prácticas nazis, donde la xenofobia brutal es asidero clave, y convirtiéndolo en punta de lanza bélica contra la integridad y la seguridad del vecino gigante euroasiático.

Y en paralelo, con el obsecuente coro de una Europa Occidental sin lustre, seso, ni autonomía (¡qué dirán los viejos y soberbios imperios!) se apremia al mundo a rechazar, odiar, barrer y anular “todo lo ruso”.

Meta por demás muy difícil por disímiles factores. Desde netos e insoslayables intereses comerciales y de suministros básicos de toda índole, pasando por actitudes políticamente decentes y autónomas, hasta la inamovible convicción y el total reconocimiento del decisivo y colosal papel de la URSS en favor de toda la humanidad al poner fin, a cuenta de costosos sacrificios propios, a la “peste parda” que soñaba, como otros ahora, en imponer su férula, sus moldes y sus caprichos  a toda la humanidad.

Y es que la historia no miente, e ir a las raíces debería ser práctica y empeño consecuente de nuestro tiempo, con más razón cuando todavía hay que asistir al vergonzante escenario de ver levantar las banderas más sucias y ultrajantes para intentar sepultar la verdad.

Congratulémonos entonces de que, al menos hasta hoy, todavía no son pocos los que agradecen, reconocen y no están dispuestos a olvidar.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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