En efecto, tras un controvertido proceso de negociaciones que ha tomado al menos dos años de intercambios, consultas y ajustes, Teherán conservará su prerrogativa de hacer uso pacífico de la energía nuclear bajo una acentuada inspección internacional, en tanto los Estados Unidos y sus aliados pondrán fin a las pesadas sanciones económicas y financieras impuestas a la nación persa a cuenta de intentar cercenar su programa atómico.
Para el presidente norteamericano, Barack Obama, se trata de un positivo resultado, toda vez que, a su juicio, “ha sido detenida” por el momento la proliferación nuclear en un área sumamente conflictiva, y en consecuencia, no está dispuesto a aceptar que el Capitolio, de mayoría republicana, decida rechazar semejante entendimiento.
Mientras, Teherán se ha congratulado por el “positivo final” de las prolongadas y escabrosas negociaciones, lo que demuestra, dijo un influyente vocero persa, "que el diálogo constructivo funciona.”
Para algunos entendidos, el nuevo panorama que se proyecta ahora deberá estar caracterizado por un relanzamiento de Irán como un influyente factor con signo propio en el complicado escenario mesoriental.
Por demás, explican analistas, “tanto el secretario de Estado, John Kerry, como su homólogo iraní, Javad Zarif, han expresado la esperanza de que el acuerdo de Viena ayude a ambos países a concentrarse en la amenaza común del Estado Islámico, los yihadistas suníes que en el último año han conquistado amplios territorios en Siria e Irak.”
Pero si en sentido general, y con sus respectivas perspectivas, cada parte parece satisfecha con lo logrado y aquello que debe derivarse de un clima menos tenso, en Tel Aviv los gritos de la ultraderecha resuenan en los cielos.
El primer ministro sionista, Benjamín Netanyahu, volvió a insistir en que el acuerdo de Viena es un “craso error histórico”, y recordó en tono amenazante que Israel “ha estado comprometido en impedir que Irán logre el arma atómica, y ese compromiso se mantiene”.
Al coro se sumaron la viceministra de exteriores, Tzipi Hotovely, quien calificó de “rendición de Occidente” el documento que debe cerrar las tensiones con Teherán, al tiempo que Isaac Herzog, líder del opositor Partido Laborista se lamentó de que “Israel haya llegado a este momento crucial con cero influencia sobre las negociaciones.”
Informes de prensa daban cuenta además de que Los servicios israelíes de inteligencia, tanto civiles como militares, tenían previsto reunirse tras la difusión del contenido del acuerdo con Irán para luego presentar sus conclusiones al Gabinete de Seguridad local.
Mientras, en el caso norteamericano, como ya se mencionó, es de esperar la batalla política entre un ejecutivo involucrado con los resultados del diálogo en Viena, y la reticencia de buena parte de los congresistas republicanos a aprobar dichas propuestas, sobre todo cuando para la ultraderecha estadounidense, bien ligada a los intereses sionistas, la pretendida seguridad de Israel y su preponderancia en Oriente Medio son materias sin discusión ni alternativa posibles.
Vale recordar que Tel Aviv no solo es el primer receptor de ayuda militar estadounidense al exterior, sino que además, según cálculos conservadores de la propia CIA, poseía ya a fines del pasado siglo no menos de 200 bombas atómicas y decenas de miles de proyectiles portadores de material radioactivo.
En consecuencia, si se puede hablar de un logro inicial en Viena, habrá que estar no obstante muy atentos al devenir de este proceso que empieza a dar sus primeros pasos, porque deberá asumir un sendero donde no van a faltar traspiés, actitudes hostiles y severas distorsiones mediáticas, junto al riesgo incluso de posibles represalias militares aupadas por quienes no congenian con la idea de perder los pretextos agresivos que siempre les ha propiciado la pretendida existencia de “estados satánicos”.
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