En medio de la creciente espiral de tensiones bilaterales a partir del incremento de la presencia de la OTAN en Ucrania y su apoyo militar a Kiev frente a una pretendida agresión rusa, tendrá lugar este martes un crucial diálogo virtual ente los presidentes ruso y estadounidense.
Las especulaciones son miles a pocas horas del esperado encuentro, donde las partes harán descargos de sus respectivos puntos de vista y se espera que tal vez se concreten posiciones mutuas que alivien las crudas discrepancias que hoy prevalecen entre la primera potencia capitalista y el gigante euroasiático.
De todas formas las declaraciones oficiales norteamericanas previas denotan una preocupante tendencia al abandono de toda lógica propia de vínculos internacionales cuerdos y equilibrados.
Así, desde voceros de la Casa Blanca, hasta altos cargos de la Administración parecen inclinarse más por intentar imponer criterios al Kremlin que por lograr consensos serios y honestos, actitud muy propia de quien cree en el “peso” de sus posiciones de fuerza.
En consecuencia, el secretario de estado Antony Blinken volvió a cargar con sus amenazas contra Rusia, acusó directamente a Vladímir Putin de “ser responsable” de las actuales tensiones en torno a Ucrania, y subrayó que “habrá consecuencias muy graves” si Moscú “decide seguir un curso de confrontación”
“El propio Joe Biden se opondrá resueltamente a cualquier acción imprudente o agresiva que Moscú pueda llevar a cabo”, enfatizó el jefe de la diplomacia gringa.
Y en ese contexto, no son pocos los analistas que consideran que si esa actitud de incomprensión y prepotencia norteamericanas se manifiesta en la reunión virtual con el jefe del Kremlin, entonces muy poco se podrá esperar en materia de distensión y alejamiento del peligro de guerra.
Y lo afirman a partir de las realidades que los hegemonistas han distorsionado con el uso de su burdo universo medíatico, de manera solapar su siempre presente interés de apretar el cerco sobre las divisorias rusas, proyectar a las autoridades de Kíev como “víctimas” de un poderoso y depredador vecino, y por tanto urgidas del socorro de Washington y sus socios otanistas.
Una actitud de total desprecio por la seguridad de Rusia que sin dudas el Kremlin no puede darse el lujo de desconocer o pasar por alto.
En consecuencia, la carta oficial norteamericana apunta a insistir en involucrar a Ucrania en el amplio programa agresivo contra Moscú con la insistencia en que Kíev contará con todo el respaldo de Occidente si se suma al peligroso juego de alentar una disparatada guerra a las puertas de la casa contigua.
Y si bien algunos despachos noticiosos hablan de la intención oficial de Moscú de evitar todo enfrentamiento armado por los riesgos multiplicados que puede implicar, Joe Biden y quienes le asesoran no deben confundir ni por un instante ese interés por la paz con el menor indicio de claudicación.
Rusia puede hacer todo lo posible y digno por evitar desastres, pero es evidente que no precisamente por falta de capacidad para dar la más contundente de las respuestas a los que intenten desconocer sus prerrogativas y su integridad.
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