Lo evidente es evidente. El “revolucionario” cambio de gobierno en Ucrania por autoridades pro occidentales y anti rusas en todos los sentidos, no fue de hechura netamente nacional.
De manera que si alguien creyó en que la revuelta pletórica de violencia, excesos, actos fascistas y xenofobia, vino a solo cuenta de ardores netamente patrióticos y de amor a la democracia con el sello del oeste, pecaría de neto ignorante o cuando menos de confundido.
Desde entonces, las políticas locales con sabor ajeno atizaron los conflictos de Kiev con las comunidades autónomas del Donbás, de mayoritaria población de origen ruso; calentaron los vínculos con Moscú de acuerdo a la estrategia hegemonista Made in USA, escaldan en torno a la reincorporación de Crimea al gigante euroasiático por voluntad mayoritaria de sus ciudadanos, y sirven de puente a Washington y sus buscones de la OTAN para apretar el cerco al denostado vecino del Este.
La realidad añade que, pese a todos los esfuerzos del Kremlin y otros interesados por un arreglo negociado entre el gobierno de Ucrania y las repúblicas rebeldes, las noticias que llegan indican que Kiev se ha dado a la tarea de realizar ataques militares que ahora incluyen armas mucho más sofisticadas suministradas por Occidente, lo que genera una peligrosa inestabilidad a las mismas puertas de Rusia.
Asimismo, y bajo un fuerte aliento foráneo, Ucrania se involucra cada vez más con los planes agresivos de los Estados Unidos y sus socios otanistas con relación a Moscú, como un pretendido “primer escalón” del hegemonismo gringo camino al Este, sin reparar que de hecho sería además el “primer borrego” de la manada en ser lanzado al sacrificio por cuenta de otros.
En ese sentido, apuntaba días atrás la revista norteamericana The National Interest, que “Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte están armando afanosamente a Ucrania y participando en otras acciones que empujan a los líderes de Kiev a creer que tienen un fuerte respaldo occidental en su confrontación con Rusia y los separatistas de la región de Donbás”.
Añadía a publicación que se trata de “una estrategia occidental totalmente imprudente” que está generando graves peligros, toda vez que Rusia es dueña de un potencial militar capaz de no solo derrotar a Ucrania, sino también a quienes le incitan a ponerse la soga al cuello.
De todas formas, Washington y la OTAN siguen programando ejercicios militares conjuntos con Kiev, le prometen el envío de nuevos y más poderosos armamentos, planifican despliegues permanentes en territorio ucraniano, y, hasta en boca del propio presidente Yoe Biden, se comprometen a defender “la integridad territorial y la soberanía de Ucrania ante la agresión del Kremlin.”
Mientras, del otro lado, Moscú al tiempo que sigue insistiendo en arreglos negociados entre Kiev y el Donbás, rechaza poner en la mesa el tema de Crimea que da por zanjado, y advierte sobre el riesgo que representa la presencia creciente de la OTAN en su frontera con Ucrania, ha colocado ya sobre el terreno la respuesta material a cualquier intentona bélica contra su territorio, y no es de dudar que accionará con todo vigor si resulta necesario hacerlo en su defensa.
Queda por ver entonces hasta donde están dispuestos a llegar o no USA y los irresponsables que le secundan y sirven de municiones desechables a intereses no propios.
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