Días difíciles se han vivido en el mismísimo corazón del sistema político estadounidense. Tras varias jornadas y 15 rondas de votaciones, el representante por el estado de Carolina, Kevin Mc Carthy., finalmente se convirtió en el nuevo presidente de la Cámara de Representantes. En un acto que compitió con los más lamentables shows de intriga y suspense, el republicano acaparó titulares por descubrirse en el centro de un hecho sin precedentes en más de un siglo: la ausencia de un líder en dicha rama legislativa.
Mc Carthy debió haber ocupado el puesto sin grandes complicaciones. Pues los resultados de las elecciones de medio término celebradas el pasado mes de noviembre le otorgó al Grand Old Party una ventaja contundente sobre sus rivales demócratas. Pero una rebelión “inesperada” de miembros de su propio partido le impidió obtener los 218 escaños necesarios para validarse en el cargo.
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Quienes se opusieron, alegaron que el candidato apenas cumplía con los “estándares actuales” de conservadurismo para dirigir a la Cámara Baja y forzaron una negociación para destrabar lo que la prensa nacional consideró un auténtico drama de la democracia de Estados Unidos. Sobre todo, porque desde el principio quedó claro que se dejaba a merced del cabildeo una de las posiciones más importantes de Washington.
Los 20 republicanos que se opusieron fueron: Andy Biggs (Arizona); Lauren Boebert (Colorado); Josh Brecheen (Oklahoma); Michael Cloud (Texas); Eli Crane (Arizona); Andrew Clyde (Georgia); Byron Donalds (Florida); Matt Gaetz (Florida); Bob Good (Virginia); Paul Gosar (Arizona); Andy Harris (Maryland); Anna Paulina Luna (Florida); Mary Miller (Illinois); Ralph Norman (Carolina del Sur); Andy Ogles (Tennessee); Scott Perry (Pensilvania); Matt Rosendale (Montana); Dan Bishop (Carolina del Norte); Chip Roy (Texas) y Keith Self (Texas).
Todos asociados en mayor o menor medida con el sector de la extrema derecha. Incluso, de acuerdo con el New York Times—a excepción de Self—vinculados al Freedom Caucus.
Creado en 2015 por parlamentarios de línea dura y con un funcionamiento en cuanto a membresía e ingreso similar al de las sociedades secretas, el Freedom Caucus se presenta como la voz de una cantidad innumerable de estadounidenses inconformes con el trabajo de los distintos estamentos gubernamentales.
Y en su nombre, recordemos, se realizaron esfuerzos para cerrar el departamento de Seguridad Nacional en un intento de anular las órdenes ejecutivas del entonces mandatario Barack Obama (2009-2017) y se frustró el sueño del también expresidente Donald J. Trump (2017-2021) de derogar o sustituir la Ley de Cuidado de Salud Accesible, mejor conocida como Obamacare.
De cualquier manera, militantes o no de tan controversial organización, los legisladores que en principio se anunciaron en rebeldía tienen en común un comportamiento, cuanto menos, llamativo. De los congresistas antes mencionados, 17 contaron con el apoyo explícito de Trump y de sus plataformas de divulgación durante la campaña electoral de 2022. Unos 12 habían señalado con regularidad el supuesto carácter fraudulento de los comicios presidenciales de 2020 y 14 votaron el 6 de enero de 2021 por desconocer el conteo de los colegios electorales para evitar la certificación de la victoria de Joseph R. Biden.
Además, los une las férreas críticas al gobierno federal, la defensa de políticas relacionadas con la supresión del impuesto sobre la renta y la fortificación de la frontera con México, así como su interés en aumentar la influencia de los participantes en el Senado.
El reconocimiento de Mc Carthy al frente de la Cámara de Representantes no ha de verse, en definitiva, como resultado de su obstinación ante la apatía de los detractores. Detrás de esa maniobra estuvo la influencia de Trump, algo que el hoy jefe parlamentario ha reconocido de forma pública.
La oposición de extrema derecha tampoco salió con las manos vacías. Ahora cualquier miembro de la Cámara puede solicitar una moción para desocupar la silla del Speaker. Algo que, a priori, debe disminuir el poder de MacCarthy. Asimismo, se pactó la votación de proyectos de ley claves, incluida una enmienda de presupuesto equilibrado, límites de mandato en el Congreso y seguridad fronteriza. Un escenario que avizora grandes dificultades para legislar y más de un encontronazo.
El fraccionamiento dentro del Partido Republicano habla por sí solo de cuanto ha calado el extremismo (¿fundamentalismo?) político que se ha encubado al interior de este círculo desde la llegada de Obama al poder. Un factor más a tener en cuenta de cara a las presidenciales de 2024 que pudiera dar— muy a pesar de la lógica y la decencia— un resultado mejor del esperado.
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