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lunes, 18 de noviembre de 2024

Cataluña persiste

La nueva autoridad regional confirma la vocación separatista de los catalanes

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 12/01/2016
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España sigue abocada a una crisis política que no ha mermado un ápice a pesar de que el oficialista Partido Popular, PP, liderado por el jefe del gobierno Mariano Rajoy, se adjudicó una mayoría no decisiva en los recientes comicios parciales.

Ello se manifiesta, entre otras cosas, en el hecho de que hasta ahora ha sido imposible para el ganador lograr pactos que le permitan la conformación efectiva del poder ejecutivo, al tiempo que vuelven a tomar impulso las preferencias regionales que apuntan a un desmembramiento del país.

Así, en Cataluña, donde los separatistas se hicieron del parlamento en las elecciones locales del pasado 27 de septiembre, el ascenso este domingo de Carles Puigdemont como presidente de la Generalidad, estuvo marcado por un fortísimo acento a favor de la independencia con relación al poder central radicado en la Moncloa.

Alcalde desde 2011 en Girona, ciudad ubicada a unos cien kilómetros al norte de Barcelona, y con cincuenta y tres años de edad, Puigdemont fue escogido para el nuevo cargo por setenta votos a favor, sesenta y tres en contra y dos abstenciones, y reemplaza así a su predecesor Arturo Mas, quien decidió dejar la responsabilidad a partir de presiones de sus detractores, según apuntan medios locales de prensa.

Las alarmas, por tanto, sonaron de nuevo en Madrid cuando en su discurso de aceptación el nuevo jefe de la Generalidad de Cataluña dio vivas a la soberanía de la región, y precisó que entre sus prioridades está el “iniciar el proceso para constituir un Estado independiente y garantizar que las decisiones del parlamento local se correspondan con esa nueva realidad”, aún cuando admitió que se trata de “un proceso nada fácil y nada cómodo”.

Vale recordar que la Generalidad de Cataluña suma al Parlamento catalán, al Consejo Ejecutivo y a otras instituciones oficiales, a tono con lo establecido por el Estatuto de Autonomía de esa zona geográfica, una de las más prósperas de España.

De más está decir que de inmediato Mariano Rajoy alzó la voz para, en comparecencia televisada, reiterar que no transigirá con las tendencias separatistas, y que su gobierno (aun en ciernes como ya vimos) “no dejará pasar ni una sola actuación que suponga contravenir la unidad y la soberanía”.

 “No me faltarán fuerza ni determinación para seguir defendiendo la unidad de España”, subrayó el presidente del gobierno nacional.

 Con anterioridad, y luego de las ya citadas elecciones catalanas de septiembre último, varias instancias oficiales así como entidades políticas españolas criticaron con fuerza las intenciones separatistas, que fueron declaradas incluso fuera de lugar por el poder judicial vigente.

No obstante, como dijimos entonces y se corrobora hoy, lo cierto es que el 27 de septiembre último, por intermedio de una asistencia récord a las urnas en los últimos treinta y cinco años y un apoyo mayoritario a los partidos proclives a cortar con Madrid, la sociedad civil de Cataluña dio un nuevo paso político que cualquier autoridad gubernamental medianamente inteligente debería sopesar cuidadosamente y de forma mesurada.

Las bravatas oficiales, por tanto, no parecerían ser el camino más adecuado para intentar zanjar un entuerto que tiene entre sus opciones un duro golpe al dibujo de la España que hemos conocido hasta hoy.

Ello sin soslayar que los inconvenientes para el oficialismo se proyectan ahora mucho más complicados, cuando aún no le ha sido posible siquiera establecer una sólida gobernabilidad a escala del país.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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