El 23 de enero de 2022, un grupo de militares de Burkina Faso derrocó al presidente, Roch Marc Christian Kaboré, con lo cual el país de convirtió en escenario del octavo golpe de Estado en el decenio africano.
Ese asalto al poder hizo más compleja la situación interna agravada por la crisis socioeconómica y la inseguridad generada por las agresiones de grupos terroristas de distorsionada confesión islámica principalmente en la región septentrional, donde en 2021 se perpetró en la provincia de Yagha la mayor masacre sufrida por civiles.
Los militares amotinados retuvieron al presidente Kaboré, por cuya vida se preocupó el secretario de la ONU, Antonio Guterres, así como por el deterioro de la seguridad en el país de la franja semidesértica del Sahel, mientras que los sublevados exigían cambios en las disposiciones oficiales para enfrentar al terrorismo.
La interrogante pendiente es hacia dònde se encamina la junta militar de Burkina Faso (Foto: Reuters).
El motín sucedió a meses de protestas contra el gobierno, a cuyo lìder centenares de manifestantes demandaban la renuncia y al recrudecimiento de los ataques ejecutados por extremistas que comenzaron en 2015 y causaron más de 2 000 muertos y 1,5 millones de desplazados, según Naciones Unidas.
En una carta difundida por la televisión estatal RTB el lunes 24 de enero y dirigida al jefe de la junta golpista, teniente coronel Paul Henri Sandaogo Damiba, el presidente dimitió de su cargo.
Tras el jolgorio inicial por el derrocamiento militar del presidente Kaboré, a la poblaciòn de Burkina Faso sòlo le resta esperar los cambios demandados (Foto:BBC).
La misiva sucedió a la decisión castrense de en medio de la repulsa internacional suspender la Constitución, la Asamblea Nacional (Parlamento) y el Gobierno, aunque sin perder totalmente los contactos con componentes de la administración anterior e incluso se rumora que hubo intercambios bilaterales.
Así el Estado saheliano entró en un laberinto de difícil salida, toda vez que desde ahora se halla bajo la crítica de las organizaciones de la comunidad internacional, entre ellas la Unión Africana, por la instauración de una autoridad de facto, a la cual le indica ilegitimidad por romper con los principios de gobernanza civil.Sin embargo, el golpe de Estado en Burkina Faso movilizó a los críticos de la administración derrocada, quienes expresaron en demostraciones callejeras su respaldo a los militares –o al menos su apoyo aparente- en una evidente espera de que se solucionen algunos de los problemas planteados y postergados desde 2015.
En aquel entonces, tras un golpe de Estado ejecutado el general el general Gilbert Dienderé, Roch Kaborè asumió la presidencia del país a un año de la caída de Blaise Compaorè, ahora exiliado en Costa de Marfil y acusado en por el magnicidio de líder revolucionario Thomas Sankara en 1987.La posición que asuma el golpista Movimiento Patriótico de Salvaguarda y Restauración (MPSR) de avanzar, desviar o evitar hacer justicia en ese caso será un signo de lo que puede esperar Burkina Faso con el cambio en la estructura del poder.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.