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lunes, 18 de noviembre de 2024

Bolivia: El MAS perdió una batalla, no la guerra

Aunque la población boliviana se pronunció – por un porcentaje mínimo- por la No repostulación del presidente Evo Morales en el 2019, la lucha contra el imperialismo y por la soberanía nacional continuará en la otrora empobrecida nación andina...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 24/02/2016
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Los elementos conservadores de Bolivia y sus acólitos de la región  se anotaron una victoria pírrica en el referendo constitutivo del pasado domingo al lograr el 51,31 por ciento de respaldo al NO, frente a un 48,65 por ciento del SI, cerrando el paso a una nueva postulación del presidente Evo Morales y su vice Álvaro García Linera en 2019.

Triunfo pequeño, pero que debe echar a andar la maquinaria política capaz de escoger, en tres años, a los sustitutos del binomio en la dirección política de ese país y mantenerse trabajando hasta esa fecha, como hizo hasta ahora, para evitar que la envalentonada derecha trate de impedir que Morales concluya su actual mandato mediante golpe de Estado.

Las cifras divulgadas por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) tras el escrutinio del 99,49 por ciento de los sufragios, fueron aceptadas por el oficialismo, aunque ese  48,65 obtenido, afirmó el Mandatario, representa el voto campesino e indígena, los sectores más revolucionarios de la nación.

La consecuencia dejada por la consulta popular significa que el presidente Morales y su vice-García Linera quedan descartados como candidatos para las presidenciales del  2019 cuando concluyen su actual mandato, ya que no prosperó la idea impulsada por los movimientos populares , -aprobada por la Asamblea Plurinacional- de reformar de manera parcial el artículo 146 de la Carta Magna para permitir una nueva postulación del binomio del Palacio Quemado después de 2019.

En varios escenarios, Morales y García Lineras, -que habían ganado en otras cuatro oportunidades anteriores los comicios presidenciales con amplio margen- proclamaron que no deseaban perpetuarse en el gobierno, sino concluir la Agenda para la Victoria, que es un programa oficial de desarrollo a cumplirse en el 2025.

De manera alguna los resultados entrañan el abandono de la actual gestión, que seguirá tres años y medio más, con tiempo suficiente para continuar la formación de los jóvenes cuadros del partido oficialista Movimiento al Socialismo (MAS). Ellos serán los sustitutos naturales de la hasta ahora imbatible dupla que mantendrá la política económica y social la cual permitió a los bolivianos dejar atrás el segundo lugar de país más pobre de América Latina y El Caribe.

Con su apoyo al NO, los bolivianos decidieron que el periodo de mandato del presidente y el vicepresidente del Estado continuará siendo de cinco años, y solo podrán ser reelectos una sola vez de manera continua.

Luego de conocerse el triunfo del NO, el presidente Morales, que en las últimas semanas sufrió ataques continuos de la derecha boliviana mediante la prensa oligárquica, afirmó que la lucha por la soberanía nacional continúa a pesar del revés, y elogió los votos recibidos porque, aseguró, proceden de las fuerzas revolucionarias más fuertes del país.

Sin embargo, analistas consideran que este político surgido de las bases obreras, en el centro de una guerra sucia derechista, debe mantenerse en alerta absoluta, pues no se descarta que los envalentonados dirigentes conservadores, guiados por Estados Unidos de manera comprobada en ese país, orquesten otro golpe de Estado en su contra.

No es secreto que la táctica de Estados Unidos es revertir la geopolítica actual de América Latina y para ello debe derrocar los gobiernos progresistas con diferentes estrategias, a pesar de que en los últimos 17 años esa región logró articular importantes mecanismos que, y los números dan fe de ello,  permitieron  transformaciones en lo económico y social, absolutamente incompatibles con el sistema capitalista y su expresión neoliberal.

En Bolivia, por ejemplo, en la última década dos millones de personas dejaron de ser pobres, todos los iletrados aprendieron a leer y escribir, la educación y la salud pública son gratuitas, los pueblos originarios e indígenas recobraron su dignidad, luego de siglos de discriminación racial, y la economía creció de manera sostenida hasta un cinco por ciento el pasado año.

En cambio, la Casa Blanca y sus aliados latinoamericanos, junto con dirigentes derechistas europeos, orquestaron un plan cuyo eje propagandístico son los medios de comunicación masiva en manos de la oligarquía, dirigido a confundir a la población –que no posee un basamento político-ideológico fuerte y consolidado-, desestabilizar las naciones, y derrocar los gobiernos.

Ejemplos del movimiento conservador que cobró de nuevo fuerzas en la región, en buena medida por el uso de la prensa reaccionaria ante la debilidad partidista conservadora, son las victorias del presidente derechista de Argentina, Mauricio Macri, y de la derecha venezolana, que ganó más de 100 de los 165 curules de la Asamblea Nacional.

Hay que considerar también que esta nueva época para América Latina comenzó con el triunfo del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez Frías y que a partir de entonces comenzaron a surgir líderes y formaciones políticas que ganaron el poder en medio de los ataques más virulentos de las fuerzas de la derecha internacional. Estos planes se acrecentaron luego de la prematura muerte de Chávez en 2013.

Esos gobiernos se han mantenido enhiestos gracias al apoyo popular, y las nuevas y solidarias organizaciones que impidieron, como ocurrió contra Morales en el 2010, un golpe de Estado departamental, pero que sacaron del poder a los jefes de gobierno de Honduras, Manuel Zelaya, y Fernando Lugo, en Paraguay.

Para el sociólogo Salvador Schavelzon, quien escribió una etnografía sobre la etapa previa y la asamblea constituyente de Bolivia que impulsó el MAS, el revés sufrido permite “convocar una serie de congresos con las bases, abrir un proceso interno democratizador y mostrarse como fuerza política viva que puede reinventarse para ganar en 2019".

El experto aseguró que “No abrir un proceso de reflexión va en dirección de continuar la desconexión del gobierno con todo lo que representa y lo que movilizó desde que fue creado. Está en juego demostrar si puede ser un organismo vivo y no un esqueleto en descomposición".

Tanto los líderes bolivianos como expertos coinciden en que en lo sucedido no puede ocultar lo logrado durante sus 10 años de gestión, entre lo que descuella el más alto crecimiento económico en tres décadas (6,2 por ciento), gracias a una política en que sobresalió el rescate para el pueblo de los principales recursos naturales en manos de consorcios privados.

Otro especialista, Pablo Stefanoni, exdirector de la edición boliviana de Le Monde Diplomatique, escribió que Morales “se metió solo” en un referendo que fue, dijo, un momento ideal para que la derecha impulsara nuevos planes en su contra, como las acusaciones, no probadas, de supuesto tráfico de influencias y corrupción, según publicó en ese diario, edición Cono Sur.

Tras señalar que las fuerzas opositoras se unieron en la consulta popular por el NO, “desde los racistas que nunca quisieron un gobierno campesino-indígena hasta quienes critican lo contrario: que (el de Morales) no es un verdadero gobierno indígena sino un sucedáneo de matriz blancoide o directamente un gobierno antindígena", lo cual calificó de disparate.

Para este analista, el actual gobierno deberá enfrentarse a viejos líderes políticos, pero también tendrá que escuchar a agrupaciones juveniles, así como pensadores de izquierda, dirigentes sindicales y políticos que en los últimos años abandonaron el proceso y ahora militan en la oposición.

Entre las críticas de varios sectores se encuentra la campaña gubernamental que pregonaba que Morales era irreemplazable y que la continuidad del proyecto político oficialista dependía de su continuidad en la presidencia, por lo que una buena parte de la ciudadanía, influenciada por los medios, decidió, olvidando la transformación nacional generada por el presidente indígena, dar paso a un nuevo liderazgo, con quién sabe qué resultados futuros.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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