“Si bien mi intención ha sido buscar la reelección, creo que lo mejor para mi partido y para el país es que me retire y me concentre por completo en cumplir con mis deberes como presidente durante el resto de mi mandato”. Con estas palabras lanzadas al éter ayer, Joe Biden terminaba por reconocer ante el mundo que no es apto para buscar un segundo periodo demócrata en Estados Unidos. Las reacciones, de todo tipo, no se hicieron esperar.
El escenario político ha cambiado drásticamente allí en los últimos días. Ya nadie parece acordarse de las complicaciones legales de Donald Trump. Su condena por pagar dinero a una actriz de película de adultos que lo convirtió en el primer ex presidente convicto de la historia, no parece importar a nadie. Aquella infinita lista de cargos se ha ido reduciendo y el sistema político estadounidense se ajusta ante la posibilidad real de su regreso a la Sala Oval.
El lapidario debate que enfrentó al promotor del asalto al Capitolio del 6 de enero, con la sombra de la sombra de lo que algún fue día Joe Biden para la clase política de su país, borró de un tirón todas las preocupaciones menores. Ya Joe Biden no cuenta para la campaña. Podrían llegar otros momentos de duda y de pena por renovadas muestras de senilidad y desorientación en actividades públicas, pero ellas no irán directamente a la cuenta de Kamala Harris o de cualquier otro que pudiera surgir como candidato alternativo antes de noviembre.
El sostenido discurso de odio de Trump, casi contra cualquier cosa, ligado a su irrestricto apoyo a la posesión de armas, al estilo del AR-15, se le ha revirado en forma de proyectil, pero para su suerte se ha limitado milagrosamente a cercenar el hélix de su oreja derecha, y de esa forma, darle el toque final de superhéroe, cultura enraizada en el norte y en el que un elevado por ciento de los estadounidenses, grandes y chicos, confían como solución de todos los problemas.
Si como prometió, Biden pretende mantenerse al frente del ejecutivo hasta noviembre, es presumible que los republicanos insistan a partir de ahora en su dimisión, de hecho, ya lo hacen. No les basta con verlo fuera de la campaña, lo quieren más abajo y con él, a su partido.
No será fácil una recuperación para los demócratas a poco más de tres meses de las elecciones del 5 de noviembre. El intento de Biden de pasar el batón a su vice presidenta representa un apoyo importante y de hecho una gran parte de la “aristocracia demócrata” ha salido ya a respaldarla. “Juntos lucharemos, juntos venceremos”, ha dicho Kamala Harris.
Las primeras horas después del anuncio lucen como un concierto de unidad y apoyo en torno a la risueña afroamericana de 59 años. El show de la Convención Republicana, Trump con el brazo levantado después del atentado, han terminado y la renuncia de Joe Biden enfoca todos los reflectores ahora hacia el bando azul.
No parece que la convención demócrata a desarrollarse entre el 16 y el 22 de agosto en Chicago, Illinois tenga muchos problemas para elegir a Harris su candidata a las históricas elecciones de noviembre próximo, pero tampoco es un hecho seguro, habrá que esperar. Poco menos de cinco mil delegados deberán pronunciarse al respecto.
También habrá poco tiempo para que la dirigencia demócrata y Kamala Harris escojan a su compañero o compañera de fórmula, otro aspecto que cambia drásticamente la decisión de renuncia de Joe Biden. Los medios comienzan a manejar nombres como probables compañeros de fórmula de Harris, quienes, por encima de todo, deberán mostrar capacidades para hacerla recaudar dinero para la campaña y entregarle el voto en sus estados respectivos.
De inmediato Trump ha salido a asegurar que su victoria será mucho más sencilla con Kamala Harris como oponente, lo cual no resulta muy creíble ante las muy disminuidas condiciones físicas y mentales del actual presidente estadounidense, demostradas una y otra vez, públicamente.
Solo 106 días tendrán Trump y Harris para convencer a los estadounidenses de sus agendas propuestas. La de Harris, sería una continuidad de la actual línea demócrata, aunque los expertos de adelantan a anticipar cambios en algunos aspectos. La de Trump, ya se sabe, la ha definido en esencia la Fundación Heritage, y promete un cambio radical en la forma de hacer política en Estados Unidos.
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Muy interesante será ver cómo enfoca Kamala Harris su discurso hacia Trump. Pues su formación como Fiscal en el estado de California, casi de seguro, hará que se dirija a su contrincante como lo que es: un convicto de la justicia estadounidense y no olvidemos, que aún está pendiente para septiembre próximo al anuncio de la condena contra el ex presidente en el caso que perdiera contra la actriz porno Stormy Daniels.
Harris tendrá que luchar contra el enorme obstáculo mental que supone convertirse en la primera mujer presidenta de ese país, y negra. Encontrará en su camino a las fuerzas machistas y racistas que en ese país son parte indivisible del sistema y que en su momento se opusieron a Barack Obama, por negro y a Hillary Clinton, por mujer.
Donald Trump, que ha cosechado grandes dividendos políticos a través de los pegajosos motes colgados a sus contrincantes, recordemos “Little Marco”, para referirse a Marco Rubio, senador republicano por la Florida, durante las primarias republicanas de 2016 o “Lento Jeb” para desbancar a los Bush del escenario político nacional, esta vez deberá ser muy cuidadoso en cómo llamará a Harris, pues inmediatamente pudiera ser considerado una más de sus expresiones misóginas.
Aunque es pronto para proyectar el escenario más probable, acariciar la bola de cristal no está de más. Se pudiera suponer que la llegada de Harris a la campaña, más allá de sus lagunas, energiza el bando demócrata, cataliza la formación y desarrollo del movimiento anti-Trump en Estados Unidos, que cuenta con muchos convencidos, no solo del banco demócrata. Es de esperar que los pequeños donantes estadounidenses se sumen a las grandes billeteras demócratas y que los niveles de recaudación sean notables.
Muchas celebridades de Hollywood, relevantes músicos y actores declararán ahora su apoyo a Harris, complicando la fácil carrera que Trump percibía en su batalla contra el envejecido Joe Biden. Todo cambiará.
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