El pasado 15 de enero inició en Estados Unidos (EE.UU.) el largo proceso electoral que concluirá con la ratificación o sustitución del actual inquilino de la Casa Blanca. Si bien la Constitución no estipula el funcionamiento de la maquinaria preelectoral, desde principios de la década de los 70 rige un mecanismo que, en teoría, concede un considerable peso a los ciudadanos.
Se trata de un sistema basado en una competición que se desarrolla durante la primera mitad del año electoral a partir de un calendario designado por cada estado. En función de cada territorio se utiliza un sistema de primarias—equiparable a una votación con urnas—, o de caucus, en el que en el que las personas vinculadas a determinado partido debaten y eligen sus candidatos favoritos.
Aun así, la elección no es directa, pues en las primarias y en los caucus solo se elige la composición de la delegación del estado en las convenciones nacionales, donde se realizará formalmente la proclamación de la que representará a la formación en los comicios generales, a celebrarse el próximo 5 de noviembre.
Tal y como dicta la tradición, Iowa marcó el comienzo de la campaña para el Partido Republicano, donde el ex presidente Donald J. Trump resultó el gran vencedor con el 51% de los votos y con casi 30 puntos más que el segundo, el gobernador de Florida, Ron DeSantis. Mientras, el 23 de enero en New Hampshire con las dobles primarias a las que están convocados los dos grandes partidos entrará en el juego el bando demócrata, lo que permitirá ver cuáles son las primeras tendencias.
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