Esa situación quedó registrada en el Barómetro del Cacao 2020, que la señaló como una forma de esclavitud moderna bastante desconocida, aunque afecta grandemente a toda la industria chocolatera.
Cada año se consumen 7 000 toneladas del futo a nivel mundial, algo que porta inconvenientes pues se requiere soslayar problemas de deforestación y explotación infantil, dos estigmas que marcan el cultivo del componente básico de la confitura.
Según las estimaciones pertinentes, alrededor de 2,5 millones de agricultores participan en el occidente africano en la atención y cosecha del cacao, principalmente en cuatro países: Costa de Marfil, Ghana, Camerún y Nigeria.
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Además existen fuertes flujos migratorios, gran parte de ellos de menores de edad, que marchan desde otros Estados a trabajar en las plantaciones como ocurre con los procedentes de Burkina Faso, quienes denuncian expoliación y falta de salarios.
Una asimetría difícil de transformar expone la brecha económica cada vez más amplia existente entre la masa de productores –generalmente sumida en la penuria- y las transnacionales comercializadoras que navegan entre grandes utilidades.
Para Oxfman Intermòn “ocho hombres en el mundo concentran la misma riqueza que 3 600 millones de personas pobres” en un evidente incapacidad distributiva planetaria causada por el actual injusto orden económico.
Los “niños del cacao” ilustran ese desequilibrio persistente en una relación en la cual el concepto de ganancia sobrepasa al derecho humano y es un fenómeno que también afecta en alguna medida a segmentos sociales desligados de la agricultura.
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Según expertos, una decena de compañías producen cerca del 90 por ciento del chocolate en el mundo y son las que imponen reglas nada transparentes respecto a cómo funciona el sistema y su cadena de producción, incluyendo la esclavitud infantil.
En ese contexto sobresalen redes que amparan las prácticas laborales ilícitas, así como las maniobras furtivas en la tergiversación de precios y de las cantidades que se comercializan, con lo cual también se explota al productor directo.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó acerca de los peligros relacionados con el trabajo de los niños en las plantaciones, donde usan machetes y otros aperos peligrosos.
Asimismo, la OMS insistió por ejemplo en la manipulación por los menores sin protección debida de pesticidas identificados como cancerígenos, sustancias empleadas con frecuencia en los cacaotales.
Todo lo anterior es parte de una realidad poco conocida -o ignorada a propósito- para que el chocolate continúe siendo un producto muy rentable y con un sabor menos amargo.
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