Ven y mira

Ven y mira fue un encargo que se le hizo al realizador ruso Elem Klimov para celebrar el cuarenta aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial (1985). En otras palabras, la película fue realizada en una época en la que ya se presagiaba la decadencia de la URSS, y con ello la caída del comunismo soviético.

Quizás por esta razón, Ven y mira destila un aire mucho más realista que otros filmes anteriores de producción soviética sobre la Gran Guerra Patria, y aborda este tema bélico en un tono totalmente alejado de cualquier atisbo de triunfalismo patriótico.

El argumento de Ven y mira se ubica en el año 1943. En una aldea de Bielorrusia, el adolescente Florya (Alekséi Kravchenko) es reclutado para unirse a las tropas que combaten tras las líneas alemanas. A partir de ese momento, su vida estará continuamente salpicada por el horror sobrecogedor que implica una guerra.

Imposible ser un fanático del género bélico y no sentir el impacto que deja Ven y mira. Se trata de una muestra de las peores cualidades del género humano. La barbarie, el absurdo, el sinsentido provocado por la locura y el caos de la guerra son destacables, sobre todo en una escena memorable: aquella en la que una chica viene de un encuentro con tropas alemanas, con sangre en la boca y las piernas… Ella no emite palabras, solo deja que la imaginación de cada espectador se las arregle para explicar el porqué de su aspecto.

Esta es una película que no deja la opción de voltear la vista. Muestra la crudeza objetiva; ofrece el relato de una historia dura, contada sin ningún tipo de concesiones.

El ritmo de la narración es pausado, con profusión de planos secuencia silenciosos. La primera media hora del metraje, aunque resulta por momentos bastante lenta, visualmente está pensada para transmitirle al espectador la desolación de los bosques y la sensación que experimentan los personajes inmersos en el frío y la suciedad del ambiente. En ese sentido, hay que destacar la labor de ambientación del filme, que logra trasladar al espectador a los escenarios y paisajes de la región, así como transmitir en todo momento la desolación causada por la guerra.

En cambio, el aspecto narrativo no está tan bien logrado. Tanto detenimiento en la visualidad y tanta recreación en las miradas de los personajes hace que se omita demasiado la acción, con la cual se lograría un mejor ritmo en el relato.

Y se hubiera agradecido —definitivamente— personajes más completos de ambas partes y no caricaturas obvias, donde todos los alemanes aparecen retratados como unos crueles asesinos, mientras que los soviéticos son generosos y absolutamente compasivos.Y es que Ven y mira no deja olvidar que es una película típica de la Unión Soviética. Tiene las virtudes y los defectos —sobre todo, la falta de un mayor ritmo narrativo— tradicionalmente propios del cine de esa nacionalidad.

Pero, sin dudas, resulta una cinta muy interesante para ofrecer una mirada directa, sincera y muy sentida sobre los desastres que toda guerra lleva aparejados. Una película absolutamente recomendable, quizás la más realista de cuantas se hicieron en la época.

También son destacables la banda sonora psicodélica y esa curiosa regresión hasta el nacimiento de Hitler, secuencia de imágenes que termina con la fotografía más antigua que se conserva del dictador, cuando era apenas un bebé en brazos de su madre. ¿Querrá esto hacer referencia al hecho de que el hombre que ha llegado a ser el non plus ultra de la aberración humana en el siglo XIX fue alguna vez un niño, una criatura inocente, con posibilidades infinitas de decisiones de vida por delante? Una interesante reflexión en torno a la condición humana.