A tan solo 25 centavos se vendieron en Cuba los 100 mil ejemplares de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que se editasen en 1960. Ese precio se burlaba de la inaccesibilidad a los libros, del analfabetismo, de las seis décadas de pseudorepública que habían marginado a los lectores de la Isla. El antecedente de ese suceso que convirtió a la literatura en un proceso de masas, ocurrió el último día de marzo de 1959.
Esta obra invaluable para nuestro pueblo respondía a la necesidad inmediata del público lector cubano de tener bajo sus ojos textos accesibles hasta ese momento únicamente para una élite, pues en esa fecha el consumo per cápita de libros en Cuba era solo de 0,2 por año. De esta manera se establecían las bases para la publicación masiva y sistemática de libros, folletos y revistas, que contribuirían decisivamente a la instrucción cultural y literaria en la Mayor de las Antillas.
Así, con el amparo de la Ley 187 se creó la Imprenta Nacional de Cuba, adscripta al Ministerio de Educación, siendo entonces una de las primeras instituciones creadas por la Revolución para impulsar el desarrollo cultural en el país y barrer los vestigios de un gobierno que dejaba relegadas las necesidades de su población.
Por iniciativa de Fidel, el primer título impreso con una circulación de alcance popular fue El ingenioso hidalgo…, novela de Miguel de Cervantes Saavedra, con la cual quedó inaugurada la colección Biblioteca del Pueblo que, al destinarse a los clásicos de la literatura universal, posibilitaría la tirada masiva de innumerables ejemplares de otras obras reconocidas.
La tarea de edición de este título —uno de los más traducidos en todo el mundo— estuvo a cargo de Mirta Aguirre. Salió a la venta en cuatro volúmenes en papel gaceta y, del mismo modo que el resto de las publicaciones que comenzaron a imprimirse, se distribuyó por todo el país. Para 1963 el Gobierno Revolucionario había publicado 6 500 000 libros.
La creación de la Imprenta Nacional constituyó, sin dudas, un beneficio paso, cuya incidencia recayó sobre todo en la cultura y la educación del pueblo. Tanto es así que, en los talleres de esa institución se imprimieron unos dos millones de ejemplares de las cartillas que fueron utilizadas en la Campaña de Alfabetización, a raíz de la cual aprendieron a leer y escribir 800 mil cubanos.
Más tarde, en 1967, se fundó el Instituto del Libro, hoy Instituto Cubano del Libro, y luego se instauraría el 31 de marzo como Día del Libro Cubano, fecha que recuerda uno de los acontecimientos que ha nutrido el intelecto de nuestro pueblo.
Esa acertada decisión del Comandante en Jefe Fidel Castro nos permite, 62 años después, entrar a las liberarías y bibliotecas de toda la isla para obtener el texto que precisamos, o simplemente esperar cada año la Feria Internacional del Libro, una deliciosa fiesta de las letras que invita a la lectura, al cultivo de la mente, la instrucción y a recorrer nuevos mundos y otros tiempos.
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