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miércoles, 20 de noviembre de 2024

Silvio, un necio consecuente

El derecho a hablar, criticar y aportar todas las ideas posibles sobre el país, el pueblo y la sociedad...

Francisnet Díaz Rondón en Exclusivo 15/04/2018
1 comentarios
Silvio Rodríguez
Silvio Rodrígues se transformó en uno de los más destacados creadores de la historia de la música cubana

Aclaro de antemano, no soy amigo de Silvio Rodríguez Domínguez o conocido suyo, ni mucho menos formo parte de algún club de fans, aunque sí admiro y disfruto su obra musical como otros cientos de miles de personas. Solo he estado cerca de él en dos ocasiones cuando ha visitado Santa Clara y, junto a varios de mis colegas periodistas, pude entrevistarlo. Por cierto, siempre nos atendió con amabilidad. El “ogro” con el cual algunos esperábamos enfrentarnos jamás asomó una oreja.

Figuras de su estirpe no escapan a todo tipo de catalogaciones, estereotipos, criterios —muchas veces injustos— y chismes de pasillos y callejones. La fama suele ser una máquina de moler, con la opinión pública girando la manivela. A Silvio lo mismo lo han metido en las UMAP —donde jamás estuvo—, que lo han encerrado en prisión por indisciplinado en el Servicio Militar —menos cierto aún—, que lo han condenado por ¿maltratar? al público o por, dicen, ser simplemente un tronco e’ pesa’o (así, bien a lo cubano).

También, y aquí quiero ahondar más, a muchos les molesta y arremeten contra el fundador de la Nueva Trova por pronunciarse en disímiles ocasiones sobre la situación económica del país, exigirle al gobierno de Estados Unidos el cese del bloqueo, opinar sobre temas de la sociedad cubana actual, o advertir que “…sería un error imperdonable enamorarnos de nuestras miserias”, en fin, por apelar al justo derecho como ciudadano de hablar acerca de su país.

Quienes así recriminan abogan que Silvio Rodríguez no debiera opinar sobre los problemas de sus compatriotas porque él “no los padece” ¿? Algo así como, “para qué hablas de basura, si tú no vives en el basurero”. Pero, hay quienes olvidan, o fingen olvidar, que el cantautor, como su reparador de sueños, no ha cesado nunca de limpiar con su guitarra escombros y piedras, de los cuales, incluso, han vertido en ocasiones sobre él mismo.

Silvio tiene defectos como todo mortal, pero jamás nadie podrá tildarlo de inconsecuente con sus ideas, sus convicciones, su compromiso con el país y con el pueblo del cual emergió y, sobre todo, con la Revolución Cubana, de la que nunca ha renegado. Quizás esto último sea lo que menos le perdonan sus enemigos, a pesar de sufrir el propio trovador varias injusticias por parte de ciertos extremistas.

Cuando en la década de los 60 apareció en la televisión y la radio cubanas aquel adolescente flacucho, con sendas entradas en la frente, una guitarra más grande que él, pantalón verde olivo y botas rusas, incluso, con tal estampa de lo que se decía ser un “joven comprometido”, no fue bien acogido por algunos funcionarios recelosos de aquellas canciones “raras” y “medio subversivas”.

Según contó en un ocasión el desaparecido realizador Eduardo Moya —director del programa Mientras tanto, donde se dio a conocer a Silvio— se ensañaron de mala manera con el muchacho y el espacio, y el explote final ocurrió cuando elogió allí, en vivo, al grupo británico The Beatles.

Silvio fue prohibido y sufrió consecuencias por decir lo que pensaba, ser honesto y tener los pantalones bien puestos, rasgos intolerables para las mentes opacas. Por fortuna, dentro de ese ambiente convulso aparecieron dos “ángeles” salvadores que llegaron a tiempo a sus “citas”, llamados Haydée Santamaría y Alfredo Guevara. Y en esa suerte de refugios que fueron Casa de las Américas, con su Centro de la Canción Protesta, y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), con su Grupo de Experimentación Sonora, logró salvaguardarse toda una pléyade de talentos tan incomprendidos como él.

Cada paso en su carrera estuvo interrelacionado con la historia que se entretejía día a día en la isla. Desde el estreno de El Mayor, en el acto de conmemoración del centenario de la caída en combate del mayor general Ignacio Agramonte, hasta la eclosión de El Necio, considerado su testamento político, nacido en el momento más difícil y de disímiles (in)decisiones de mucha gente en la década de los 90. Cada tema y quehacer del cantautor tocó la fibra y el pulso de una nación en constante y estremecedor movimiento.

Al mismo tiempo, el guajirito nacido en San Antonio de los Baños se transformó en uno de los más destacados creadores de la historia de la música cubana. Según una encuesta realizada con periodistas, musicólogos, críticos, músicos y decenas de especialistas, Silvio quedó en primer lugar junto a, nada más y nada menos, Ernesto Lecuona, como los más grandes compositores de Cuba.

Por supuesto, tantos discos vendidos como pan caliente dentro y fuera de Cuba —incluso en países donde estaba vetado—, cientos de sus canciones cantadas en todo el mundo hispanohablante, usadas en películas, grabaciones, spots, temas de telenovelas, programas televisivos y radiales, varios de sus títulos en los primeros lugares de las listas de éxitos musicales y conciertos en decenas de países, etcétera, le retribuyeron ganancias económicas nada desdeñables. ¡Gracias a su talento!

Ahora, negarle a Silvio Rodríguez su derecho a opinar sobre la sociedad de la cual forma parte, con la cual ha contribuido y ha sufrido, por el hecho de “tener dinero”, suena realmente tan absurdo como inmaduro. No tiene ningún sentido. Es como decirle a decenas de artistas, escritores, músicos, científicos, deportistas, y demás figuras públicas con cierto bienestar económico, pero que echaron suerte con la gente de su país, que no puedan emitir criterios porque no “viven igual a los demás”.

Los principios y los sentimientos no vienen etiquetados en abrigos de piel de visón. Como Silvio, existen quienes no los cambian ni negocian, lo mismo habiten en un bohío o en una mansión en Miramar, ni dejan de contribuir con su obra a la construcción de una sociedad mejor.

Fui testigo del impacto de las visitas del autor de El unicornio azul por las prisiones, una idea expuesta por él en la Asamblea Nacional cuando fungía como diputado. Al iniciar las giras por las cárceles, decenas de artistas y escritores le pedían acompañarlo para tan noble empeño. En la cárcel de Guamajal, en Santa Clara, conmocionaban las lágrimas de los reclusos al disfrutar tan cerca de un artista de su categoría cantando para ellos.

Recuerdo a un periodista extranjero espetarle al cantautor si sabía que las cárceles eran pintadas y arregladas producto de su presencia. Silvio contestó que al menos le satisfacía que su visita sirviera para mejorar aún más las condiciones de las prisiones.

También, ha sido impresionante la interminable gira por los barrios más desfavorecidos del archipiélago sin cobrar un centavo. En Villa Cara ofreció dos conciertos, en el Condado y en Dobarganes. Observar en esos lugares humildes a niños, jóvenes, mujeres, ancianos y hasta tipos con olor a alcohol cantar a coro Ojalá, El Mayor o Pequeña serenata diurna, no tiene precio.

Una vez —y esto me lo contó Rachid López, el guitarrista y director del Trío Trovarroco, acompañante del trovador en los últimos tiempos— Silvio suspendió un concierto en la ciudad chilena de Talca por el alto precio impuesto a las entradas, y se enfrentó hasta a una demanda judicial por su proceder, aunque todo se resolvió. Los músicos del grupo decidieron regresarle al trovador el dinero que les correspondía por la actuación, y Silvio replicó que ellos no tenían culpa alguna, por lo cual no debían devolverle nada.

Muchas personas desconocen cómo hace un tiempo el río Ariguanabo, principal afluente de San Antonio de los Baños, sufrió una terrible contaminación. Necesitaba una inversión urgente para salvarlo y no había capital disponible. Cuando todo parecía perdido, Silvio Rodríguez Domínguez puso el dinero de su propio bolsillo.

No pretendo hacer una apología a Silvio, mas sí creo que tiene derecho a hablar, criticar y aportar todas las ideas posibles sobre el país, su pueblo y la sociedad. Como mismo ha llenado estadios solamente con su voz e instrumento, también ha estado al lado de su gente en todas las etapas y circunstancias.

Él ha sido un necio, sí, de los grandes, pero reparar más en el valor de su guitarra que en el de sus canciones puede ser también una necedad…, aunque de otro tipo.

 


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Francisnet Díaz Rondón

Periodista

Se han publicado 1 comentarios


Janet
 19/4/18 11:06

En lo personal hay una palabra que define a Silvio Rodríguez: auténtico . Lo siento libre de toda  vanidad que (a otro en su lugar ) le hubiese llegado con la fama que indudablemente posee, libre de toda simulación o hipocresía. Recuerdo su breve, pero hermoso discurso , cuando junto al Comandante en Jefe, repudió los atentados del 11/9 a las torres gemelas,fue sencillamente brillante. He disfrutado de sus conciertos de la década del 80 junto al inigualable Pablo, y más recientemente, de los  que nos ha regaladado en su natal San Antonio de los Baños. Soy de una generación que creció con sus canciones y, jocosamente, quiero compartir el comentario que realizó mi esposo al concluir uno de sus conciertos al que asistimos juntos: ¿Qué te pasó, iniciaste el Concierto con más de 40 años y ahora te veo de 20 ?  !Gracias mago Silvio, por la magia de detener el tiempo!

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