Yo te invito a que busques por el mundo / Otro cielo tan azul como tu cielo / Una luna tan brillante como aquella / Que se filtra en la dulzura de la caña / Un Fidel que vibra en la montaña / Un rubí, cinco franjas y una estrella. Cuba, qué linda es Cuba / Quien la defiende la quiere más.
De pequeña la escuché en los brazos de mi madre cuando esta me cantaba para dormir, la aprendí de memoria en la escuela y luego acuné a mi hermana con ella. Hoy se posa en mi mente cada vez que pienso en cubanía. Muchas han sido las generaciones que crecimos escuchando ese tema que se convirtió en símbolo de nuestras tradiciones más arraigadas y de amor infinito a esta Patria.
El autor de esa popular tonada es Eduardo Saborit Pérez (1911-1963), músico y compositor cuyo quehacer artístico tuvo como marcado referente la historia de la Revolución Cubana. Un hondo sentido de pertenencia a este terruño y a los procesos sociopolíticos que en él se sucedieron a partir del triunfo de 1959 quedó reflejado en su reconocida obra musical.
En su natal Campechuela recibió las enseñanzas de su padre músico, arreglista y profesor. Cuentan que a pesar de ejecutar con versatilidad la flauta, el clarinete y el piano, su pasión había sido robada por la guitarra, instrumento que lo acompañó buena parte de su vida y con el cual compuso temas representativos de la música campesina.
Quiero un sombrero de guano, / Una bandera, / Quiero una guayabera / Y un son para bailar. / Yo soy guajiro y nací / En medio de la sabana / Y la música cubana / Es la que me gusta a mí.
Tras peregrinar por varias regiones de la Mayor de las Antillas e integrar algunos conjuntos musicales, Saborit se trasladó a la capital junto con la emisora radial Cadena Azul, en la cual el artista trabajaba mientras residía en Villa Clara.
Ya instalado en La Habana brilló en la emisora CMQ y más adelante fue profesor de guitarra de la Escuela Nacional de Instructores de Arte.
A su pluma e inspiración debemos canciones tan populares como Conoce a Cuba primero; La guayabera; Cumplimos; Niñito cubano; Mi escuelita; Ven, niña, ven; El guarapo y la melcocha; El caballo y la montura; Tócalo con limón; el Himno de la Alfabetización… que marcan toda una etapa de efervescencia revolucionaria a raíz de lograrse las primeras conquistas luego de la victoria.
Los paisajes cubanos, las tradiciones autóctonas de este verde caimán, la añoranza por la tierra que nos vio nacer, los primeros pasos de la naciente Revolución Cubana, se vieron reflejados en un torrente de canciones que forman parte del legado de este incansable creador.
No pocos fueron los países que visitó, experiencia que más tarde plasmó en sus composiciones al recordar cómo se extraña Cuba cuando se está lejos de ella.
Tras su muerte, el 5 de marzo de 1963, al despedirlo, Jesús Orta Ruiz no pidió un minuto de silencio, “sino siglos de música para Eduardo Saborit”, y le dedicó estos versos:
Por tener hondas raíces, por alegrar campesinos, / por desear los caminos, llenos de niños felices; / por alertar: / “Tú que dices que tu Patria no es tan bella” / y por morir en la huella / de Fidel y de Martí, / toma, mi hermano, “un rubí, / cinco franjas y una estrella”.
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