Era un caballo muy bonito que todo lo veía en colores; se comía a los músicos y a ellos les gustaba el vientre del caballo lleno de flores. Un día, un general se llevó al fabuloso caballo a la guerra, y lamentablemente lo mataron. Por la herida le salieron pájaros. Luego que terminó la guerra, donde cayó el caballo nacieron flores y un hombre que no tenía nada en la vida tomó una flor y se la puso en la solapa.
Una muchacha que vio al hombre con la flor en la solapa pensó que era un hombre decente y que debía de ser poeta. Pero la flor escuchaba lo que los otros pensaban, así que el hombre le regaló la flor. ¿Qué muchacha no se enamora de un hombre que le regala una flor que puede oír?
Se casaron. El padre de la muchacha le regaló unas tablas y una moneda. Con las tablas compró una carreta, en ella pintó un caballo. Con la moneda le compró flores al caballo…
Cuando pienso en esta historia, regresa aquel cuento de Onelio Jorge Cardoso , El caballo de coral, donde nos anuncia que el hombre tiene dos hambres: la del estómago y la del espíritu. Martí abre la puerta, y pasa con la sencillez de un sabio para decirnos desde un colgadizo del monte: "Hay gente de tan corta vista mental que creen que toda la fruta acaba en la cáscara".
Porque en este mundo de comida rápida, de tanta cabeza gacha tras las señales de un celular, en este tiempo de imagen; ahora que intentan convertir nuestros cerebros en cerebritos y nos fragmentan con emociones que no conectan el acto de pensar.
Ahora que las mentiras vuelan veloces y el fetiche de las mercancías nos torna las relaciones sociales cada vez más cosificadas. En este tiempo cuando apenas nos miramos a los ojos y la atención es más escasa que ciertos minerales.
En estos días en que la bulla no nos deja oír la música de una selva, ni tantas luces permiten ver el paisaje de una noche preñada de estrellas. Ahora que nos urge el grafiti de amor del trovador para volver a pintar peces en los autos y las aceras.
- Consulte además: Cien veces Onelio
En esta posmodernidad donde las marcas dan prestigio y los simulacros se venden en el mercado al por mayor. Ahora que vivimos en burbujas y miramos desde la caverna la realidad que imponen los que dominan, nos urge el pensamiento que emancipa, la imaginación, la poesía misma en el centro cardinal de la política, para que se haga posible la creación y la ternura. Volver a pintar un caballo que se alimente de jardines.
Eso nos hará más humildes y menos vanidosos. No es buena idea matar el árbol que nos da sombra. Tampoco despedazar, en silencio, el árbol que se sube desde nuestros hombros armando nidos y canciones.
Julio César Sanchez
9/11/23 21:42
El caballo que se alimentaba de jardines es obra de Aquiles Nazoa, el venezolano mágico. El caballo de coral de O J Cardoso en la historia de un hombre que tiene sed de sueños. De la hoja de mangle en el mar, hasta los ojos, pasa la mirada de quien ve en el loco, un caballito de coral lleno de fuego desde las orejas hasta la cola. Alimentarse de jardines. Caballo de coral. ¡Hombre que abre la puerta a lo imposible! .
Julio César Sanchez
9/11/23 16:02
Esa historia del caballo que se alimentaba de jardines es del venezolano Aquiles Nazoa. Y el caballo de Onelio J Cardoso, es igualmente impresionante. Esa mirada que pasa de la hoja de mangle, a los ojos del loco donde se refleja el caballito de coral lleno de fuego, es una imagen inmortal que conquista el reino de lo imposible.
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