Desde 1996 en el alejado pueblo de Iguará no se hacían parrandas. Hace unos días me contactó el presidente del barrio La Loma, conocido como Carlitos, y me dijo que allí existía una gran nostalgia por aquellos tiempos de absoluta felicidad. Los festejos populares llevan recursos, no se hacen de la noche a la mañana y sobre todo requieren de una coordinación entre diversos factores sociales como el gobierno y la dirección de cultura. Iguará queda enclavada dentro del municipio de Yaguajay en la provincia de Sancti Spíritus. Ha sido un asiento castigado por la emigración de todo tipo, ya sea hacia el exterior del país o la ciudad. En el sitio queda, no obstante, un nutrido grupo de personas que decidieron que sus vidas y esencias dependían de las raíces. Muchos han trabajado en Santa Clara u otras urbes, como Leidiana, por ejemplo, pero volvieron. Otros están lejos, como Dorisbel, quien cursa una maestría en estudios sociales en México y ha elegido como tema de tesis precisamente el rescate de la oralidad del lugar. Iguará significa tierra de grandes árboles y es un sitio caracterizado por la bondad de su gente.
En el año 2016 estuve allí por razones personales y me enteré de las tradicionales parrandas. Aunque ya no se hacían, la gente tiene las fotos, sabe desde qué punto partían las carrozas, quiénes eran los proyectistas de los diseños, los presidentes de los barrios. La Loma y San José hace mucho tiempo dieron cuentas de atrevidas noches en las cuales podía suceder lo insólito y el pequeño pueblo se iluminaba y había felicidad en los lugareños. La gente iba hasta Iguará en el tren o en transporte animal para aquellos que vivían más intrincados. Con la magia de los tiempos se hacían historias, se trasmitía la oralidad y lo que fue un fenómeno tangible y real se fue tornando en una especie de mitología. Pero este año, quizás en el peor escenario material, cuando se dificulta el pago a orquestas musicales, cuando no hay muchas veces dinero para acceder a formas de recreación más caras como las de las mipymes; los habitantes de Iguará decidieron revivir las parrandas. Carlitos me contactó a través de Messenger y me pidió permiso para agregarme a un grupo donde estaban todos los vecinos organizándose para realizar el festejo. Allí hice varios amigos y me di cuenta de que las personas daban dinero de su propio peculio personal para la causa.
En el grupo además se estaba coordinando lo que en las parrandas se conoce popularmente como un changüí o saludo, que no es otra cosa que una pequeña fiestecita que se hace para “subir los ánimos” y crear ambiente. Ese sábado por la noche, en efecto, en el poblado sonó la conga bien alto y se produjo la salida de una carrocita dedicada a un tema brasileño. Ya en medio de la calle, Carlitos sacaba la bandera verde y amarilla mientras una leyenda sonaba en los altoparlantes. A la fiesta se unieron tanto La Loma como San José, que estuvieron organizando el evento con la fraternidad de los barrios rivales. Hay que decir que en los sitios donde existe la tradición de las parrandas puede haber periodos en los cuales por condiciones materiales se dejen de realizar, pero tarde o temprano la tradición reaparece. La fuerza con que los hechos quedan en la memoria colectiva hace que las personas tengan bien presentes su identidad cultural. Las parrandas son un fenómeno de resistencia de las comunidades más apartadas, sobre todo aquellas que no son cabeceras provinciales, en las cuales se asienta mucho la impronta de los barrios.
Jesusi, presidente de San José, también me quería para su causa. Pero como soy remediano y milito en las filas del barrio San Salvador, cuyo símbolo es un gallo, me hice miembro de La Loma. No obstante, allí hay personas de todo credo y visión reunidas por un solo anhelo. En las imágenes que me llegaron a través de las redes del changüí de Iguará pude ver sencillez, incluso modestia, pero una entrega sin límites a la diversión y al gozo de las parrandas.
Carlitos, que es un celoso defensor de su barrio, me agregó a otro grupo exclusivamente de lomeros y enseguida compartió imágenes sobre la reunión secreta que tuvieron en la casa de uno de los miembros de la directiva para planificar qué van a hacer este año. Hay que elegir proyecto de carroza, contactar con los proveedores de las pirotecnias para comprar el fuego artificial y hacer que todo funcione como una maquinaria engranada. El nivel de consagración y de belleza de estos instantes solo se conoce cuando se nace en una nave de parrandas y provienes de una estirpe de tal tino. Hay un punto en el cual siempre se encuentran en Iguará para a partir de allí salir a trabajar en las cuestiones de las fiestas: La Raya. Es parte de la geografía escasamente urbana del pueblo y posee fuertes referentes para los habitantes del sitio. Allí se debate, se dan incertidumbres y se toman decisiones trascendentales. Las parrandas son una guerra fraterna en la cual cada contrincante vela los movimientos de su rival y trata de salir airoso con las iniciativas más impactantes. Para ello, deberá primar el secretismo, el pacto de palabra.
En el grupo, además, se socializa, se conversa sobre las cuestiones más propias de una comunidad pequeña como Iguará. Hay referencias a la salud de las familias, a los parientes cercanos y a los que ya no están. Se hace cultura desde lo más íntimo y no existe ningún tipo de tapujos en seguir sumando personas de diversas regiones. Los barrios incluso tienen un representante en el exterior que es el encargado de coordinar fondos, destinarlos a los insumos y de establecer relaciones para continuar con el desarrollo de las fiestas. Casi sin apoyo de instituciones Iguará escribe una de las páginas más gloriosas de su existencia. Quizás haya mañana que pedirles disculpas por no acompañarlos en este juego tan en serio que va a revivir un capítulo de cubanía, de amor a la patria chica y de apego a las identidades más orgánicas con el espíritu.
Mientras escribo esta crónica, Carlitos coordina con sus seguidores la colocación de un enorme cartel alegórico al barrio La Loma en las calles del poblado. El objetivo es demarcar el territorio y de alguna forma establecer oficialmente la declaración de “guerra” hacia el contrario. Jesusi que es un decimista ha compuesto varias en torno a la rivalidad de los barrios y las personas se las comparten por los grupos de WhatsApp. Todo el año, los parranderos mantienen viva la tradición a través de páginas en Facebook en las cuales se intercambian criterios, se socializa y se hace de esos espacios un hervidero. Los Iguarenses quieren establecer su marca en el mundo a partir del rescate de lo que fueron. Todo eso es hermoso además de totalmente válido.
Ya sea si gana Carlitos o Jesusi, el pueblo es el vencedor de una batalla que será siempre cultural. Allí en los predios de un poblado rural de la geografía cubana, la identidad más limpia se niega a callar y da su mejor resistencia. Habrá que acompañarlos, habrá estar a la altura de ellos.
Oscar Borrego Marrero
29/10/23 17:59
Exelente y acertado trabajo hecho por Mauricio creo que nunca antes se había descrito una crónica tan linda en nombre de nuestras tradicionales párrandss del poblado de Iguará gracias Mauricio este pueblo y los parranderos se lo merecen un gran abrazo
Lissett Diaz
28/10/23 21:23
Gracias muchísimas gracias que orgullo
Leidiana Morales Reyes
4/9/23 14:31
Mil gracias a Mauricio por esta crónica que además de justa es preciosa, sobre mi tierra de grandes árboles y el espíritu parranderil de nuestra parranda de barrio, fiesta popular que unió por primera vez a mi pueblo sin importar clases sociales un 19 de marzo hace casi 100 años, y rescataremos esa tradición los hijos y los nietos de parranderos mayores de nuestro pueblo que volvió hacer parranda con esfuerzo propio y tuvo la alegría de recibir el permiso de cultura y gobierno municipal para comenzar su expediente por patrimonio a partir de hoy. Todos los iguarenses defendemos nuestra identidad cultural y lo mejor de nuestra resistencia, en un proceso social complejo pero gratificante, lo mejor de nuestras tradiciones es precisamente La Parranda como fiesta popular.Gracias a todos los que han cooperado para que esto suceda y por supuesto, es un triunfo del pueblo, de toda la comunidad iguarense.
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