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miércoles, 27 de noviembre de 2024

Natalia

La primera historiadora que tuvo una ciudad cubana sigue siendo ejemplo y luz para las nuevas generaciones, a décadas de su desaparición física…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 13/04/2022
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Natalia Raola-Remedios
Natalia Raola (con gafas oscuras) en la casa de Bárbara Sánchez Peñalver (Avive).

Natalia Raola descendía de una de las familias remedianas por excelencia: los Rojas, conquistadores que vinieron con Diego Velázquez. Sus ancestros habían participado en el origen de las parrandas y ella misma había nacido y crecido en una vivienda de una de las calles por excelencia más identitarias y antiguas de la ciudad: Nazareno. La labor de esta mujer como activista de la cultura de la villa comienza a partir de su matrimonio con el Dr. Arnáez, uno de los abogados más eminentes de Remedios, quien tenía una excelente biblioteca. Natalia era a la par que su esposa, su secretaria, hasta que tras el fallecimiento del letrado ella se dedicara por completo al estudio de la historia.

Con su aire de señora respetable, con ese andar severo de siempre, Natalia fue uno de esos puntales de la identidad local, iniciadora de múltiples proyectos socioculturales como el propio Museo de las Parrandas o el nombramiento de la plaza central como Monumento Nacional. De gran sabiduría, se recuerda por su porfiada manera de sostener una teoría muy propia sobre la fundación de Remedios. Tópico este que la enfrentó con otro grupo de historiadores locales, en particular con Juan Clemente Álvarez White (Cuco Álvarez), quien defendió la antigüedad a toda costa de la villa. El enfrentamiento entre esos dos bandos reeditaba de alguna forma aquellos años duros de la villa, en pleno siglo XVII, cuando todo se dirimió entre los creyentes y los incrédulos en torno a la supuesta presencia de demonios y su amenaza existencial. Episodio que dio paso al éxodo de una parte de los lugareños y la fundación de Santa Clara.

Pero más allá de eso, Natalia era una figura mística. En plena ceremonia de nombramiento del centro histórico como Monumento Nacional, se desató un vendaval que barrió con las planchas de cinc del techo del Teatro Villena. Allí mismo, la historiadora dijo que eso era una muestra de lo molesto que estaba el espíritu de la ciudad porque se había irrespetado su verdadera historia. Y es que la comisión que vino desde La Habana falló a favor de la tesis que aboga por la antigüedad de la villa y que coloca su origen en torno a 1514. Raola era amiga de sus amigos, sabía justipreciar los valores de la ciudad y su gente. En fotografías se la ve junto a Bárbara Sánchez Peñalver (Avive) la nodriza negra de Caturla, con quien sostenía interminables tertulias. Quizás esa era la labor más importante, la que hizo por los seres humanos que encerraban un pedacito de la historia y de la leyenda de San Juan de los Remedios y que no tenían donde verter esa sabiduría.

Natalia Raola tuvo una obra importante en el campo de la investigación histórica. Son famosas sus crónicas sobre el pasado de Remedios, aún inéditas, cuya versión mecanografiada elogió Samuel Feijoó en un prólogo. Su fondo en el Archivo Municipal es de obligada visita y de hecho se halla entre los registros más completos y valiosos. Una parte importante de los historiadores que vinieron después, le deben a Nata toda la savia y la esencia, la luz y los saberes. Rafael Farto, quien hiciera su tesis doctoral sobre los verdaderos orígenes de Remedios, se inició en la biblioteca de esta mujer, como ayudante y amigo. La casita de Natalia, sita en la avenida José A. Peña, entre Maceo y Carmen, es una de las más raras de la villa por su arquitectura de orden racionalista, sus dos pisos, los muebles austeros y el interior hermoso y sencillo.

En las peleas académicas que se suscitaban entre Nata y Cuco a veces este último se refería a ella con cierta crispación, pero eso no implicaba falta de respeto. Aquellas diferencias enriquecían el panorama de la villa, le daban a Remedios otro color, otra manera de abordar su pasado.

Además, Natalia había conocido de cerca el amor de Caturla con Manuela, su primera esposa. La vivienda de la historiadora, por entonces una niña, pegaba pared con pared con la de la mujer negra que fuera madre de una inmensa prole de músicos y amantes de las artes. Manuela residió en la calle Nazareno y allí junto a Alejandro hicieron una vida. Nata conversaba con el matrimonio, parada junto a la cerca de tablas de palma. El juez Caturla tenía una especial sensibilidad y supo reconocer en la niña el talento innato, el interés por la sabiduría y por la belleza. Son historias de Remedios que han sido poco contadas y que quizás se perdieron en la noche de los tiempos, como parte del destino de una villa  cercana a la grandeza, pero reducida a su condición de municipio provinciano. Un silencio por demás que también le imprime encanto y magia a los lugareños.

Natalia vivió muchos años, se integró a las instituciones y fue oficialmente la primera mujer historiadora de la ciudad. Su profesionalidad y consagración no quedarán olvidadas, aunque su casita hoy no responda a ninguna iniciativa de cultura y sea un hostal particular. Dice una vieja leyenda que Remedios está predestinado a  una inmensidad de éxito, pero que algo oscuro atraviesa la ciudad y la hunde en un halo metafísico. Quizás eso haya afectado a la mujer que lo dio todo por este lugar. Años antes de su muerte se trasladó a la Habana, donde falleció en casa de su familia. Sus restos reposan en la necrópolis de Remedios, tal y como ella quiso.

Aunque aún su figura está en nuestro imaginario, no hay un sitial que la recuerde, ni un monumento, mucho menos una sala en una de las tantas instituciones. La pasión de Natalia Raola por Remedios sin embargo es tan fuerte que trascendió a la persona física y aun hoy pervive.

Recuerdo perfectamente cómo Rafael Farto hablaba de ella con cariño, también a un amigo pintor muy joven que guardaba parte de la papelería de Nata que halló en un basurero. A veces por no vivir en las capitales, los hombres y las mujeres grandes en espíritu no reciben justicia, sino que mueren muchas veces más allá de la muerte física. Cada año crece la necesidad de que se les rinda homenaje a las personas valiosas, a esos que hicieron de Remedios un sitio de honor, de luces, de aportaciones. Esta villa que a veces es una ciudad merece mejor suerte que el olvido de sus hijos mejores.

La cultura no solo les compete a las personas que la dominan, a las instituciones, a las instancias, sino que fluye en el pueblo, va de la mano del carbonero, del cuidador de cementerios, de los trabajadores de un campo de sembrados, del anciano que sostiene un periódico y que ama la sabiduría. Así debe verse todo proceso espiritual, más allá de jerarquías y mediocridades con poder. Natalia, o Nata como le decían los amigos, no puede descansar mientras no se asuma la autenticidad de esta villa.

Aquí, en este hogar de tantos hijos ilustres, también están el niño que pregunta por la historia, la maestra que enseña los sucesos, el amigo que nos detiene en medio del parque para conversar sobre lo que pasó hace siglos. Por eso se habla de patrimonio, porque nos pertenece, porque se maneja con fluidez entre todos y corre con la suerte que le dé la comunidad, más allá de disposiciones.

Lo supo bien Natalia Raola, la mujer historiadora, que hablaba siempre de los demás, jamás de sí misma, que supo desde su biblioteca en una casita remediana, justipreciar a Remedios. Ella decía además que tuvo lazos con el ilustre Facundo Ramos, periodista y amante del folclor del siglo XIX. Más allá del parentesco, la savia de esta señora de la cultura sí resulta insoslayable, perenne, viva.

Para Nata, el tiempo no pasa, sino que anda detenido en la necesidad de su homenaje, de rendirle justicia a una memoria, a un amor genuino.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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