Este domingo 28 de febrero una de nuestras actrices más populares y queridas cumple 75 años. Y digo su edad porque Mirtha Ibarra no esconde nada, es un libro abierto y lleno de historias por contar.
Junto a su perrito Lennon, y entre recuerdos de su gran amor, Tomás Gutiérrez Alea “Titón”, con quien compartió más de dos décadas de una vida cargada de anécdotas, Mirtha visualiza su futuro, un mañana que lleva la voz de: “Acción”.
Sobre esos planes, pero también acerca de su pasado como actriz y realizadora, este servidor en representación de Cubacine charló con ella.
- ¿Cuáles momentos atesora como actriz?
- Mi trabajo en Hasta cierto punto y el personaje de Nancy, de Adorables mentiras y Fresa y chocolate, con el cual obtuve muchísimos galardones. Pero me falta el Premio Nacional de Cine, para el cual he estado nominada en varias ocasiones y que no deseo me lo entreguen post mortem. Ya lo tengo dicho en mi testamento ―sonríe―.
Pero parece que este reconocimiento, muchas veces, llega demasiado tarde y se le ha entregado a pocas mujeres.
- ¿Qué puede decirme sobre la Mirtha realizadora? ¿Se diferencia de la actriz?
- Bueno mira, ahora estoy inmersa en un audiovisual que quiero codirigir con alguien. Sería mi ópera prima de ficción, con la cual apliqué al Fondo de Fomento del Cine Cubano, pero no resultó ganadora, me quedé fuera. No obstante, pienso insistir y seguir buscando financiamiento para hacer mi película Neurótica anónima, que va de una instructora de arte y, posteriormente, acomodadora en un cine, quien ha soñado siempre con ser una gran estrella de la actuación.
Dicho largo trata sobre la importancia del cine como ese espacio físico donde la gente se sienta frente a una gran pantalla, en una sala oscura, y se genera una comunión de sentimientos que no se da en sus casas frente al televisor. Y también aborda el machismo de una relación frustrante capaz de cortarte las alas. Voy a protagonizarla junto a Pichi (Jorge Perugorría), quien hace de mi esposo, y con mi amigo Joel Angelino.
Nunca he dirigido un largometraje de ficción, pero imagino que al hacerlo tendré más presente mi labor como actriz que en ocasiones anteriores, cuando he sido realizadora, pero me he centrado más en investigar y, luego, en editar el material obtenido.
- ¿Cómo fue trabajar y vivir junto a Titón?
- Yo siempre he dicho que La última cena fue un pretexto para estar juntos. No la considero una de las películas en las que trabajé, pues mi personaje aparecía y desaparecía casi inmediatamente. De hecho, luego de esa experiencia Titón me dijo que no trabajaría más conmigo hasta que no tuviera un rol más significativo. Entonces, yo hacía mi teatro y él hacía su cine.
Pero cuando llega Hasta cierto punto se produjo un punto de giro en nuestra relación, tanto profesional como amorosa. Hubo un antes y un después. Para ese filme hicimos una investigación con los obreros portuarios y esa indagación se incluyó en el largometraje para darle más realismo.
Hasta cierto punto trataba el problema del machismo, incluso, la película mostraba cómo los intelectuales podían ser tan machistas como los obreros. Y es que quien hace de director en el filme tiene una visión muy esquemática, dogmática, así como el guionista, Óscar, quien se comporta mal frente a Lina.
Todo eso también transformó nuestra relación ―mía y de Titón—, porque la enriqueció. A partir de ahí, él consultaba todos los guiones conmigo, el elenco que iba a utilizar, etc. En fin, que comenzó a darse una complicidad profesional entre nosotros, la cual me dio confianza en la actuación en el cine, un medio que hasta entonces no había explorado. Yo estaba muy indecisa, con muchos miedos, y Titón me aportó mucha seguridad.
Recuerdo una vez, por ejemplo, que al rodar una escena en el hotel Habana Libre yo le pedí repetirla y él me contestó que no, que estaba magnífica y que no hacía falta. Entonces, yo me eché a llorar, pues creía que me estaba tratando como a su mujer y no como a una actriz. Cuando volvimos a la casa me dijo que tenía que confiar en él, porque yo estaba de premio. Y, efectivamente, gané el Coral a la mejor actriz por esa cinta (Hasta cierto punto) en el Festival de Cine de La Habana de ese año.
Además, en la vida cotidiana Titón fue una persona que abrió mucho mis horizontes, sobre todo culturales. Él era muy culto, tenía conocimientos musicales, estudió piano y cuando tocaba a Mozart, a Vivaldi, este lugar se inundaba de luz, que era lo que irradiaba él siempre. Tuvimos una relación como todas, con contradicciones, ya que fueron 23 años juntos, pero muy bonita.
- ¿Por qué considera necesario que las nuevas generaciones conozcan el séptimo arte hecho por Titón?
- Lo más importante del cine de Titón es que caló muy bien la realidad, trascendió el momento histórico en que fue realizado. De hecho, hasta sus películas históricas, como Una pelea cubana contra los demonios y Los sobrevivientes, son historias que te hablan todavía.
Memorias del subdesarrollo, asimismo, fue seleccionada entre las mejores 100 películas de todos los tiempos según una encuesta efectuada hace unos años por críticos, cineastas y directores de cinematecas de todo el mundo. Uno la ve, ahora, y tiene una actualidad increíble.
Por lo anterior, considero que Titón es uno de los directores de cine más importantes de Iberoamérica, es decir, de habla hispana. Por algo le decían El Maestro.
Entonces, yo creo que es vital para los jóvenes creadores nutrirse de ese cine por la manera en que Titón lo enfocaba, como un instrumento para calar la realidad de manera crítica, invitando a reflexionar filosóficamente sobre nuestro entorno y provocando, de alguna manera, una visión transformadora de este. Titón no quería espectadores pasivos, algo que reflejó muy bien en su libro Dialéctica del espectador, un texto que todos los realizadores deberían leer.
En esta obra nos habla de un cine edulcorante de la realidad y del que hace todo lo contrario. Compara la empatía y el desapego en el público a través de dos capítulos donde contrapone las figuras de Aristóteles y Eisenstein con Bertolt Brecht: “Identificación y distanciamiento” y “Enajenación y desenajenación”.
- Cuénteme sobre el libro Titón, volver sobre sus pasos…
- Estaba ese Titón íntimo, quien conversaba con sus amigos cineastas y artistas, con directores de fotografía, con músicos. Y este libro permite descubrirlo, conocer cómo se expresaba con sus hijos, con su hermana, conmigo. Ya el director se conoce por sus películas, pero no el ser humano. Y, precisamente, una de las cosas más encomiables de su persona era la honestidad y cómo criticaba la realidad para mejorarla, lo cual era parte de su actitud cotidiana ante la vida.
Por eso participaba en todas las polémicas culturales que se desataron décadas atrás. Y por eso para él, igualmente, resultaba muy importante filmar una película como Fresa y chocolate, con la que defendió la importancia de aceptar a todos como son, con sus gustos e ideales.
Y es que Titón durante la universidad, y en asambleas, había visto cómo se discriminaba a los homosexuales, y eso lo laceró muchísimo al punto de que se le quedó dentro. Entonces, cuando Senel Paz le entregó el cuento (El lobo, el bosque y el hombre nuevo), él y Titón se pasaron dos años consecutivos escribiendo el guion para el filme en cuestión.
A su vez, Fresa… me genera sentimientos encontrados, debido a que hubo una gran incertidumbre en torno a este largometraje. Porque cuando Titón lo tenía todo preparado para rodar, ensayos y todo, se le presenta una operación y, por suerte, Juan Carlos Tabío, quien era como su hermano, dejó su película, en un acto de bondad increíble, para dirigir mientras Titón se encontraba recuperándose en el hospital.
Entonces, por una parte la historia de David y Diego llegó en un momento en que pensábamos que esta sería el último filme de Titón, por lo que hice mi personaje con un gran dolor, incluso, pensé en no actuar, pero me convencieron (Tabío) al mostrarme la importancia del rol de Nancy, el cual complejizaba con un triángulo la relación entre los protagonistas.
Sin embargo, lo interesante de esta película fue el éxito que alcanzó, al punto de convertirse en la única cinta cubana nominada hasta hoy a los Premios Óscar. Ahora, el poder ir a la ceremonia, toda la emoción de estar allí con las grandes figuras del cine hollywoodense, de ver cómo Tabío le amarraba la pajarita a Titón, toda esa atmósfera preciosa que vivimos en el hotel, juntos, preparándonos para esa gran noche, con Pichi y los demás…, todo fue demasiado hermoso aunque sabíamos que no íbamos a ganar.
- Y sobre el documental Titón, de La Habana a Guantanamera…
- La idea era sacar el libro y el documental juntos, pero la sociedad de autor (Sociedad General de Autores y Editores) solo me aceptó el primero. Entonces, comencé a buscar una productora en España y gracias a Manolo Pérez Estremera, un hombre excepcional a quien estimo mucho, pude acceder al financiamiento requerido para hacer este documental.
En este filme el propio Titón va narrando cómo concibió sus obras cinematográficas y, también, artistas amigos suyos las valoran. Además, se le aprecia aquí en la casa, conmigo.
Todo ello me parecía muy lindo porque completaba, de alguna forma, el libro. Puedes verlos por separado, pero ambos se complementan.
- ¿Qué planes tiene la Casa de Titón y Mirtha?
- Este último proyecto me tiene entusiasmadísima y fue pensado para conservar su memoria. Lo estuve gestando por años y tras presentar la idea a varias instituciones, buscando apoyo, conseguí la ayuda de Eusebio Leal, quien me proporcionó este espacio en la barriada de San Isidro, en la Habana Vieja. Era una carpintería en un estado paupérrimo, pero todo lo que tocaba Leal lo convertía en oro.
Además, obtuve el apoyo del Ministerio de Cultura, del ICAIC y otras entidades que permitieron que, hace unos meses apenas, inauguráramos la Casa de Titón y Mirtha, con una programación especial destinada a la comunidad donde está enclavada. No obstante, ahora ―como todos por la COVID-19— estamos cerrados hasta que la situación sanitaria mejore.
Pero cuando se pueda, tenemos muchos planes, entre ellos el de vincularnos con el proyecto sociocultural A+ Espacios Adolescentes, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
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