Jorge Luis Borges aconsejaba no caer en las trampas de las antologías: “Nadie puede compilar una antología que sea mucho más que un museo de sus Simpatías y Diferencias, pero el Tiempo acaba por editar antologías memorables. Lo que un hombre no puede hacer, las generaciones lo hacen”, escribió el autor de El Aleph y Ficciones (quien fue un antologador por excelencia y conocía muy bien la fuerza del tiempo).
En buena medida, el tiempo, esa gran obsesión del escritor argentino, ha venido a modelar las páginas de El cineasta que llevo dentro. Más de 30 años en la revista Cine cubano (1984-2015), recopilación de textos sobre cine que el crítico, ensayista, narrador y poeta Frank Padrón (Pinar del Río, 1958) publicó bajo el sello de Ediciones ICAIC.
Como el vino almacenado en barriles de madera de roble, los textos de Frank pueden leerse como si hubiesen sido publicados en la última edición de esta prestigiosa revista. ¿Por qué estos merecían ser rescatados de los copiosos archivos de Cine Cubano? Entre las tantas razones posibles ―que se alejan de lo simplemente noticioso, ajeno al perfil de la publicación― una prevalece a flor de piel: Frank Padrón es un ensayista con alto vuelo humanista, un escudriñador del pasado que mira hacia el futuro; un crítico de arte que, frente a lo que desconoce, abre los ojos y se obliga a ver, leer y profundizar; y ante a lo que disfruta ―la cultura toda― paladea los goces de la palabra.
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Cine Cubano, la revista más antigua de su tipo en América Latina, es “una publicación sobreviviente, rara avis por tanto, mas también, y sobre todo, un corpus que se ha ido ensanchando para bien, perfilándose para mejor, superándose, embelleciéndose, enriqueciéndose(nos)”, escribe el autor de libros como Diferente. Cine y diversidad sexual y De la letra a la esencia: Mirta Aguirre y el barroco literario, y añade: “Más de tres décadas dura esta complicidad, este diálogo provechoso, mutuamente enriquecedor desde que, a mediados de la década de los ochenta, comenzó una colaboración sistemática, ininterrumpida. Y ha sido, entre otros privilegios, todo un honor”.
Esta “selección muy atinada” de los materiales publicados en Cine Cubano ―a partir de diversos enfoques, incluida la divulgación, como la cataloga Francisco López Sacha en el prólogo del libro― nos muestran el crecimiento intelectual de un periodista y crítico que es, esencialmente y por excelencia, un comunicador de alto vuelo. “Padrón unifica diversos géneros de la crítica de cine en un balance que ahora puede verse como una proyección de ideas, el programa que un especialista ha trazado sobre la jerarquía y los modelos artísticos que deben ser evaluados por el espectador, y aun por los creadores y realizadores en cualquier latitud. El autor confronta esos modelos, o al menos esas cintas de mayor nivel e intensidad, y llega a conclusiones sorprendentes que comprometen una radical toma de partido junto al cine logrado como arte. Esa es la apuesta de su enfoque crítico, a mi juicio, lo más original de su mensaje”, añade López Sacha.
Por definición, la crítica es un oficio a contracorriente. Alrededor de ella crece la sombra de la sospecha: se duda de su función, sus intenciones e incluso de su valor literario. Concebirla como una patología es útil para balancear su otra naturaleza, ese carácter judicial (juzgar y diferenciar) y apostólico (llevar al “rebaño” hacia algún ideal estético) que la coloca como aspirante a la regencia del gusto artístico de cada época. La primera naturaleza, según Leopoldo Alas (Clarín), impide el imperio apostólico de la segunda. Por eso, la sección que abre el libro, “Articulando ideas”, reúne textos que resultaron génesis de su vocación ensayista, premiados en varios concursos. Así, figuras, movimientos cinematográficos, filmes, directores… son abordados a partir de su presencia en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano: el portentoso cine brasileño; el Festival en sí mismo y a través de diferentes ediciones; la cinematografía de Eliseo Subiela, Jaime Humberto Hermosillo, la actriz Graciela Dafau…
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Por su parte, en “Cuando el este era el paraíso”, se encamina a escudriñar la “omnipresencia del cine socialista” en nuestro país, en filmes de realizadores como Zoltan Fabri, Alexander Surin, István Szabó y Frank Beyer, y la actriz Liudmila Gúrchenko. De la misma manera que lo hace en “De otros m(l)ares” con el cine suizo, canadiense, los premios Óscar al mejor filme no hablado en idioma inglés, Woody Allen…
Aparecen en el texto, además, los capítulos “Crítica Múltiple” ―desde La decisión de Sofía, de Alan J. Pakula; Lo que importa es amar, de Luis Alcoriza; La película del rey, de Carlos Sorín; hasta Hello, Hemingway, de Fernando Pérez, y el cine de Juan Carlos Tabío―; “Nosotros, la música”, con prolijas entrevistas a José María y Sergio Vitier, y Leo Brouwer, y “Reverencias”, acercamientos a Sara Gómez y Luis Rogelio (Wichy) Nogueras.
Finalmente, “Cine impreso”, donde Frank reseña publicaciones relacionadas con el séptimo arte; “Cazador cazado”, donde otros colegas dialogan y se aproximan a sus libros, y como “Broche dorado”, con el poema “Los fantasmas del Rialto”, parte de su libro Los latidos del espejo, que reafirma aquello que en latín asegura que finis coronat opus.
Nada es perfecto, es cierto, ya lo recalcaba su (nuestro) admirado Rufo Caballero. Por lo que el lector aguzado encontrará algunos detalles de edición (mención de un filme aun no realizado en el momento de publicado el artículo; invitación reiterada a analizar recuadros al final del texto que nunca fueron incluidos; descripción de la portada de un libro diferente a la que acompaña el texto) que no disminuyen para nada el libro en su conjunto, y la necesidad de que una parte del trabajo de Frank para Cine Cubano haya sido antologada para el lector contemporáneo. Él mismo aplicó el “autobisturí”, pues textos que considera importantes fueron recogidos en otros libros por su afinidad temática, y porque la “tiranía del espacio” obligó a “inevitables restricciones”. El lector, pensamos ambos, “encontrará no poco” al adentrarse en las páginas de El cineasta que llevo dentro. Más de 30 años en la revista Cine cubano (1984-2015).
A diferencia de los críticos literarios, que ejercen su juicio sobre los libros utilizando un instrumento idéntico, la palabra, los críticos de cine (como los de danza, artes visuales o teatro) no comparten esa misma “analogía instrumental” entre su texto y la creación. Los críticos leen mucho, escriben mucho, se equivocan mucho. Conocen muy bien el remordimiento. Apenas publicado un artículo ―o a veces antes, tan solo enviado por correo electrónico al editor― basta que se le acerque otro lector, un amigo avispado y agudo, para hacerlos mutar de opinión.
Ya es tarde, siempre es tarde. Reparar el daño a la vanidad del prójimo, empezando por la propia, herida por obnubilación, es tarea ardua, como lo es bajar del iconostasio a quienes elevan con fervor. Un crítico, pese a su reputación “crítica”, unas veces autocultivada y otras propalada entre el público, suele ser esencialmente un entusiasta. Y con ese entusiasmo sincero y agradecido ―por lo que, en esos más de 30 años en las páginas de Cine Cubano y otras publicaciones, y también desde su programa de televisión De nuestra América, nos enseña y entrega― celebro esta antología de Frank Padrón.
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