En el año 2022 se dio una encendida polémica en las redes sociales de usuarios vinculados a las parrandas de Remedios. El rumor de que no había financiamiento para ayudar a las fiestas realizó una instantánea vuelta al mundo y personas residentes en todas partes dieron a conocer su preocupación. Algunos con más o con menos objetividad, cuestionaron y pusieron en claro que no estarían conformes con que, luego de dos años de pandemia y uno de accidente (2017) este fenómeno, Patrimonio de la Humanidad desde el 2018, siguiera silenciado. Las Parrandas son un festejo caro, ya que su costo se eleva debido a la compra de insumos para sus tres elementos artísticos fundamentales: trabajos de plaza, carrozas y fuegos artificiales.
Estas construcciones artesanales abordan diversos temas de la cultura universal con preciso rigor académico y por ello llevan un elevado patrimonio de recursos. Para que se tenga una idea, la altura de los trabajos a menudo rebasa los 80 pies y las carrozas los 70 pies de largo, con lo cual puede hacerse un estimado en madera, cartón, telas, puntillas y luminarias. Este año, la directiva del barrio San Salvador ha tasado el valor de la parranda previsto en 6 millones de pesos, según fuente consultada para este artículo. Ante esta problemática y dados los serios aprietos económicos que atraviesa Cuba, ¿qué hacer con un suceso que nos alegra la vida y que es además fuente de empleo y ganancias? Sí, porque las parrandas no son un gasto en tanto conforman la propuesta fundamental del paquete turístico de fin de año en la provincia. Y sobre esto, conviene establecer las pautas de este análisis.
Desde 2015 cuando se celebró el 500 aniversario de la villa de Remedios, se hicieron varios hoteles de excelencia y de gran envergadura en el centro histórico. El proyecto era convertir la urbe en una potencia turística y para ello se incrementaría el destino como un modelo de conservación patrimonial tangible e intangible. Varias ideas se echaron a andar y la ciudad se benefició de todas las reconstrucciones de edificios que hasta entonces estaban a punto de desaparecer en ruinas. Pero no hay ganancia sin inversión y Remedios cuenta con una vertiente inmaterial de su historia que desde 1820 se estuvo volviendo universal. Las fiestas de los barrios son el principal atractivo, por su creatividad, dinamismo, nivel de participación, rivalidad y desarrollo orgánico propio.
El Museo de las Parrandas puede dar fe de las potencialidades que a lo largo de décadas ha habido, sin que sean explotadas correctamente desde el turismo y cualquier otra arista empresarial. Se trata de unos festejos que, por su enorme nivel de convocatoria mundial, poseen la capacidad de autofinanciarse si se creara el mecanismo real para que una parte del dinero recaudado retorne a cuentas manejadas por las autoridades locales. Con el debido control fiscal, las Parrandas no deberían tener problemas materiales, al menos no al punto de que pongan en peligro su propia existencia.
La gran fortaleza de este fenómeno sigue siendo el sentido de pertenencia que se sostiene con total autonomía (Raúl Enrique Medina Orama / Cubahora)
Cuando finalmente se otorgó el financiamiento paras las fiestas, cesó la polémica y se dieron las Parrandas con la calidad esperada. Además, se contó con el apoyo sustancial de la emigración remediana que se halla dispersa por el mundo y que posee sentido de pertenencia. El gobierno local convocó a una conferencia de prensa en la cual se aclaró qué mecanismo legal existe para que diferentes instancias privadas o empresariales dieran su aporte al fenómeno. Pero la cura fue solo momentánea y por ello en enero del 2023 los especialistas del Museo de las Parrandas presentaron ante el Consejo de la Administración Municipal un proyecto de sustentabilidad económica, que incluía por primera vez una ruta para buscar el dinero la cual combina lo privado y lo público. La idea se elevó, pero hasta la fecha no hay respuestas y las Parrandas siguen en un limbo legal en cuanto a las maneras que tiene de gestión. Esa orfandad se vive como una especie de padecimiento cíclico que es resuelto de forma momentánea cada año, pero que nadie le establece una medida definitiva que la solucione. Entonces, a la altura de septiembre del 2023 y cuando hay más embullo que nunca en las calles de Remedios, la cuenta del uno por ciento de aporte por el desarrollo local del gobierno de la ciudad solo le otorgó 500 mil pesos a casa barrio, con lo cual no alcanza ni para comprar los encarecidos materiales de las pirotecnias para hacer un saludo de tantos que lleva una Parranda. La falta de respuestas fácticas ahoga a los artistas y artesanos, así como a las directivas, que ven truncados los sueños y proyectos que se conciben con amor y celo durante todo un año. Sin economía ni apoyo no puede haber patrimonio. Si bien es cierto que existe una red institucional que brinda sostén espiritual a las Parrandas y que de ahí han salido los logros de los últimos años, como el título otorgado por la UNESCO, no se clarifica ni legal ni fácticamente cómo darle salida al costoso proceso de factura de los elementos artísticos.
No es suficiente con que existan una voluntad y un planteo legal que protege el patrimonio tangible e intangible, sino que es necesario que estén claras las rutas por las cuales debe transitar el recurso necesario. Máxime cuando se está colocando al turismo como la locomotora de la economía y dentro de ese diseño a la cultura cubana como principal atractivo. La fórmula tendrá que ser coherente y darle al proceso la requerida trascendencia. Este asunto se viene discutiendo desde la década de 1990, cuando el periodo especial encareció todo el proceso de producción de las Parrandas. Pero hasta la fecha no ha habido una respuesta. El entendimiento que las estructuras de decisión deben tener en torno al festejo es que se trata además de un tema de esencial sensibilidad entre la población, pues está atravesado por identidades conformadas y propias del acrisolamiento de la patria durante siglos. Por ello, resulta vital no solo la potenciación como vía económica para el turismo, sino como fortalecimiento de las vertientes espirituales que salvaguardan lo cubano como núcleo de la soberanía nacional.
Remedios, a la altura de las cinco de la tarde del día de las Parrandas en 2022 era un campo de batalla, en el cual sonaban además los cencerros, los tambores, las rejas, las trompetas. (Sergio Alejandro Rodríguez Hernández / Cubahora)
A pesar de todos estos enunciados, hoy las Parrandas viven una crisis de creatividad impuesta por las circunstancias en las cuales se combina la situación real de carestía en el país con la ausencia de un mecanismo legal aprobado para gestionar su factura. En consecuencia, los elementos artísticos se han resentido en cuanto a calidad, renunciando a cualidades históricas que son parte de su esencia patrimonial. Una crisis que además ya a estas alturas amenaza con erosionar otros factores de índole inmaterial casi irrecuperable, como los oficios. Por ejemplo, solo queda un solo grupo de vestuario, tras el éxodo de varios artistas, quienes no formaron el relevo necesario. La preocupación del Museo de las Parrandas en este sentido es genuina. Además, si bien se mantiene intacto el sentido de pertenencia barrial, ya hay que tomar en cuenta puntos de crisis que ensombrecen este aspecto, como el sostenido descalabro en las direcciones de dichos bandos y la ausencia de estructuras reales que hagan que los presidentes de El Carmen y San Salvador rindan cuentas de su gestión y del destino de los recursos, una vez otorgados y puestos en función de las Parrandas. Todo ello ha sido víctima de la improvisación, del desinterés y de la falta de voluntad para legislar, hacer cumplir la ley y apoyar la evolución de un festejo que se mantiene contra viento y marea.
Escribir sobre las Parrandas siempre es complejo, no se tienen nunca todos los elementos y se opina desde la propia pasión que requiere un fenómeno bello por su Historia y esencia. Pero más allá de la mirada llena de emociones y de sentido de pertenencia hay que buscar los resortes serios y reales que permitan que esta fiesta subsista. Es probable que en este 2023 aparezca una vez más un apoyo financiero estatal e incluso que la emigración vuelva a hacer su valioso aporte. Pero en el 2024 no se puede ir al mismo panorama de incertidumbre. Desde 1820, parte de la tradición era que en enero y hasta diciembre se iniciaba el ciclo creativo y se activaban las rivalidades eternas. Era un proceso que no se detenía y que le daba encanto y dinamismo a la fiesta. Ahora la expectativa no es qué proyecto se va a llevar adelante, sino si se van a hacer las Parrandas. De preocuparnos por su riqueza y su diversidad en cuanto a lenguaje estético, hemos pasado a la conciencia precaria de su mera vida formal. Y eso resulta nocivo para el fenómeno.
Las Parrandas de Remedios no son las únicas de Cuba, ahora mismo hay una polémica para que se realicen las del poblado de Guayos. En el propio municipio concerniente a la Octava Villa hubo en su tiempo festejos en sitios como Carrillo y Remates de Ariosa. Hoy se mantienen en Zulueta y Buenavista. Como periodista estoy consciente y doy fe de que las autoridades de Villa Clara comprenden la trascendencia de este tema y le darán solución al asunto de la factura presupuestaria. Pero no puede ser que en el 2024 nos golpee el mismo trauma y vayamos como el famoso mito de Sísifo a cargar la piedra una y otra vez hasta la cima para que nuestro esfuerzo sea estéril.
No solo está en juego la alegría de un gran sector de nuestra sociedad, sino, elementos de identidad que son vitales para enfrentar la colonización cultural y darles fortaleza a los sentidos de construcción política que son propios de esta nación. El debate no debe quedarse en si se otorga dinero o no, sino en cuánto hemos perdido en este asunto de la subsistencia y cómo se puede recuperar ese terreno discursivo que ha estado bajo asedio y sin el oxígeno necesario para poder caminar y desarrollarse.
Las Parrandas no atraviesan por un proceso de extinción, sino de incomprensión. Aún no estamos a la altura de la Historia. Nos faltan dimensiones teóricas, investigativas, mediáticas e incluso estéticas para que el fenómeno sea valorado y establecido en su justo puesto dentro de la cultura cubana. Hemos sido injustos con las Parrandas y ello pasa por el fatalismo de que no se desarrollan en ninguna capital de provincias, sino en municipios e incluso en poblados. Hace unos días, este periodista tuvo el honor de colaborar con la hechura de las fiestas en Iguará, un punto rural del territorio de Yaguajay. A pesar del entusiasmo con que los habitantes del sitio llevaron adelante todo, costeado de su bolsillo y con ayuda de emigrados, no se vio un interés institucional por validar, estudiar y colocar el proceso en su jerarquía cultural. Y ese es un trabajo en el cual estamos perdiendo terreno y donde además hemos sido superficiales y obtusos.
No ha de verse en el proceso reiterado de reclamaciones del pueblo remediano y demás sitios de Parrandas un problema de deslealtad a valores patrios esenciales, ni de rebeldía sin causa. La gran fortaleza de este fenómeno sigue siendo el sentido de pertenencia que se sostiene con total autonomía y que ha desarrollado un talante resistente ante los intentos de colonización cultural. Asimismo, las Parrandas se han beneficiado de políticas proteccionistas estatales que hoy son más necesarias o al menos vitales en una gran parte de su hechura material. Ese gasto es totalmente reversible, cuando se sabe que la fiesta constituye un paquete vendible al turismo internacional y una oportunidad de venta para toda aquella empresa que esté buscando un mercado virgen para sus inversiones y ganancias. Solo hay que mirar hacia las Parrandas con un punto de vista más cercano, comprensivo y cultural, dejando de lado prejuicios y maneras mecanicistas de proceder dentro del fenómeno.
En nuestras manos está no solo que este 2023 se haga un festejo a la altura de sus 203 años de Historia, sino que en lo que concierne a la posteridad se destraben las burocracias que ahogan y que impiden que una porción de nuestra esencia logre el brillo que de por sí posee como potencia del espíritu. Las Parrandas tendrán que bregar por ese camino y contarán con el apoyo de muchos que están dispuestos a dar más que un artículo periodístico. A esa identidad hay que ir, para hallar las respuestas.
Leidiana Morales Reyes
13/9/23 13:57
Las Parrandas es San Juan de los Remedios, no es sólo la cuna de las fiestas populares, hace años declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es además el motor impulsor del pueblo remediano, y otros pueblos parranderos , comunidades que también fueron declaradas Patrimonio Cultural intangible. La identidad cultural de los remedianos y demás parranderos de la Región Central tiene una cultura de resistencia muy fuerte, llena de significados y significantes. Cada parrandero lo expresa con sus palabras, y sus acciones en favor de la fiesta de su barrio con su participación, si aporte de corazón, material o espiritual, muchos pobladores de esta comunidades, en especial en Remedios trabajan día a día con iniciativas para su barrio, en las naves o en sus propias casas. Los remedianos ausentes reservan sus vacaciones para el 24 de diciembre, no perderse su noche de fuego, folclore y tradición, cuando la polka y la pirotecnia anuncian que la fiesta va a comenzar...Esperamos que el gobierno del municipio y el equipo de desarrollo local de la cuna de las Parrandas en función de la identidad de esta fiesta popular y toda la comunidad gestione los recursos necesarios y hagan un buen estudio de factibilidad para la Parranda Remediana, fiesta popular Patrimonio Cultural Inmaterial del municipio, la nación y la humanidad, riqueza cultural y social de la comunidad parrandera que es la fiesta madre del resto de las Parrandas de la región Central, por la que la Cultura Cubana es conocida en el resto del mundo, avalada y reconocida por la UNESCO.
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