Se exhiben en Cuba, por primera vez, piezas de la civilización minoico-micénica, culturas que se desarrollaron en la cuenca del mar Egeo 20 mil años atrás. La única máscara que se conserva del rey Agamenón es la principal atracción.
Los originales y las copias de armas, objetos metálicos de diferentes tamaños, vasos de cerámica, máscaras y figurillas proceden de la colección Conde de Lagunillas, perteneciente al Museo de Arte Universal de La Habana, de las magníficas copias del Museo del Instituto Winckelmann de Berlín y del Museo Dihigo de la Universidad de La Habana.
Este conjunto especial de veintiséis vestigios es una muestra interesante de famosas representaciones de los antiguos pobladores del Egeo. Honrar el trabajo de los reproductores de las piezas también es objetivo de la exposición titulada El mundo minoico-micénico y la obra de Emile Gilliéron e hijo, organizada por la Dra. María Castro y Aymée Chicuri, especialistas del Museo de Bellas Artes.
Entre los cubanos, una muestra de esta temática enriquece el conocimiento sobre un período legendario y recuerda el poema épico de Homero, La Ilíada. Las piezas evocan los famosos lugares y héroes que se describen en el célebre texto, como la "Micenas dorada" donde reinó el rey Agamenón; Pilos, en que fue asesinado Néstor; y Ftia en Tesalia, el hogar de Aquiles.
Excavadores y arqueólogos, como el aficionado alemán Heinrich Schliemann —quien trabajó en Micenas— y sir Arthur Evans —en Creta—, cambiaron la historia de la arqueología clásica con sus descubrimientos en estos territorios durante el último cuarto del siglo XIX. Ellos desenterraron una época anterior a la de Homero.
Junto a estos especialistas trabajaron algunos artistas que reconstruyeron, restauraron, dibujaron y copiaron las obras para la posteridad. Hombres como Emile Gilliéron (Berna 1851-1924) y el hijo de igual nombre (Atenas 1885-1939) no integraron los anales de la historia con igual reconocimiento; sin embargo, con su labor contribuyeron a la difusión de los hallazgos cuando las leyes vigentes en Grecia prohibían la salida del país de tales piezas y los medios de comunicación no estaban tan desarrollados.
Con el homenaje a estos hombres imprescindibles en la historia de la humanidad, se valoriza también el protagonismo de la copia en la museología moderna. Ellos mediante un proceso químico muy complicado, conocido como técnica de galvanoplástica —hoy en desuso—, reprodujeron objetos de metal, bronce y estaño.
Las copias de excelente calidad facilitaron el conocimiento mundial del fascinante mundo minoico-micénico y allanaron el camino de investigadores y estudiosos.
La civilización del Egeo, término usado para referirse a la Edad del Bronce que se desarrolló en la cuenca de aquel mar, está integrada por dos culturas principales: la Minoica, que floreció en Creta y alcanzó su esplendor a mediados de la Edad del Bronce (c. 2000-1450 a.C.), esencialmente en Cnosos y Festos; y la Micénica, desarrollada a finales de ese periodo (c. 1450-1100 a.C.) desde su centro de Micenas, y también en Tirinto y Pilos.
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