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domingo, 17 de noviembre de 2024

La fiera que se avecina

La Feria tiene que pensarse con inteligencia, para escalonar los gustos…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 07/02/2019
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Feria del libro 2019
Las listas editoriales cubanas adolecen de una cercanía con el gusto más elemental del público

La Feria del Libro no atañe solo al fenómeno libresco per se, sino a la manifestación de la cultura como un todo, donde se logran o no las resonancias que conlleva un evento de tal magnitud. Creados para alimentar la voracidad lectora del cubano, tales sucesos se extienden por todo el país, con ramificaciones hasta en los caseríos de montaña, allí entre una escuelita y el magro pero útil estante de libros.

Por tanto, la Feria del Libro de Cuba le da significación a la cultura nacional, la hace especial en un mundo donde cualquier texto banal cuesta más que uno clásico, siendo este último un desecho mercantil, un mero bagazo de academia. En un panorama editorial que nos dicta el no leer como conducta, la apuesta por interpretarnos es un hecho cada año de novedades, de reencuentros, un río metafórico y esencial.

Al cuidado de tales ganancias debiéramos ir cuando, conscientes de ello, sabemos de falencias en el procedimiento de venta y promoción. Las listas editoriales cubanas adolecen de una cercanía con el gusto más elemental del público, cuando en realidad invariablemente se apostó por subirle el nivel, retarlo, dar siempre lo mejor.

Del pasado, de aquellas ediciones de lujo, no podemos vivir, porque el presente se impone con la fuerza de lo obligado, y sabemos que lejos están los tiempos en que nuestros padres iban en un ómnibus, de pie y leyendo. Lo que pasó, pasó. Ya de las colecciones Huracán, Dragón, etc., quedan unos ejemplares deshechos en los anaqueles, lo mismo podemos decir de los precios fantásticos que permitían adquirir la Comedia Humana, a cambio de unos centavos ridículos.

La Feria de hoy, que no la fiera como le llaman muchos, tiene que proseguir su camino de la rentabilidad, el amplio acceso y a la vez la calidad de los textos. Está bien que haya textos para el público infantil y adolescente, pero, ¿qué les estamos dando, acaso algo que los vaya a continuar en el camino del saber? Mucho de soso suele encontrarse en el mercadillo de esos libros iniciáticos.

En mi adolescencia, a la par que las novelas de capa y espada heredadas por familia, me hice de muchos libros de Historia y allí se inició mi pasión por la mayor ficción jamás contada: nosotros mismos, el hombre y su existencia. Me recuerdo con 14 años hojeando “La Gran Guerra Patria”, con sus diversas ilustraciones sobre cómo fue aquella gesta que definió el rostro de los próximos siglos. Antes, mi padre me indujo a los cuentos populares rusos y a enciclopedias ilustradas a color.

Creo que hoy no pudiera entender medianamente el mundo sin aquellos pasos, siempre asistidos, hoy recobrados. No hay lectura densa, solo editor incapaz de encender la mecha de la curiosidad, del encanto, del asombro (ese estado, dicen los griegos clásicos, define al hombre sabio). En las Ferias, a veces vistas por mí mismo como fieras, persigo clásicos o libros de ensayos que relean a los clásicos, de ahí la problemática que me aguijonea: hay mucha paja y pocas pepitas.

La Feria tiene que pensarse con inteligencia, para escalonar los gustos, de manera que haya para todos: los que empiezan y los que estamos siempre empezando, porque consideramos que leer es un viaje, una aventura.

Lejos de esto, ya hace años se observan fenómenos de marginalidad con respecto a las leyes del mercado, pues se quiere copiar una manera de comercio que se distancia del pasado cultural cubano y que, además, ha demostrado su fracaso como modelo mundial. Baste decir que en muchos países, los libros se venden junto a los ansiolíticos en farmacias. Hay eslóganes como “deje de sufrir y lea a Nietzsche”.

Una “Feria de las Vanidades” se adueña de los libreros en esos anaqueles, una que en algunos bolsones cubanos se quiere copiar. La serie española “La que se avecina”, que sigo por su humor inteligente y crítico, se refiere a ese fenómeno en el personaje de Maite Figueroa, una mujer frustrada matrimonial y profesionalmente, que vive como una típica “maruja” española y que, a partir de narrar los chismes de barrio en un libro, deviene en autora del best seller “Lujuria en el extrarradio”.  

Maite encarna la versión posmoderna y femenina del buscón español, ese personaje que aparece en la picaresca ibérica y que en América, ya lo dijo Carpentier, escala en la sociedad hasta convertirse en político y dictador (verbigracia Batista, Trujillo, Pinochet y un largo etc., que va hasta Aureliano Buendía). La mediocridad vista desde el punto intelectual, se convierte en enseñanza, en ironía que ilumina. Como el viejo método de hacer parir a la ignorancia, sacarle sabiduría.

Pero llenando la Feria de Maites no lograremos el efecto  inteligente que nos muestra “La que se avecina”, esa especie de exorcismo. Ya se conoce que nada útil se hace en esta vida sin reírse y que el humor, el de verdad, es rasgo de un alto intelecto. Nuestra Feria, la que se avecina, adolece del efecto reflexivo y superador que años atrás nos traía hasta nuestras casas.

Más que una Feria, más allá de una fiera, la que se avecina debiera retornar a la semilla, no porque cualquier tiempo pasado sea mejor, sino porque los pasos perdidos resultan tan esenciales, que no estamos en tiempos de olvidarlos.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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