viernes, 29 de marzo de 2024

Justo Vega: un debate, una pelea, sin una palabra fea

Una vez establecida la espinela en su prolífica mente, los barrios de Luyanó, Palatino, El Cerro y El Vedado lo tuvieron como fervoroso asiduo de canturías familiares, hasta su fallecimiento el 13 de enero de 1993.

Alain Amador Pardo en Granma 14/01/2021
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Justo Vega-Adolfo Alfonso
La cúspide de su carrera se fraguó al calor del espacio televisivo “Palmas y Cañas”; sobre todo en aquellas encendidas controversias con Adolfo Alfonso.

Cuentan que una noche, siendo apenas un muchacho mandadero y pastor de vacas, Justo Vega vio a los decimistas José Guerrero y Eloy Romero improvisando en una bodega. Pocos motivos tenían los campesinos de San Antonio de Cabezas (Matanzas) para deleitarse en medio de las penurias.

Justo comprobó que también podía improvisar, y poco a poco se curtió en la técnica de los 10 versos octosílabos, mientras aseguraba parte del sustento de sus seis hermanos y su madre.

Pronto llegó a la capital, y lo único que consiguió para ganarse el pan fue un puesto de peón en obras públicas. Y a fuerza de tanto trabajo, algo de solaz y esparcimiento encontraba en los cafés de La Habana de entonces.

No fue Justo Vega un nombre para rendiciones ni desánimos. Por eso, una vez establecida la espinela en su prolífica mente, los barrios de Luyanó, Palatino, El Cerro y El Vedado lo tuvieron como fervoroso asiduo de canturías familiares.

Cuando conoció a Caridad –su amor de siempre- en 1937, Justo había ganado un nombre con su Cuarteto de Trovadores Cubanos. Quizás si ese día hubiera declinado asistir al convite de la Sociedad de Beneficencia de los empleados de la Ruta 1, la historia sería diferente.

Dos años más tarde, el reconocido como “El Caballero de la décima cubana”, prolongaría su fama al dirigir la publicidad de la firma de cigarros Partagás, incluso con una hora de programación pagada por la marca en la emisora C.O.C.O.

Algunos nostálgicos abuelos recordarán hoy el famoso “correo del amor” de esas frecuencias, en el que Justo Vega instaba a los jóvenes a establecer relaciones epistolares para luego conocerse en persona.

Fue, pudiera decirse, una especie de rudimento o primeros pasos de las actuales “redes sociales”; ya que muchos felices matrimonios se concretaron al calor de la iniciativa.

Sin lugar a dudas, ese fructífero recorrido llevó al poeta a un puesto destacado cuando en 1959 triunfó la Revolución. La cúspide de su carrera se fraguó al calor del espacio televisivo “Palmas y Cañas”; sobre todo en aquellas encendidas controversias con Adolfo Alfonso.

“Justo yo quiero saber, si estás dispuesto a cantar, dispuesto a polemizar, y a no dejarte vencer”, cantó una vez su rival poético de siempre: “Yo quiero verte ascender, como el aire que se empina, y si este se determina, ya verán cómo lo agarro, lo malo es que este cacharro, se quede sin gasolina”.

La respuesta no se hizo esperar, y al calor de la improvisación, el delgado decimista acrecentó su rima con mirada penetrante a través de los espejuelos: “Podemos polemizar, sin un miedo sin un susto, para complacer el gusto, de la masa popular”.

Luego venía una pose reflexiva para volver a su gesto acusador: “Podemos desarrollar, con la voz y con la idea, un debate, una pelea, golpe a golpe, y palo a palo, pero sin un chiste malo, sin una palabra fea”.

Aún en aquellos encendidos encuentros se descubría cierta picardía, y no pocas veces se le vio reír rasgando la voz  en plena discusión.

Ese era Justo Vega, el de los domingos, el de “Patria Guajira” donde cantaba a las conquistas de campesinos como él que habían encontrado justicia y acomodo con la llegada de Fidel.

Podía vérsele también cortando caña en algún batallón de trabajo voluntario, o encarnando al Apóstol en el filme “Páginas del Diario de José Martí” bajo la dirección de José Massip.

El Caballero de la décima cubana fue un hombre recto y correcto como pocos, entregado a la décima, a la familia, al humilde y al rebelde;  a la obra hecha y por hacer, querido entre palmares lo mismo que en las grandes y populosas ciudades.

La comprometida espinela que cultivaba, voló del cuerpo el 13 de enero de 1993; pero aquellos versos que devinieron crónicas de nuestra identidad y patriotismo, perduran en sus continuadores y en los oídos del pueblo que le escuchó improvisar hasta los 83 años.

Quizás por eso, entre otros reconocimientos vividos y póstumos, la Casa de Cultura Municipal de Arroyo Naranjo, en La Habana, lleva su nombre.


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Alain Amador Pardo

Periodista


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