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lunes, 18 de noviembre de 2024

Ismael Serrano: La Revolución tiene que ser global (+Fotos)(+Video)

El cantautor español regresó a Cuba nueve años después y viene a contarnos nuevas historias, con su nuevo disco "Todo empieza y todo acaba en ti"...

R. A. Hdez, Yinett Polanco en Cubasí 08/06/2013
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Ismael Serrano - Portada
El cantautor español Ismael Serrano

Hace algunos años, justo una noche de enero del 2004, el poeta, amigo y colaborador Waldo Leyva junto con nuestro querido periodista y poeta Bladimir Zamora, le trajeron a la antigua sede de la revista La Jiribilla, en el Palacio del Segundo Cabo. Entonces, solo unos pocos conocíamos en Cuba algunas de sus canciones. Algunos místicos agrupados en torno a ese hermoso proyecto que es la Tropa Cósmica de Silvio Rodríguez se dieron a la tarea de recopilar temas donde se aludiera de manera directa al trovador cubano. Su nombre saltó junto con el de otros como Pedro Guerra, Fernando Delgadillo, Javier Bergia, Alejandro Filio, Raly Barrionuevo; su legendaria canción “Vine del Norte” bastó para que se nos abrieran las puertas a su poesía y comprendiéramos que estábamos ante un cantautor singular.

Ismael Serrano regresó a Cuba, nueve años después, y ya no somos unos pocos los que conocemos muchas de sus tantas canciones, a pesar de que en la mayoría de los circuitos de divulgación siga siendo desconocido. Trae un disco nuevo bajo el brazo: Todo empieza y todo acaba en ti, en lo que él mismo ha dado en llamar Edición especial vespertina; trae una mochila cargada de utopías y compromisos, y viene a contarnos nuevas historias, otras tristezas, pero también llamados de esperanza, fuerza y lucha.

La coyuntura histórica actual de su país es tema constante en sus pláticas y en sus composiciones. “Habrá que someter a referéndum” o “Despierta”, que grabó en colaboración con Silvio Rodríguez, está dedicada al movimiento de los indignados o 15-M en España. “Despierta, arranca las cortinas y vístete de calle, que la vida te cubra como el agua fría la cara…”, así nos convoca el trovador desde el poema original que dio germen a muchas de las canciones de esta, su decimoprimera producción discográfica.

A despertar y permitirnos soñar con una sociedad mejor nos invita este bloguero, periodista, columnista, conductor radial, poeta, un poco pintor, productor discográfico, editor, por supuesto contador de historias y canciones, pero también actor y guionista cinematográfico, en fin, casi un ser renacentista del siglo XXI; que accedió dentro del apretado tiempo de su estancia en Cuba y en el contexto de sendos conciertos en La Habana y Santa Clara a conversar, como aquella vez, con La Jiribilla.

- En los ya lejanos años 90, cuando comenzaste este largo y a ratos tortuoso camino, parecía que habría un resurgir de la figura del cantautor y de la canción de autor. De entonces a acá, ¿cuánto ha cambiado el reverso de esa moneda?, ¿desaparecieron los cantautores o “los cantaoyentes”?

Los cantautores son reflejo de la sociedad. En los años 70 el cantautor era lo que era también porque la sociedad era la que era. No solamente constituían un fenómeno musical, eran un fenómeno social, un catalizador de un momento de efervescencia política que se vivía en la calle, en las universidades, en la vida cotidiana. Hoy en día, si bien existen fenómenos esperanzadores como el movimiento de los indignados, esa efervescencia no se percibe en España. La juventud ha perdido en muchos aspectos su conciencia social, con lo cual el oyente ha perdido capacidad de análisis político, una cierta insensibilidad social que lo aleja de la canción de autor.

Es cierto que las plataformas de comunicación, los medios de difusión musicales convencionales no dejan espacio para este tipo de música, se ha homogeneizado la propuesta musical en muchos aspectos, excluyendo alternativas como pueden ser los cantautores; pero no solo le pasa a los cantautores, también le sucede a los cantantes de hip hop, por ejemplo, es decir, la gente con un mínimo de conciencia social y crítica que no tiene espacio. El “cantaoyente” está ahí, pero no ha tenido la posibilidad de descubrir a los cantautores.

Hubo un tiempo en España cuando ponías la radio y podías escuchar una canción que te tocaba y te transformaba la mente, que te cambiaba la vida, ahora eso es sumamente difícil. Hoy en día, para encontrar una música que realmente te guste y te emocione se requiere una voluntad de búsqueda que te lleva a Internet a indagar en determinados foros porque la música que suena es de evasión. La música testimonial, comprometida, no ya desde el punto de vista político, sino comprometida literariamente, con los contenidos, ha sido excluida. Antes encontrabas, ahora se busca. No es que la gente haya perdido capacidad para emocionarse, es que no tiene la opción de conocer lo diferente si no tiene voluntad de búsqueda.

En ese sentido ha cambiado el panorama musical tanto como ha cambiado el modelo discográfico. Antes se tenía una mirada a largo plazo que se ha perdido, se desarrollaba la carrera de un artista con el tiempo, con un repertorio, ahora no; hoy se persigue la rentabilidad inmediata y en ese contexto no siempre un cantautor halla los espacios que realmente merece. Existen muchos cantautores jóvenes, existe un circuito de música en directo en Madrid muy activo, pero no es todo lo masivo que debiera ser.

- Podríamos hablar de un panorama homogéneo hasta dentro de los propios cantautores, que prefieren privilegiar sus letras y no la composición musical. Sin embargo, Ismael Serrano se caracteriza por hacer patentes sus influencias del jazz, del bossa, incluso del hip hop. ¿Cómo es el proceso de composición en tu caso?

Por lo general, se tiene una idea del cantautor como alguien que privilegia los textos por encima de la música; pero eso no le hace justicia a la tradición. Si algo debiera definir al cantautor es la búsqueda del equilibrio entre la música y los textos. Si se analizan las armonías de gente como Silvio Rodríguez, como Joan Manuel Serrat y tantos otros, uno se da cuenta de que son una complejidad mayor que el pop que habitualmente tiene estructuras muy sencillas. El cantautor es esencialmente un renovador del folclore popular, al que le da una dimensión poética por un lado, y por otro, nuevas búsquedas armónicas y melódicas que hacen sus temas un poco más complejos.

En mi caso, el proceso de composición de cada canción es diferente. Soy muy poco disciplinado para componer, no tengo un protocolo ni una rutina. Algunas canciones surgen a partir de un texto, otras a partir de una melodía, por lo general ambos van de la mano, son muy dependientes una del otro. No es un proceso en el que me disponga a priori a componer sino que son ideas que van llegando a mí. Uno tiene la sensación, aunque suene un poquito pretencioso y cursi, de que se encuentra con las canciones que, de cierto modo, te vienen persiguiendo y te encuentras con ellas cuando agarras la guitarra. Para mí hay un lugar de encuentro feliz cuando agarro la guitarra —es de las pocas cosas que sé hacer solo— y entro en ese proceso de introspección.

- “Papá cuéntame otra vez” ha sido una suerte de himno para una generación que tal vez intentó soñar otro despertar, otro Mayo Francés. Y, ahora, retomas un poco esa idea que reaparece en tu nuevo disco con temas como, “Despierta” y “Habrá que someter a referéndum”. ¿Pueden las canciones cambiar o influir en su tiempo? ¿Qué papel crees que deban desempeñar las nuevas generaciones ante su futuro? ¿Cuánto le falta por hacer todavía a agrupaciones como el movimiento de los indignados, al 15-M, o a Okupa Wall Street, en EE.UU.?

Escribí “Papá cuéntame otra vez” junto con mi hermano Daniel cuando yo tenía 18 años. Antes incluso de que saliera mi primer disco. Con ella pretendía hacer la bronca a una generación —la generación de mis padres— que había luchado por un mundo muy diferente al que nos habían regalado. Habían renunciado a ciertos sueños, a ciertos ideales, a ciertas luchas, y les hacía ese reproche desde la impunidad que me otorgaba la juventud de entonces. Les decía que quizá no hubiera estado de más haber continuado con alguna de aquellas reivindicaciones.

Con 39 años uno no puede seguir interpretando esa canción de la misma forma porque es de caraduras. No puedo seguir reprochándole a mi padre el fracaso del mundo en el que vivo cuando mi generación también es responsable de lo que ocurre. Sigo cantándola por varios motivos: porque tengo memoria, porque sigo creyendo en los sueños de los que habla el tema y porque considero que mi generación aún está a tiempo de construir un relato propio.

Una de las cosas que ha revelado en España esta crisis es el déficit democrático en el que vivimos: entre los jóvenes menores de 25 años hay un desempleo del 57 porciento, pero no solamente eso, sino que han sido excluidos del relato político actual, del ámbito en el que se toman las decisiones relacionadas con su futuro. Estos ajustes estructurales que están desmantelando el estado de bienestar apelan a una solución a largo plazo. (John Maynard) Keynes decía que a largo plazo estamos todos muertos, es decir, estás condenando a una generación, a la generación más joven, al olvido y al fracaso absoluto.

Últimamente se está debatiendo mucho en España cómo los iconos de la transición española han caído en crisis, poniendo de manifiesto que esa transición ha terminado y ha sido demolida. El modelo social, político, las instituciones creadas durante la transición se tambalean, desde la propia corona —a raíz de varios casos de corrupción y de ciertas actitudes del rey reprobadas por toda la sociedad— a otras instituciones democráticas y a la propia clase política que la gente siente como lejana y en la cual no se ve una renovación, no ya desde el punto de vista ideológico sino simplemente de caras.

¿Qué le hace falta a la gente joven en la sociedad española? Hace falta un espacio que no le permiten tener, no se permite una renovación generacional desde el punto de vista político. Además, la gente joven está asustada en muchos aspectos. En España, desde la transición hasta ahora, la historia ha sido una ascensión social. La crisis era previsible, mucha gente sabía que iba a ocurrir porque se estaba alimentando una burbuja que finalmente ha estallado y ahora, por primera vez en décadas, ese ascensor social se ha detenido y no solamente se ha detenido sino que está bajando: nuestros hijos van a vivir peor que lo que han vivido nuestros padres.

La sociedad está en estado de shock y el sistema ha sido tan perverso que ha convertido los derechos en privilegios, por ejemplo: cuando el derecho al trabajo se devalúa como se ha devaluado, cuando tener trabajo se convierte en un privilegio, uno no repara en las condiciones de trabajo y acepta cualquier empleo en cualquier condición. Una de las consecuencias de esa crisis es la devaluación de los salarios, la devaluación de la calidad de los trabajos que, cada vez, son más precarios, se vive en lo que algunos han denominado la sociedad de riesgo, en la que no sabes qué te va a ocurrir mañana. En esa sociedad de riesgo, en ese estado de precariedad, con esa espada de Damocles permanentemente sobre su cabeza la gente está asustada y eso es fundamentalmente lo que ocurre hoy en España. El sistema ha creado esa sensación de riesgo permanente de modo que paraliza a una sociedad que además está atomizada.

Una de las características de la transición era que la ciudadanía tenía un protagonismo activo: se le veía presente en la calle, en las decisiones políticas. Ahora no. Hace poco salió una entrevista con Mariano Rajoy, el presidente del gobierno en España, en la que decía que él no había cumplido con sus promesas electorales pero había cumplido con su deber. Qué revela esto: que entre los deberes de un político no está el cumplir con el compromiso electoral. El sistema democrático se devalúa totalmente. Aunque hay un movimiento de indignación activo que fue el 15-M hay una sensación de hartazgo y, más allá del miedo, hay una sensación de que no se puede influir en la realidad política. Hay una cierta resignación, la ciudadanía ha perdido conciencia de su capacidad para influir, se le ha arrebatado el protagonismo político y anda en ese estado de incertidumbre.

Cualquier cosa puede detonar el conflicto social en cuanto la gente sea capaz de sobreponerse a ese estado de resignación y de establecer vínculos entre unos y otros de tal forma que pueda recuperar su capacidad de influir, o, al menos, su conciencia de que puede influir en la realidad. Es un momento crucial en la historia de mi país porque asistimos al derrumbe de una transición que dio un modelo político y social que se está agotando en tanto todas las instituciones, y cuando digo todas las instituciones me refiero desde el Parlamento, los políticos, la corona, hasta los propios medios de comunicación, periódicos y periodistas de prestigio que fueron significativos durante una época cuya credibilidad se tambalea.

- ¿La canción “Despierta” es un llamado a eso?

Sí, por eso quería cantarla con Silvio. He grabado una versión de ese tema con él, porque Silvio, en cierto modo, supone la conciencia en España. Su voz está vinculada con el despertar político de una generación que protagonizó un momento de efervescencia en España.

- A partir de este significado de las canciones de Silvio en tu obra y en tu vida, ¿qué otras influencias cubanas existen en tus creaciones?, ¿qué es Cuba para ti, tomando como punto de partida este regreso?

Una de las cosas que me unen a Latinoamérica antes de poder visitarla es que gran parte de mis referencias estaban aquí. Conocí la poesía de la mano de Pablo Neruda, Jaime Sabines, César Vallejo, Mario Benedetti. Crecí también escuchando la música de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Vicente Feliú, Víctor Jara, la voz de Mercedes Sosa… eso me une también al continente. Incluso, comparto referencias ideológicas que pasan por las Madres de la Plaza de Mayo, por los movimientos indigenistas y sindicalistas en Latinoamérica, por la lucha por los derechos humanos, por el Che.

Empecé conociendo el continente por el Cono Sur —Argentina y Chile— y ese vínculo se hizo más estrecho. Conocí a Silvio personalmente en el año 1997, en un concierto que se hizo en Chile, en el Estadio Nacional, en homenaje al Che Guevara. Él fue muy cercano conmigo, muy generoso. He tenido también la oportunidad de conocer a otros músicos cubanos en España como Pablo Milanés, Santiago Feliú, Frank Delgado, Polito Ibáñez. Recuerdo que en una de las visitas que hice aquí, a la Isla, Vicente Feliú tenía una peña en la Biblioteca Nacional y fui allí a verlo, estuve cantando con él. Hice una gira por México llamada “Despertadores” y uno de los cantautores con quienes compartí escenario fue con Amaury Pérez. Siempre he estado pendiente de la música que se hacía aquí. Ellos también tienen una relación con España que cultivan con sus visitas, con sus conciertos y he tratado de estar pendiente de todo eso. El contacto ha sido fluido, permanente.

Casi todos los cantautores de mi generación en España les debemos los conocimientos armónicos, recursos líricos, poéticos que, indudablemente, están en nuestra música; es una referencia ineludible. Se lo he escuchado decir a gente como Pedro Guerra, como muchísimos otros, que reconocen en Silvio, en Pablo, en toda la trova cubana una influencia clara, y en mi caso también. Aprendí a tocar la guitarra intentando sacar los acordes de una canción de Silvio.

- En el concierto Principio de Incertidumbre, citando a José Saramago, decías que “hoy en día existen dos grandes superpotencias... una es EE.UU., la otra eres Tú, somos todos, nosotros”. Justo ahora España y, en general, Europa pasan por un momento social bien complejo. ¿Cuál crees que deba ser la responsabilidad del cantautor, del intelectual comprometido con este, su tiempo?

Los cantautores deben ser altavoces de su tiempo, de un sentir general. Algo que ha definido mucho al movimiento del 15-M y al movimiento de la indignación es la ausencia de líderes, incluso el rechazo de rostros reconocibles que lideraran el movimiento. Los portavoces no eran personas fijas sino que se rotaban, como si intentasen huir de los líderes fijos. No fijar la representación de un movimiento en una única persona es una opción, pero también responde a la ausencia de un liderazgo claro de referentes morales e ideológicos. Esta es, además, una crisis de referentes, no existe una intelectualidad sobre todo entre la gente joven, no se sienten representados. La intelectualidad como modelo de la transición también está en crisis porque los intelectuales representan el stablishment de esa transición y no dejan espacio para nuevos representantes, para nuevos valores y para nuevos referentes.

En la canción “Papá cuéntame otra vez” trataba de decir que, al menos, mis padres tienen un relato que contar. Nosotros no tenemos un relato. Quizá el 15-M pueda ser el prólogo de ese relato. Nosotros hemos crecido con la caída del Muro de Berlín, hemos crecido cuando se ha dicho que la historia ha terminado, hemos crecido durante un periodo de la historia de nuestro país donde se ha abandonado el debate de las ideas, hemos crecido en el desencanto de los partidos políticos tradicionales, hemos crecido liberados de los dogmas, de las estructuras ideológicas fijas y cerradas con las que crecieron nuestros padres y que daban respuestas claras a los problemas de la gente. Nos hemos liberado de eso pero nos ha faltado por hacer un discurso propio.

Hemos crecido en una sociedad atomizada que nos ha impedido tener un espacio común precisamente para establecer ese discurso propio, para articular un debate. Hemos crecido sin un medio de comunicación; así como nuestros padres cuando eran jóvenes durante la transición tenían sus medios de comunicación como El País, que desde la transición hasta ahora había sido un medio progresista o Ajo Blanco, que era una revista de debate político muy significativa. Nosotros hemos sido excluidos de los medios y ni qué decir de la gente más joven que yo. Hay una crisis identitaria que responde incluso a una crisis de la intelectualidad en la que se pueda sentir representada la gente más joven.

Quizá eso influye en que, por ejemplo, los músicos estamos ausentes del debate como gremio. Me gustaría pensar que individualmente estoy intentando aportar algo a ese discurso que nos falta pero como colectivo, desde el punto de vista intelectual, los músicos no estamos a la altura. Podría parecer que esa postura es un poco acomodaticia o de letargo pero no es así, es más bien de exclusión, los jóvenes han sido excluidos de los procesos políticos e intelectuales que ha vivido España en este tiempo.

- Te referías a los medios de comunicación, tú mismo tienes un espacio de opinión en Público.es, has sostenido espacios en la radio, llevas un blog. ¿Esa es otra manera de participar?

También. Soy hijo de periodista y el reto de ser permeable a la realidad y hacer crónica con ella me viene de esa “deformación” familiar, por así decirlo, de esa “deformación” profesional que mi padre emplea en todo, incluso para escribir poesía. Es expresión del compromiso que tiene que ver con la educación, con el lugar en el cual hemos crecido, de una historia de mucha militancia. Cuando he tenido la oportunidad de tener una tribuna siento el deber de hacer una crónica desde una perspectiva crítica y exigente, desde mi visión de izquierda. Eso es algo que no se debe perder el periodista: huir de la complacencia, del discurso acomodado. En la radio también he participado en algunas tertulias, por lo general siempre ha sido con ese matiz, uno mira las ideas desde su prisma ideológico.

He intentado ser siempre crítico con el poder, sea cual sea, más aún cuando uno lo siente afín. He intentado tener una conciencia social que te haga ser capaz de hacer un análisis serio de la realidad. Ese es otro de los problemas que padece mi generación, se habla de Internet como de un vehículo para establecer nuevos medios de comunicación, a los músicos se nos plantea como la solución a nuestros problemas para difundir nuestra música y no reparamos en que Internet impone el encapsulamiento del mensaje hasta tal punto que se está perdiendo la capacidad de hacer una lectura en profundidad de los procesos. El caudal de información que recibimos por Internet es tan grande que finalmente se coinvierte en ruido. Es muy difícil discriminar lo realmente útil de lo que no lo es.

Las propias redes sociales imponen cada vez más el encapsulamiento. Twitter me parece una herramienta maravillosa porque permite una comunicación directa sin intermediarios, pero impone como límite los 140 caracteres; poner límites al mensaje impide hacer una escritura con matices. Cada vez que tenemos la pantalla de Internet abierta tenemos al mismo tiempo en el explorador nuestro correo, nuestro blog, nuestro Facebook, nuestro Twitter, varios medios de comunicación y vamos de uno a otro espacio. Está estudiado que Internet está haciéndonos perder capacidad para hacer lecturas en profundidad de los sucesos y procesos.

- Umberto Eco sentenciaba que Internet nos ha hecho quedarnos cada vez más solos…

Porque proyecta un tipo de relaciones virtuales que no se corresponde con lo real. Somos capaces de tener cientos de amigos a través de las redes sociales y lo desconocemos todo sobre el hombre que vive en la puerta del frente. Cuando vemos que va a subir la escalera evitamos bajar para no cruzarnos con él. Internet genera grupos de afinidades y pierdes el valor de la diferencia. Nos homogeneíza, aunque no lo parezca. Sí ha influido mucho en las formas de movilización de la gente, en la Primavera Árabe, en el 15-M. Es verdad que nos brinda un espacio tremendamente útil para dar a conocer nuestras ideas, nos convierte en líderes de opinión a todos, todos podemos tener nuestro blog, pero esa masividad se convierte en ruido. Yo aún creo en la cabecera del periódico que da una cierta credibilidad, ahora que los periódicos están en crisis, a mí me parece que una cabecera o titular dice mucho de la credibilidad del medio, de la firma y también de la dirección editorial e ideológica, que nos puede ayudar a entender la noticia pero todos esos matices se están perdiendo.

- Haces hincapié en la influencia de América Latina en tu música y en cómo has tenido la suerte de conocer y aprehender de casi todo el continente a través de tus giras. ¿Qué opinas sobre los procesos y transformaciones sociales que están teniendo lugar en este continente?

Por primera vez en mucho tiempo Latinoamérica se mira a sí misma, quiero decir, los diferentes países establecen sus complicidades, sus lazos, dan un golpe en la mesa con respecto a las injerencias que habitualmente venían padeciendo tanto de EE.UU. como de Europa, y establecen un modelo propio, con sus sombras, con sus luces, pero propio. Esto me parece muy positivo, se han experimentado avances con logros a nivel social y de mejoras de la calidad democrática de los modelos que me parecen incuestionables.

Me preocupa hasta qué punto los cambios son estructurales y sostenibles en el tiempo. A veces, la situación es tan precaria que se cae en el asistencialismo y lo realmente importante es que esos cambios sean estructurales; el problema de los personalismos también hace que peligre la sostenibilidad de los cambios pero creo que sí son transformaciones duraderas en tanto se está viendo también una modificación en la mentalidad de la gente y las instituciones democráticas están recuperando una credibilidad que hasta ahora habían perdido. Es un momento decisivo de la historia de Latinoamérica porque estos nuevos modelos surgen ante el desencanto de viejas y conocidas políticas neoliberales que han ido desgastando la credibilidad de las “democracias” de este lado. Son cruciales estos procesos en tanto tienen que dar respuesta a las ambiciones de la gente, a las expectativas que la sociedad ha depositado en ellos porque el peligro de que no se le dé soluciones reales y sostenibles a la gente es que el desprestigio de las instituciones contagie a la democracia en sí misma. En los lazos que Latinoamérica está estableciendo está el futuro del continente.

- Luego del concierto de La Habana vas a ofrecer otro en Santa Clara, una ciudad que fue —y es— muy importante para (y por) el Che, allí descansan sus restos. Justo este mes cumpliría 85 años. Decías incluso que habías conocido a Silvio en un concierto de homenaje al guerrillero cubano-argentino. ¿Sigue siendo necesario el Che?, ¿qué significa Che para Ismael Serrano?

El Che aparece en diferentes canciones mías por su mirada global tan necesaria en estos días, esa mirada internacionalista que le trajo hasta Cuba y que le llevó a morir en Bolivia. Admiro su capacidad de sacrificio y entrega que lo hizo dejarlo todo, tiene algo que ver incluso con la música en el sentido de entender la patria como el camino, y ese camino le trajo aquí y le llevó a África, a Bolivia. Su actitud me recuerda el poema de Kavafis que dice que lo importante no es tanto la meta como el viaje. Era un hombre de mirada solidaria en periplo constante y me resulta cercana esa sensibilidad para entender la lucha y la tragedia ajena como propia, esa permeabilidad que le llevó a recorrer Latinoamérica y a estar pendiente a lo que ocurre y a que ese viaje le influyera en su manera de mirar el mundo. Es un referente ideológico claro en mi carrera. Me impacta su empeño por entender que la revolución tiene que ser global o difícilmente puede ser sostenible, que solo a través de la solidaridad entre los pueblos se puede construir un mundo mejor y un nuevo modelo perdurable en el tiempo.


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R. A. Hdez

Yinett Polanco


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