En Cuba contamos hoy con un humorismo gráfico diverso, heterogéneo, que transita por disímiles senderos y recurre a procedimientos tradicionales dentro de su propia esfera o recurre a otros históricamente vinculados con las artes plásticas.
Así, encontramos propuestas que tributan directamente a publicaciones de corte periodístico, siendo, en dichos medios, complementos visuales o ilustrativos de noticias, comentarios o artículos. Otras escarban en nuestras circunstancias y prerrogativas para llamar la atención sobre problemáticas cotidianas. Hallamos, también, propuestas mucho más apegadas a lo tradicionalmente artístico y con altísimo rigor estético fundamentadas en la intertextualidad, la ironía y el pastiche, estrategias propias de los códigos estéticos posmodernos.
En este último apartado destacan, con creces, Ares y Reynerio Tamayo: artistas visuales cuyas trayectorias han trascendido los límites formales del humorismo gráfico para, desde lo pictórico, lo escultórico y lo instalativo, representar o recrear personalidades, exponentes, estilos, períodos y obras significativas dentro de la Historia cubana, la Historia universal y la Historia del arte, siempre desde perspectivas cáusticas, mordaces, jocosas e inteligentes.
Samurai harakiri, Reynerio Tamayo
En este sentido, resulta alentador que espacios tan significativos como Villa Manuela o el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam hayan acogido, en fechas bastante recientes, muestras personales de ambos creadores claramente centradas en lo humorístico y su puesta en escena principalmente desde lo pictórico. A ellos se suman otros espacios, entre los que destaca la Vitrina de Valonia, con propuestas más centradas en el humor gráfico convencional. Sin ir más lejos, por estos días dicho centro acoge una muestra virtual del artista Brady Izquierdo, quien acaba de recibir el Premio Colateral otorgado por el Ministerio de Cultura durante la 22 Bienal Internacional de Humorismo Gráfico.
Otro exponente con notables densidad conceptual y estilización formal en el humor gráfico que genera es Alex Falco Chang, cuyas propuestas, muy presentes por estos días en redes sociales, acusan una exquisita capacidad de síntesis eidética e iconográfica que las catapultan de lleno al campo del arte conceptual y nos sorprenden por su ingenio, sencillez y poder comunicativo. La metáfora en Falco es el recurso idóneo para reflexionar sobre temas peliagudos inherentes a nuestra realidad más inmediata; ello le garantiza una libertad expresiva que difícilmente pudiera encontrar en vertientes del humor gráfico más tradicional, al tiempo que dota a sus obras de una calidad visual y conceptual fuera de liga.
Asimismo, contamos con creadores de formación académica que han incursionado en el humorismo gráfico o recurren constantemente a la desacralización humorística y sus múltiples prerrogativas. Tomemos, por ejemplo, a Rafael Zarza, grabador contumaz, Premio Nacional de Artes Plásticas 2020, gestor de una obra con deliciosos vínculos entre divertimento visual, erotismo, cubanía, crítica social, caricatura y sátira política. Otras voces, menos publicitadas o promocionadas en la actualidad, siguen trabajando desde sus terruños. Tal es el caso de Manuel Hernández Valdés, quien ha trasladado sus conocidas parejas de guajiros a la cerámica y cuenta con piezas escultóricas ambientales en diferentes espacios de Matanzas.
El humor gráfico cubano ha sido estudiado y compilado por críticos y especialistas tan significativos como la Doctora Adelaida de Juan, quien dedicó gran parte de su trayectoria crítica a defenderlo en su justa dimensión, y la curadora Caridad Blanco, con una reciente investigación sobre el célebre personaje Salomón, creado por el inigualable Santiago Armada (Chago). Sin embargo, no siempre es valorado con el rigor que se merece. En gran medida aun arrastra el estigma de haber sido considerado, durante años, como una manifestación menor, secundaria, complementaria, perecedera: un añadido visual supeditado al texto periodístico o que promueve el descanso y el divertimento al final de diarios o revistas, cuando, en realidad, goza de una autonomía y una riqueza visual insoslayable. Se impone un estudio sobre ese peculiar noviazgo con las artes visuales, a fin de establecer líneas discursivas, especificidades, puntos de contacto o de divergencia. También no debemos acercamientos más reiterados y especializados a la historieta y la novela gráfica, asociadas exclusivamente y de manera errónea a lectores infantiles, e igualmente carentes de investigaciones profundas y detalladas.
Eso sí: no es bueno todo el humor gráfico vinculado a las artes visuales o el arte con visos de humorismo gráfico que se produce en Cuba. Aquí, el papel de curadores, críticos e investigadores es crucial, a fin de mostrar lo más significativo y legitimar aquellas propuestas distinguibles por su calidad estética y la capacidad para generar sonrisas reflexivas, incisivas, irreverentes, mucho más valiosas que el chiste vulgar o la carcajada feroz.
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