El joven e hiperactivo Fidel Castro Ruz, pez en el agua en el torrente de los primeros años de la Revolución, accedió a posar para Osvaldo Guayasamín en la noche del 6 de mayo de 1961. Por supuesto, el pintor ecuatoriano no debía regodearse: Fidel solo le había otorgado media hora.
Pero al final la sesión duró horas, sazonadas por una conversación que no cesó en ningún momento.
Fidel se movía de un lado a otro, fumaba su tabaco. Bromeaba con el artista. Y sobre todo, preguntaba. Quería saber, Fidel siempre quería saber: la procedencia del óleo, la calidad de los pinceles, la geografía, la historia, la cultura y la política de Ecuador...
Esa noche surgió una amistad para toda la vida. Cuando Guayasamín murió, Fidel afirmó que había sido el hombre más noble que hubiera conocido nunca.
Cuentan algunos que Fidel no se reconoció en ese primer retrato; pero admitió que en todo caso era la visión del pintor, y por tanto, una visión legítima.
Y hermosa, muy hermosa.
Ese Fidel de Guayasamín es un Quijote. La metáfora es evidente: el pintor retrató a un soñador, que estaba dispuesto a luchar por sus sueños.
De esa obra solo queda testimonio fotográfico. Se perdió.
Guayasamín quería retratar a Fidel cada cinco años. El artista creía que era imposible recrear en un solo cuadro todos los matices, todas las facetas de Fidel.
Tendré que pintarlo 20, 30 veces para captar cada una de sus maneras profundas de ser —decía el artista.
Obviamente, no tuvo esa posibilidad: Fidel era un torbellino. Pero pudo pintarlo tres veces más. Y compartir con él en varias oportunidades.
Lo retrató en 1981, en 1986 y, por último, en 1996, cuando Fidel Cumplió 70 años. En esa última pieza incluyó también las manos, las expresivas manos de Fidel.
Los especialistas coinciden: es una obra maestra. Poderosa. Impactante.
Guayasamín siempre se creyó un privilegiado por estar tan cerca de una de las más grandes figuras de la política continental y del mundo.
Pero Fidel también fue un privilegiado: ser inspiración de un gigante de las artes.
Esos retratos forman parte ya del gran acervo artístico de un continente.
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