“Béisbol Player”, de Arturo Montoto, es la imagen de la edición 38 del Festival Jazz Plaza. El evento sesionará entre el 22 y el 29 de enero del próximo año 2023 en La Habana y Santiago de Cuba. Víctor Rodríguez, presidente del comité organizador del Festival, confirmó la presencia de artistas de Estados Unidos, Colombia y Puerto Rico, los cuales compartirán escena junto a representantes del jazz en Cuba, y comentó, además detalles de la fiesta inaugural del 22 de enero, en la cual se presentarán Los muñequitos de Matanzas. La presidenta del Instituto Cubano de la Música, Indira Fajardo, destacó la impronta del Jazz Plaza como un tributo vivo a la creación en un género musical donde rigen la experimentación y la creatividad. “Este es un Festival que se reafirma desde lo plural, desde lo diverso”.
EL JAZZ
El jazz es una música multinacional en la que Cuba también pone su mano.
El jazz no nace en 1900 en Nueva Orleans, como lo pretende una leyenda tenaz —dice Deborah Morgan—, es el resultado de la confrontación de tres siglos con la participación de muchos pueblos. La historia del jazz puede remontarse a la llegada de emigrantes al sur de los EE.UU., quizás desde el momento en que una fragata holandesa desembarcara en Jamestown (Virginia) los primeros negros destinados a trabajar en América del Norte. (Musique en Jeu)
En el jazz participan diversos países de África y, buena parte de los quince millones de esclavos africanos llegados a América. Muchos se situaron en la parte vieja de Nueva Orleans, donde permanecieron los indígenas. Canciones de trabajo, rimas inglesas, baladas irlandesas y escocesas. Influencias de ritmos caribeños legados a través de esclavos que huían de la zona, especialmente de Haití y Cuba.
“En el jazz participan diversos países de África y, buena parte de los quince millones de esclavos africanos llegados a América”.
Nueva Orleans, en tiempos de la colonia, poseía una exótica, híbrida y excitante mezcla de elementos musicales. Era un verdadero hervidero, una cazuela de ritmos foráneos. Los negros cubanos, desde luego, fueron parte del desarrollo de la ciudad y de la música. Fernando Ortiz escribió que “cuando Nueva Orleans era española, se comunicaban bastante con Cuba, y de aquí iban ‘guaracheras’ a cantar junto al Mississippi”. La ciudad de Nueva Orleans fue prosperando por el comercio de la zona del puerto, por donde entraban las materias primas. La demanda de diversiones musicales creció extremadamente.
Con la inauguración del distrito Storyville (zona de burdeles) en 1897, el jazz devino una profesión. Todo esto tendría mucho que ver en el futuro desarrollo de la música estadounidense, particularmente con el origen y crecimiento del jazz.
Un músico cubano, nacido en 1863, llamado Manuel Pérez se convirtió en una verdadera leyenda del jazz; entre 1890 y 1898 tocó en distintas bandas hasta que formó la suya propia, llamada Imperial Band. Más tarde visitó Chicago y otras ciudades norteñas y regresó a Nueva Orleans a principios del siglo XX.
Luis y Lorenzo Tío eran cubano-mexicanos que viajaron y se instalaron en Nueva Orleans en 1884, con la Banda del 8º. Regimiento de Caballería de México. Incluían en su repertorio varias danzas, contradanzas y habaneras. Otros cubanos que se instalaron en Nueva Orleans fueron los hermanos Palau, Paul Domínguez, Florencio Ramos, Peolops Núñez, Willie Marrero, Alcides Núñez y Jimmy Palau, quien tocó en la banda de Buddy Bolden.
Frank Grillo “Machito”, decía que “Cuando Cuba era colonia de España hubo muchos independentistas que escaparon a Nueva Orleans, entre ellos muchos músicos; por eso Nueva Orleans fue siempre tan importante”.
El ritmo de moda de la habanera fue adoptado por varios compositores estadounidenses: W. C. Handy y Gottschalk. Ambos habían viajado a Cuba, Gottschalk en 1854 y Handy en 1900. Handy en su obra emblemática St. Louis Blue se aprovechó de la habanera. El pianista Jelly Roll Morton aprendió a tocar habaneras y decía: “En mis melodías se puede escuchar el matiz latino. De hecho, si no eres capaz de poner matices hispanos en tus melodías, nunca podrás tener sabor justo, digo yo, para el jazz”.
El Nueva York de la década de 1920, era un hogar para un creciente número de latinos. En esa década, comenzaron a visitar dicha ciudad muchos sextetos a grabar sones, después del gran boom de esa música. Un buen número de músicos cubanos llegó a Nueva York en los intermedios de las guerras mundiales. En 1927, uno de esos músicos fue el flautista Alberto Socarrás, llamado el Duke Ellington cubano. En 1930, la Orquesta de Don Azpiazu, con el cantante Antonio Machín, graba “El manisero”, iniciando con esa grabación y sus presentaciones, el primer boom de la música latina, abriendo el camino a la industria musical de todo el continente. Hasta el gran Louis Armstrong grabó una versión de “El manisero”.
“En 1930, la Orquesta de Don Azpiazu, con el cantante Antonio Machín, graba ‘El manisero’, iniciando con esa grabación y sus presentaciones, el primer boom de la música latina”.
Alberto Iznaga llegó desde Cuba a Nueva York, en 1939, donde tocó en varias orquestas y fundó la Orquesta Siboney. En la década de 1940 se destacaron en Nueva York: Xavier Cugat, Miguelito Valdés, Desi Arnaz.
El profesor Raúl Fernández escribe en su libro Jazz Latino, que el latin jazz (cubano) es una combinación de dos tradiciones musicales: el jazz estadounidense y los timbres cubanos (y su toque caribeño). “Cuba aporta su complejo rítmico: la habanera, el son, la rumba, la guaracha, el mambo, el cha cha chá y la descarga. En la raíz del jazz y las músicas caribeñas se encuentra la savia africana”.
Esta combinación cubana se gesta desde inicios de la década de 1940. Leonardo Acosta lo redacta en su libro Descarga:
Ya hacia 1942 los principales músicos del bop, entonces la vanguardia del jazz, se interesaban por los ritmos afrocubanos y se acercaban a los cubanos Mario Bauzá y Frank Grillo (Machito). Uno de ellos fue Dizzy Gillespie, quien había participado en “descargas” con Mario Bauzá y Noro Morales, también trabajó en la orquesta de Alberto Socarrás. Con frecuencia Gillespie acudía al Park Plaza y se sentaba a tocar con Machito.
En 1940 entre Bauzá y Frank Grillo organizaron la orquesta Machito and his Afrocubans. La experiencia resultaría una fusión —como decimos ahora— de arroz con frijoles negros y hamburguesa: lo negro, lo blanco, lo mestizo, el jazz y los ritmos cubanos. Sabemos bien que la abundante rítmica cubana llena de sonidos y variables tímbricas que enriquecen y alimentan al fabuloso jazz.
A partir de datos del especialista Luc Delannoy, sabemos que, en julio de 1940, en el Spanish Harlem de New York, Machito entrenó la orquesta y luego de muchos ensayos, debutó el 3 de diciembre de 1940 en el Park Palace Ballroom, en la esquina de la calle 110 y la Quinta Avenida, en Harlem. Su repertorio lo conformaban guarachas, sones y rumbas, para reafirmar su apego a la tradición cubana
Nuestra idea —explicó Bauzá— era tener una orquesta que pudiese rivalizar con las orquestas estadounidenses, con su sonido, pero a su vez tocara música cubana. Por tanto, contraté a chicos que tenían la costumbre de escribir arreglos para Cab Calloway y Chick Web; quería que me dieran ese sonido particular.
En el verano de 1942, sigue contando Delannoy, la orquesta Afrocubans fue contratada para el cabaret La Conga, en la calle 50. Era la primera vez que una orquesta de músicos negros latinoamericanos tocaba en ese barrio central de Manhattan. Los públicos diversos olvidaron sus diferencias, se reunieron blancos, negros, mestizos, cubanos, puertorriqueños, aficionados al jazz, bailarines, fanáticos de la música cubana y caribeña.
Para que la historia se complete, el mito de las congas, el colosal músico Chano Pozo, arribó en 1947 a Nueva York. El tamborero cubano se unió a Dizzy Gillespie, fundieron lo pasajero con lo eterno, creando una alianza invencible. Grabaron temas como “Manteca”, un clásico del latin jazz. Se presentaron en el Town Hall, Carnegie Hall, en encuentros explosivos, una especie de holocausto rítmico revolucionando el estilo bop y muchas músicas que aparecieron en el futuro.
En lugar de una batería convencional, los Afrocubans empleaban percusiones latinas, contrataron al timbalero y bailarín de 17 años llamado Ernest Anthony (Tito Puente), quien llegaría a ser el rey del timbal latino, aprendido con la tradición de percusionistas cubanos en los club de jazz y en los cabaretuchos de la Playa de Marianao.
La Afrocubanses la primera orquesta que incorpora armonías y “solos” de jazz, utilizando simultáneamente una sección completa de percusiones afrocubanas, como conga, bongó, clave, maracas y güiro que producen una gama de ritmos sobremanera superpuestos, en una polirritmia sensacional que dejaba estupefactos, y hasta un poco confundidos, a los estadounidenses. Sonaban congas en 6/8, timbales en 2/4 y el bongó en 5/4.
“Cuba y los EE.UU. tienen una alianza musical que parte desde la lejana colonia y llega hasta nuestros días”.
En la noche de inauguración, Mario Bauzá invitó al magnífico Miguelito Valdés a interpretar canciones de moda, el éxito fue tal que el propietario del club, Jack Harris, propuso a Machito un contrato por duración indeterminada. Tanta importancia alcanzó el proyecto cubano en los Estados Unidos, que hace 65 años, hasta el mismísimo Frank Sinatra se hizo amigo de Machito, lo iba a escuchar al Club Brasil, en California y hasta cantaron juntos en la orquesta.
Un genio cubano como Mario Bauzá, en 1943, crea la composición “Tanga”, primer testimonio grabado, la heráldica sonora, de ese tipo de jazz cubano, la culminación de un proceso creador. Su difusión causó el efecto de una bomba conociendo un éxito sin precedentes (Luc Dalannoy).
En la etapa más contemporánea, Chucho Valdés y el grupo Irakere inician en 1973 una nueva etapa del jazz latino (cubano o afrocubano, con tambores batá), con los nuevos elementos de la música moderna: el pop y la electrónica. Cuando el huracán Katrina causó la destrucción de buena parte de Nueva Orleans, Chucho Valdés dedicó una obra a esa ciudad hermana, para donar los derechos de autor a los negros damnificados por el destructivo huracán.
Durante el boom de la salsa cubana de la década de 1990, en el fin de siglo, las orquestas como NG La Banda cultivaban con toda naturalidad el jazz, tanto en los conciertos como en la fusión. Muchas de las mejores bandas de salsa cubana (timberas) se presentaron en el Festival de Jazz Plaza y, en los mejores festivales de jazz de Europa y EE.UU., que buscaban inyectar el “sabor latino” a estos festivales. Incluso, hasta la Orquesta Afro Cuban All Stars del renacimiento de Buena Vista Social Club, partió del concepto de las bandas al estilo de Machito and the Afrocubans.
Desde 1980, en Cuba se celebra el Festival Internacional Jazz Plaza, que se convierte en internacional a partir de 1983, con invitados como Tania María de Brasil. Por tal motivo menciono que en este próximo festival, se estará cumpliendo el aniversario 40 del gran Festival Internacional Jazz Plaza.
“Desde 1980, en Cuba se celebra el Festival Internacional Jazz Plaza, que se convierte en internacional a partir de 1983”.
A través de todos estos años, Jazz Plaza ha enfrentado momentos de dificultades, pandemias, bloqueos; pero los fieles jazzistas no dejan de buscar una oportunidad para estar en Cuba, la meca de los ritmos.
Cuba y los EE.UU. tienen una alianza musical que parte desde la lejana colonia y llega hasta nuestros días. La lista de jazzistas estadounidenses que nos han visitado en todos estos años es enorme. Es difícil que algún jazzista connotado no haya visitado a Cuba. Les muestro una lista de algunos de esos de los EE.UU. y otros países visitantes: Dizzy Gillespie, Ry Cooder, Stan Getz, Herbie Hancok, Tania María, Tete Montoliu, Michel Camilo, Carmen McRae, Chano Domínguez, Giovanni Hidalgo, Charlie Haden, Danilo Pérez, Gato Barbieri, Roy Hargrove, Max Roach, Steve Coleman, Airto Moreira, David Amram, Roy Ayers, Irene Reid, Leon Thomas, Dave Valentín, Terence Blanchard, Ronnie Scottʼs, Winston Marsalis, Orquesta de Jazz Lincoln Center, junto al investigador Ned Sublette.
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