El traidor, el héroe y el rayo enviado por los dioses

El 24 de junio de 1933 en Remedios se inauguró el Monumento al General José Miguel Gómez, conocido popularmente como Tiburón. El obelisco se levanta en una de las salidas de la ciudad y contaba en sus inicios de un busto dedicado al personaje en cuestión de la autoría del escultor Juan José Sicre. En cuatro paneles de piedra se talló en bronce la historia de la ciudad, una lista de personas ilustres del sitio, los alcaldes, así como una descripción general de todo el entorno geográfico. El 11 de octubre de 1933, apenas unos meses después, la historia del país había cambiado. Los miembros de la agrupación ABC le quitaron el nombre al parque donde estaba enclavado el complejo escultórico: de llamarse Leovigildo González, pasó a Rafael Trejo.

Las transformaciones no terminaron. Al triunfo de la Revolución, el busto de Gómez fue retirado en un acto de desagravio a la República, aquejada por los males traídos por ese político y los de su camarilla. En su lugar, se colocó otro homenaje en piedra a Alejandro del Río, patriota remediano de la guerra de independencia. Pero nunca se rectificó la señalética del monumento. De manera que al pie del obelisco se lee: Al General José Miguel Gómez, mientras que quien está en el sitial de honor es otro hombre. Todo esto ha quedado en la nebulosa, ya que el propio parque pasó a ser conocido popularmente como La Raspadura, por la forma del propio obelisco. De ser un sitio pensado como un elemento de modernidad en la arquitectura colonial de la ciudad, ha ido quedando en el olvido. Hasta que el 26 de mayo del 2023 un rayo alcanzó la cúspide de dicho lugar. De inmediato en las redes sociales y en las calles de la ciudad se volvió a hablar de este tema. Una voz dijo que era necesario esclarecer entre el traidor Tiburón y el patriota fiel Alejandro. De hecho, este reclamo tiene ya muchos años entre varios intelectuales remedianos.

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Alejandro del Río fue un hombre íntegro que murió fusilado por el gobierno español en uno de los cuarteles que había en la otrora villa. Su pasión por Cuba hizo que no delatara a ningún compañero y que corriese dicha suerte, aun cuando gozaba de una postura cómoda en la sociedad de la época. Era uno de esos que lo abandonó todo por la conspiración. De profesión farmacéutico, su fama como buena persona era conocida entre los lugareños. Hace unos años, el edificio donde estuviera su establecimiento fue víctima primero de un ciclón y luego del desinterés que lo hizo desaparecer. Remedios dispone de una historia local que se entrelaza con elementos de la cultura cubana y universal. Del Río fue firmante de la primera Constitución cubana y en su casa se dice que estuvo Ignacio Agramonte, dato que aún queda por confirmar y que ha engrosado la mitología histórica. En cambio, José Miguel Gómez no posee vínculos fuertes con la ciudad, solamente el hecho de que la agrupación liberal siempre tuvo mucho arraigo y ello trajo consigo el interés de los caciques locales por la figura de Tiburón. En la memoria de los remedianos, una y otra figura no están al mismo nivel. De hecho, el busto a Del Río descansó durante mucho tiempo, antes de estar en su actual posición, en una de las esquinas de la Ermita del Buen Viaje, lugar sagrado para los habitantes de Remedios.

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Ahora bien, ¿cómo hacer para que los monumentos cumplan con su función social y se respete la memoria histórica?, ¿qué se sabe al respecto? En Remedios existe una Oficina del Conservador de la ciudad, la cual posee entre sus funciones salvaguardar el patrimonio y hacer un listado de los valores que posee la villa y sobre el estado de los mismos. Sin embargo, poco se ha hecho en el caso del monumento para esclarecer los derroteros de su señalética y cómo ello impacta en el imaginario colectivo y en la forma en la cual se construyen los valores derivados de los sucesos del pasado. Hace unos años hubo una polémica en las redes sociales por una iniciativa online que se hizo en contra de estatuas en La Habana como la del propio José Miguel Gómez en la calle G del Vedado. La idea se proponía cancelar dicha escultura y bajarla, pues resultaba ofensiva para una parte de los cubanos. Si bien es cierto que todos esos hombres tuvieron obras imperfectas y que la erección de monumentos está atravesada por las relaciones de poder socioclasistas de una época, hay que tener en cuenta además que la gente necesita de los documentos y de la memoria física para construirse a sí misma. De hecho, sin estos homenajes en piedra hoy no estaríamos haciéndole un juicio al pasado a partir de las obras de arte.

El rayo que cayó en la cúspide del obelisco fue visto como una especie de juicio histórico tardío que reactivó las habladurías, los análisis y las rectificaciones en torno a dos figuras que conforman el pasado cubano. De José Miguel Gómez hay que recordar su racismo, las corruptelas evidentes en su gestión de gobierno, la forma en que la política nacional se transformó en un chiste y, finalmente, el tinte dictatorial de su administración. Todo ello impacta en la conformación de imaginarios dispares, en juicios que pesan sobre los pensamientos colectivos. Lo interesante es cómo esto ha ocurrido sin que se pronuncie la institucionalidad, sin que exista una postura de la oficina que debe llevar estos asuntos. Por un lado, se evidencia que el patrimonio sigue siendo un tema exclusivo de la gente que lo siente y lo lleva por dentro y por otro, se nota la garrafal inercia en torno a un tema que debería tener toda la atención.
 

Mucho ha llovido desde que se erigiera el monumento a Gómez en Remedios. También ha pasado el tiempo y no se le hace justicia a Del Río, quien espera por las letras doradas que rectifiquen el error. En la Octava Villa de Cuba hasta las piedras de las calles poseen historias, solo que se requiere del interés humano y de las plataformas necesarias. En una de las ciudades del interior con mayor número de mitos, sucesos extraordinarios, leyendas; acontece un hecho en el plano de la cultura que pareciera haber salido de un cuento de Jorge Luis Borges. El tema del traidor y el héroe se escucha en mil susurros. Es una especie de maldición que aguarda su desenlace.

Si en La Habana aún hay una estatua a José Miguel Gómez cuya permanencia ha sido cuestionada, en Remedios se da la dicotomía entre dos figuras de la historia en pugna en el mismo sitio, sin que las nebulosas se aplaquen. Más que un elemento patrimonial, la saga nos recuerda cuan maravillosa es Cuba que lleva en sus entrañas todo aquello que resulta irreal y metafísico, pero siempre en mezcla profunda con lo realista, con lo visceral, con aquello que sentimos como propio.
 

El tema del traidor y el héroe ha sido convocado junto a las fuerzas terribles del juicio de la historia y pareciera que el rayo es parte de esa cólera de los dioses.