El lamento esclavo de Sab

A ninguna agrupación teatral le surgió la idea de plantear que la novela Sab, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, fuera llevada a la escena, lo cual implicaría una reescritura, no una adaptación, y de otra manera la versión implicaría un narrador, situación inadmisible en el siglo XXI.

Esta novela, escrita durante el período de tiempo comprendido entre 1834 y 1838, y aunque sus contemporáneos no la enjuiciaron como la obra más trascendental de la Avellaneda, su autora se arrogó el mérito de escribir la primera novela antiesclavista de su tiempo. Eran momentos en que Gran Bretaña ya proclamaba la abolición de tan inhumano régimen y la Avellaneda fue rechazada como miembro de la Academia de la Lengua Española por sus ideas y su condición de mujer.

Su trazado del carácter del protagonista y el universo en que se desenvolvía no se avenían a los horrores que sufrían los negros y mestizos sometidos a este régimen antihumano. Tula revistió a su personaje de un halo que matizaba la realidad con una fantasía que casi convertía a Sab en un personaje de leyenda, en un príncipe azul, bajo un látigo y con cadenas. A ello contribuían sus giros lingüísticos, su vocabulario, los cuales denotaban a un joven que sabía expresar su rebeldía con razones bien formuladas, a partir de una sólida formación. Todo esto se reflejaba en su conducta, sin que ello le restara fuerza a su pensamiento y acción.

El mérito de la obra radica en que fue la primera obra antiesclavista escrita y publicada en lengua española, y solo once años después de su aparición, el público norteamericano recibió otra obra de este género, aunque con factura bien diferente: La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe.

UN ACONTECIMIENTO EN EL UNIVERSO DANCÍSTICO

El anuncio del estreno de una coreografía danzaria, basada en Sab, constituye un acontecimiento cultural de envergadura nacional, pues tal empeño resulta un reto para un corógrafo, al convertir en pasos y movimientos la escritura de Tula, nada menos que en su bicentenario. El Teatro Principal, de su natal Camagüey, fue el lugar escogido para este suceso, que ocupará la atención del público agramontino y de todo el país, pues los amantes de la danza, de Oriente a Occidente, reclaman a Sab, la cual mantiene el título que le otorgara La Peregrina a esta narración, que responde a los códigos del Romanticismo con tendencias realistas.

Con la energía desbordante que caracteriza al Ballet Folclórico de Camagüey, ha sido concebida la coreografía por el maestro Reinaldo Echemendía, director de la compañía, autor del montaje dancístico, el cual ha enriquecido con sus conocimientos de músico y cantante.

La puesta tuvo una hora y algo más de duración, y abarcó tres funciones, desde el 12 hasta el 14 del presente mes.

Señala Echemendía, en sus declaraciones a los medios, que la obra es fiel al texto, aunque debió adaptar sus imágenes literarias al lenguaje del movimiento y el ritmo exigido por una coreografía que responde a los requerimientos de la danza folclórica.

Los ritmos tradicionales cubanos están presentes —además de los que responden a rituales del panteón yoruba—, conocidos en Cuba en la etapa en que se desarrolla la trama: como la danza, la contradanza, la habanera, la criolla y la canción trovadoresca.

Y, además de los personajes centrales de la novela, hay una presencia que arroba al público: Tula en escena denuncia los horrores de la esclavitud del régimen colonial, una parte que no puede olvidarse de la historia de Cuba.