En la historia de la humanidad hay siempre un germen oculto donde laten el dibujo, la impresión grabada, esa huella gráfica. Y es que nada existe separado de ese universo que se plasma en cualquier material y deviene efectivo mensaje, parábola, retazo de la vida en una época. El humor y las caricaturas pudieran ser un fenómeno reciente, de la modernidad, ligado a los periódicos, las tiras cómicas y los testimonios e ilustraciones. Sin embargo, el germen va más allá de lo que vemos y anotamos, ya que subyace todo tiempo, viaja hasta el presente desde épocas oscuras.
Fue en la política donde el humor gráfico cubano se lució, a inicios del siglo pasado, con personajes entrañables como el Bobo, cuya sapiencia martiana lo llevaba a dictar cátedra a los más humildes, en tiempos de olvido, escasez, pobreza moral. La era transcurría sin que viésemos aquella república virtuosa, sino su desparpajo, su espejismo peor. Al personaje siguieron otros y se hizo célebre la prensa nacional dedicada a este género, con los más ingeniosos y atrevidos caricaturistas. Muchas personas compraban las revistas solo por los “dibujitos” que, a diferencia de otros lugares en el mundo, aquí eran bien serios, profundos y enseñaban lo mejor de la historia soterrada de Cuba.
Casi pudiéramos escribir una sucesión de hechos en los cuales el dibujo estuvo junto al país, siguiéndole el ritmo. Personajes como El Loquito o Julito 26 fueron crónicas sociales que sobrepasaron la pluma de muchos escritores para plasmar la huella de los tiempos. Como ocurre en la picaresca cubana, los seres más sabios, más vivos, son esos que sobresalen por su locura o estado de alienación, los loquitos del pueblo. Las tiras cómicas se sirvieron de tales ingredientes, los dibujaron y los abordaron, siendo aquel un momento oscuro en lo histórico, pero luminoso en lo concerniente a lo gráfico, al humorismo.
Y es que para que exista risa debe haber algo triste de qué reírse. Nada que exprese la profundidad y el dolor de un país puede ser baladí, superficial, mediocre. Así pasa con los dibujantes, que en su inteligencia innata desean expresar, no los discursos grandilocuentes, no las luces del escenario, sino las sombras, los chistes dichos a media voz, esos que cuestionan, que arden en la conciencia y fustigan en lo público. La libertad es consustancial al dibujo y sin esta no habrá resultado alguno en el abordaje de temas escabrosos.
El humorismo en los periódicos cuenta en el presente con una escuela de maestros que saben sortear los vericuetos y nos entregan testimonios valiosísimos de estos tiempos. Desde maestros como Falco o Ares, que tienen un trazo profundo, preciso, comedido, inteligente…; hasta otros más noveles que comienzan a hacer una obra en el dibujo, el humor reflexivo, la crítica social, el periodismo gráfico y en el cómic. Nuestra manera de tratar la realidad ha preterido esas tiras a veces como elementos de otro orden en materia comunicacional, pero siguen siendo los dibujos los protagónicos, la causa de que muchos compren hoy las revistas.
En Villa Clara una escuela de dibujantes sostuvo la tradición del periódico Melaíto, una muestra de que se hace mucho con poco y en un mínimo espacio. No pasa acontecimiento importante sin que los miembros de dicho equipo lo reflejen, ya sea en la pared de una terminal o los alrededores de la sede del periódico de Santa Clara. Ya casi se hace imprescindible que cada hecho en nuestra historia tenga su paralelismo en los dibujantes de Melaíto. Todo ello con los inconvenientes de la falta de papel, la escasez de escuelas donde se enseñen técnicas y mejorías, la falta de intercambio con otras experiencias foráneas.
Quien ojee hoy la prensa en el continente hallará algo que se llama periodismo en cómic, y que consiste en tiras de dibujos donde se aborda de forma narrativa una noticia. El impacto que esta manera está teniendo en los públicos es inmenso y pudiera ser un camino para renovar nuestro muchas veces reiterado y vacuo concepto de los géneros y los tratamientos. Allí los maestros del humor gráfico, esos que piensan cada trazo y avanzan desde la inteligencia y la agudeza, pudieran tener su definitiva reivindicación. Porque todo, a fin de cuentas, se trata de imágenes, de sucesión de razonamientos, de ilustraciones en nuestra mente que conducen a conclusiones, juicios de valor y acciones.
La gente seguirá buscando las revistas y periódicos en buena medida por los “dibujitos”, incluso, para empezar a leer por ahí, obviando el texto farragoso de los artículos o la prosa inerte de las notas. El germen, que proviene de lo más antiguo y oculto, mueve los hijos de la masa, crea formas de consumo y genera las resonancias de un género que se niega a morir.
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