Si se va a hablar de cultura cubana, un nombre emerge con luz particular para posicionarse como símbolo indiscutible de este caimán musical. Benny Moré, el Bárbaro del ritmo, es indudablemente uno de los artistas más populares y venerados por nuestro pueblo. Su intuición musical junto a la fuerza de su voz, esa evocación de lo campesino, lo congo, lo cubano, la sabrosura, son cualidades propias de un músico que hizo brillar a Cuba en escenarios de todo el mundo.
Aunque desde hace ya 57 años la muerte le haya cobrado su deuda con la bebida, la presencia del Benny es obligatoria si de son montuno, mambo y bolero se habla, aunque no fueron estos los únicos géneros musicales en los que se adentró, pues aun cuando no poseía formación académica, el son, la guaracha, el merengue, la rumba, entre otros, no le eran ajenos, sino que los interpretaba con igual brillo.
El Sonero mayor, como también fue bautizado, no sabía leer partituras, por lo cual se apoyaba en sus músicos para transcribir al pentagrama lo que le surgía en mente, pues su música fue directamente fruto de la intuición y de sus conocimientos empíricos sobre algunos instrumentos, como: el insundi, los tambores de yuka, los de Makuta y Bembé, invocadores de deidades.
Esa tradición de la música cubana inherente al Benny le viene desde la cuna. Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez (24 de agosto de 1919-19 de febrero de 1963), fue el mayor de 18 hermanos cuyo apellido materno proviene de Ta Ramón Gundo Moré (esclavo del Conde Moré) quien, según la tradición de los congos, fue su primer rey en Santa Isabel de las Lajas, poblado de Cienfuegos en que naciera el Bárbaro del ritmo y al que años más tarde le dedicara un tema musical con ese mismo nombre: “Lajas, mi Rincón querido, pueblo donde yo nací/ Lajas, tengo para ti este, mi cantar sentido (…)”.
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Cuentan las biografías que su pasión por la música se vio surgir desde que era pequeño, cuando no paraba de tararear las canciones que más se escuchaban en ese momento, además de que improvisaba otro tanto, algo que caracterizó su desempeño musical, aun cuando ya era una figura consolidada y reconocida, a la vez que, en su infancia, dirigía conjuntos musicales que tenían como instrumentos dos palitos en la función de claves, bongós confeccionados con latas de leche, guitarras hechas con una tabla y clavos con cuerdas de hilo de coser.
Su sueño comenzó a tomar forma cuando a los 17 años pudo comprarse una guitarra y comenzó a cantar en bares, cafés, hoteles, restaurantes y muelles de La Habana. Luego, en los años 40, se presentó en dos ocasiones en el concurso La Corte Suprema del Arte, de la emisora radial CMQ. En un primer intento no pasó de los segundos iniciales cantando, sin embargo, la persistencia —que caracteriza a todo buen cubano y sobre todo, artista— le hizo volver en una segunda oportunidad, en la cual obtuvo el primer premio. Gracias a este resultado, comenzó a formar parte del Conjunto Cauto, bajo la dirección de Mozo Borgellá.
Así se mantuvo hasta que Miguel Matamoros reconoce en él un potencial maravilloso. De esta manera comienza a formar parte del trío Matamoros, con quien grabó su primer disco, en el cual se incluían temas populares como: La penicilina, supuesto remedio para el mal de amores.
Después de los grandes éxitos con el ya famoso trío, el Benny decidió probar suerte en solitario en México, donde estuvo de gira con los Matamoros. Allí, definitivamente conquistó a un público numeroso y se dio a conocer por todo el mundo, por su capacidad de explicar a sus arreglistas los ritmos, armonías y acordes que imaginaba. A las mujeres de la tierra azteca les dedicó el tema Bonito y sabroso: “Pero qué bonito y sabroso/ bailan el mambo las mexicanas/ Mueven la cintura y los hombros/ Igualito que las cubanas (…)”.
Cuando regresa a su terruño, después de numerosas colaboraciones con destacados músicos, funda la Banda Gigante, en 1953, que constituyó un éxito rotundo en escenarios cubanos, de América Latina y en el mundo en general. Compuesta por grandes como el cantante Fernando Álvarez, el trompetista Alfredo (Chocolate) Armenteros, el trombonista Generoso Jiménez y el batería Rolando Laserie, entre otros, la Banda del Sonero Mayor sonaba a tradición folclórica, a Cuba.
Con su “querida tribu” el éxito del Benny llegó a la cúspide. Temas como Te quedarás, Mata Siguaraya, ¡Oh vida!, Hoy como ayer, Camarera de mi amor, Qué bueno baila usted, sobre todas las cosas se popularizaron entre sus seguidores, inmortalizando su obra.
Esas magníficas orquestaciones que pusieron a bailar a más de medio mundo, estaban guiadas por el instinto de este hombre, quien llegó a ser considerado una leyenda, logrando resumir lo más autóctono de la música cubana.
Por otra parte, el público sabía reconocerlo por su vestuario, siempre de chaqueta hasta poco más de la mitad del muslo y pantalones anchos con tirantes, su sombrero y el bastón.
El Benny subió por última vez a un escenario el 16 de febrero de 1963, en el pueblo de Palmira, Las Villas, acompañado por su “querida tribu”, La Banda Gigante.
Polifacético, de voz sensual, melancólica y apasionada, conocido por llegar tarde o no llegar, esta estrella del siglo murió con 43 años, el 19 de febrero de 1963.
Bonito y Sabroso
Pero qué bonito y sabroso
Bailan el mambo las mexicanos
Mueven la cintura y los hombros
Igualito que las cubanos
Con un sentido del ritmo
Para bailar y gozar
Que hasta parece que estoy en la Habana
Cuando bailando veo una mexicana
No hay que olvidar que México y la Habana
Son dos ciudades que son como hermanas
Para reír y cantar
Pero qué bonito y sabroso
Bailan el mambo las mexicanas
Mueven la cintura y los hombros
Igualito que las cubanas
Inspiración: Muchacho, mira, como yo gozo en la Habana
Mueven la cintura y los hombros
Pero qué bonito y sabroso
Bailan el mambo los mexicanos
Mueven la cintura y los hombros
Igualito que los cubanos
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