Su infancia transcurrió entre música y libros en la casona de sus abuelos, en la ciudad argentina de Mar del Plata, una zona donde confluyen el mar y las montañas. De aquella etapa recuerda también el olor a comida, y sabores que todavía disfruta gracias a la memoria. Tal vez cierra los ojos y se ve jugando junto a sus hermanos Laura e Ignacio, va de un lugar a otro, sonríe y sueña.
Desde los seis años hasta los 21 practicó rugby, pero el teatro es su mayor pasión. Hoy Manuel Santos Iñurrieta es dramaturgo, actor y director del grupo Los Internacionales Teatro Ensamble, con varios premios y múltiples aplausos. Su obra resalta por la creatividad e incitación a la reflexión y el pensamiento desde el compromiso social. Con él hemos conversado varias veces por WhatsApp o videollamadas, y siempre sobresale su amor a Cuba y a este pueblo de arte y desafíos.
Durante la etapa de pandemia provocada por la COVID-19, ha aprovechado para escribir desde casa y participar en charlas virtuales. Según sus palabras, el teatro, la familia y Argentina son partes indispensables de su existencia; configuran un imaginario, un modo de vivir, de pensar y hacer, que jamás podría separarse. “Dicho de manera semi-poética: La familia es el motivo, el teatro es la herramienta y Argentina el escenario. Eso le imprime y demanda, además de una lectura histórica a las cosas, un aplomo y una responsabilidad a nuestras acciones a la hora de pensar el teatro, la familia y el país”.
Este amante de los retos recuerda con agrado sus desempeños en actos escolares, cuando descubrió el encanto de provocar la risa en otros, incluido su padre. Las sensaciones eran cada vez más agradables. En el primer año de la Escuela de Arte Dramático tuvo su primera experiencia con una obra de teatro del absurdo Marcha, de Alberto Adellach.
Narra que la satisfacción aún es imborrable, aunque los participantes eran aficionados. Aquellas experiencias me reafirmaron la vocación y el deseo un camino. Hoy, ya siendo profesional, cada presentación sigue siendo un desafío emocional e intelectual, que se carga de sentido al contactar con los públicos y las circunstancias, asegura quien trabaja durante ocho horas de lunes a viernes en la dirección artística del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini; luego pasa un rato con sus hijos, y más tarde va para el teatro a ensayar con su grupo hasta cerca de las 11:30 de la noche. Sábados y domingos los dedica a las funciones.
“CUBA ES UN SENTIMIENTO
Autor de obras como Eléctrico Carlos Marx: Ensayo, teatro y aproximación, habla con especial cariño sobre Cuba, país que ha visitado en varias ocasiones. Su padre, Jorge Santos, le inculcó el amor hacia esta nación y su proyecto social. Cuando cursaba el cuarto grado en la escuela primaria (1985) realizó una tarea sobre José Martí y el libro La edad de oro. Recuerdo dibujar la bandera de la estrella solitaria y una rosa blanca, además de aprender de memoria un poema para recitarlo.
“La influencia de la figura de mi padre fue decisiva. Él era arquitecto y dibujante, un humanista tremendo, hombre de izquierda y, sobre todo, fidelista a muerte. Nos trasmitió todo su amor por las causas justas, y sin dudas, por la gloriosa Revolución Cubana. Todo esto en medio de la década de los años 90, cuando muchos preferían claudicar y entregar sus banderas e ideales.
“Nosotros estábamos seguros de la imperiosa y necesaria transformación del mundo hacia el socialismo. Nunca cultivamos modas claudicantes, aunque eso trajera aparejado cierto desprecio y diversos problemas domésticos que no vale la pena enumerar aquí. En casa se hablaba siempre de La Guerra Civil Española, (por tener un bisabuelo republicano y comunista fusilado por los fascistas el 6 de septiembre del 1936) y de la Revolución Cubana triunfante el 1 de enero de 1959, como símbolo para los hombres de izquierda.
“Crecimos con Fidel, el Che, Raúl, Camilo Cienfuegos, y también con La pasionaria, el Quinto Regimiento español, el Comandante Enrique Líster, El Frente Popular y toda la producción cultural que de estas gestas se desprende. Silvio Rodríguez y la Nueva Trova, y la producción poética republicana, por nombrar algo de todo aquello, marcaron de manera singular nuestras vidas”.
Expresa que con Cuba le pasa “algo particular, extraño y maravilloso. La primera vez que vinimos tuve la impresión de estar en un lugar que ya conocía, un sitio donde ya había estado. Es un lugar que amo profundamente y al que vuelvo feliz y me lleno de vida. Con los cubanos y cubanas es como estar en casa, es Buenos Aires, el café y el mate, el vino y el ron, el afecto y el abrazo, las charlas desmedidas y las risas interminables Es un, “che, te estábamos esperando”. Cuba es un sentimiento irrompible, de hermanos, de familia”.
Este padre apasionado, que disfruta de manera especial pasar tiempo junto a sus pequeños Carmela y Tabaré, ha visitado cuatro veces a Cuba. He estado principalmente en La Habana, Cienfuegos y Santa Clara. Me falta mucho por conocer y recorrer, pero tengo de cada tarde en ese país una anécdota, un cuento, y muchísimos amigos.
“En el último viaje vimos la estatua de Martí a caballo como debió estar en Dos Ríos, y quedé conmovido. Hacía años que una obra de estas características no me impactaba tanto. Pienso en esa estatua épica, en la humanidad del héroe que está cayendo y aun no cae, que está herido y aun no muere.
Esa estatua te empuja a tomar partido por el jinete, a estirar tus manos y comprometer tu cuerpo para que no caiga, para que quizás la bala cambie su rumbo. La estatua te invita de manera radical a tomar partido, a participar en la lucha, que está sucediendo, que se está llevando a cabo. En esa estatua no asoma la muerte, ni un impulso plástico para exaltar la muerte. Esa estatua, de entrega profunda, es el reaseguro triunfal de un compromiso con la vida. Esa estatua, pensé, esa estatua es igual a Cuba, manifiesta este creador de profunda sensibilidad.
Expresa también su respeto por el teatro cubano, por sus realizadores, directores, dramaturgos y actores y actrices, teatrólogos, investigadores, críticos Tienen una formación específica admirable, lo que hace que al entrar en contacto con ellos todo se enriquezca. Coincidentemente tenemos un gran desarrollo en los teatros de nuestros países, con gran peso de la palabra en escena, de la escritura teatral. Como así también la intensidad y la organicidad actoral que le otorga al trabajo una verdad escénica potente. Las diferencias más evidentes entre el teatro de ambas naciones tienen que ver con aspectos formales de la producción, pues aquí, en Argentina, es de manera independiente.
LA IMPRONTA DE INTERNACIONALES TEATRO ENSAMBLE
El grupo Los Internacionales Teatro Ensamble es uno de los motivos especiales de vida para Manuel Santos, a quien hemos visto sonriente junto a sus dos niños antes de comenzar, por ejemplo, su intervención en un panel sobre los retos de los intelectuales y artistas de izquierda en nuestro continente. Nos cuenta que conformó este conjunto luego de la experiencia del grupo Bachín Teatro, con el que trabajó durante varios años. Es una continuidad y una profundización en las líneas estéticas y de investigación, buscando una épica nacional y latinoamericana que nos represente y nos contenga como teatreros. Nacional en su forma, internacional en su contenido, asegura quien todavía busca una sede para armar su teatrillo de barrio.
Agrega que actualmente trabajan en varios proyectos de obras. Tenían previsto para 2020 el estreno de Los Minimax y El Cazador de Talentos, la cual se centra en acontecimientos de 1969 en Argentina ante la visita del multimillonario Nelson Rockefeller. “En esos días un grupo de revolucionarios recibió al magnate norteamericano, que venía a aportar ideas para el desarrollo del país, quemándole 14 supermercados de la cadena Minimax, de la cual él era dueño.
Otra es la dedicada a Silvia Filler, quien fue asesinada en Mar del Plata en 1971 dentro del aula Magna de la universidad por un grupo de choque fascista, llamado Concentración Nacionalista Universitaria, que años después se transformó en la Triple A, Alianza Anti-comunista Argentina. Ella era estudiante de arquitectura, así que contamos la historia de la arquitectura desde una arquitecta que no llegó a ser”.
Añade que las dos últimas producciones previstas son Stalingrado con amor, una obra de clown sobre las peripecias de dos soldados soviéticos, y el estreno en la cuidad de Bahía Blanca de Santa Juana de los Mataderos, de Bertolt Brecht.
A esto hay que sumarle los viajes y las giras, más las publicaciones que haremos con los textos, y las funciones con otras propuestas del repertorio. Eléctrico Marx… quiere volver Cuba y viajar por distintas ciudades, veremos, dice quien siempre habla con tono familiar como un hermano de bondad, que nunca se queda estático.
LA POLÍTICA EN EL TEATRO Y LOS VALORES ESTÉTICOS
Santos Iñurrieta es una especie de Quijote que no renuncia a sus ideas y sueños en los escenarios. Hay que pelear mucho con las miradas instaladas en los años 90 del siglo XX y que perduran hasta hoy en distintas medidas. Me refiero al nihilismo, y el elogio al arte por el arte. Yo creo que todo teatro es político, incluso el que no quiere serlo, pero puntualmente el que encare elementos y acontecimientos políticos-políticos, políticos-históricos, épicos..., debe ser, ante todo, muy bueno. Quiero decir bien realizado, bien estructurado, bien entretenido, bien vivo, bien revolucionario, nunca uno todopoderoso o mesiánico que le diga a la platea cómo es el mundo. En todo caso, presentar para dialogar, confrontar, debatir una posible mirada.
“Este es un tema muy rico para pensar. Como actor-artista pienso así: Jamás te voy a decir cómo es el mundo, pero nunca voy a dejar de decirte como lo vemos nosotros, como lo veo yo.
“Decía Raúl González Tuñón, enorme poeta argentino, que una gran mayoría de tangos terminaban sonoramente haciendo chan-chan. Y que él muchas veces advertía en el ‘arte nuevo’ un miedo a decir chan-chan. Al poner la preocupación en no repetir formas entonces no se decía nada. Ni siquiera, chan-chan”.
Miembro de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, este creador explica que ha tenido experiencias con públicos diversos. “Recuerdo estrenar La resistible ascensión de Arturo Uí, de Bertolt Brecht, en la ciudad de Bahía Blanca. Uno de los actores del elenco, por esos días, estaba declarando como testigo en los juicios por lesa humanidad a represores de la última dictadura militar. Uno de los días de ensayo, el hijo del represor entró al teatro y amenazó de muerte al actor delante de unas decenas de artistas que allí se encontraban. En conclusión, el día del estreno fuimos al teatro acompañados de Custodia policial. Una parábola y una paradoja exquisita.
En otra ocasión, en la Ciudad de Rafaela, provincia de Santa Fe, el hijo de Silvia Suppo nos contactó para leer un comunicado por el asesinato político de su madre luego de la función de nuestra obra Teruel y la continuidad del sueño. El Cine-Teatro Lasserre, con capacidad para más de mil personas, estaba colmado. Así lo hice, pero en el momento que comencé a leer, la mitad del teatro, literal, se levantó en silencio y se fue rápidamente sin terminar de escuchar.
“En fin, anécdotas de estas hay muchas, pero lo que hacen es confirmar la complejidad de una sociedad como la nuestra, y también la vida y la potencia de la práctica de un teatro como este”, expresa este soñador, para quien la obra ideal es siempre la siguiente, la que estará ensayando mañana, por eso considera indispensable seguir mejorando en el dominio de las herramientas.
Manuel Santos Iñurriera parece no descansar nunca. En su voz, en sus letras, en su arte , está también el deseo de ser siempre útil y dejar una huella. Casi al final del diálogo, manifiesta su anhelo de seguir comunicando de una manera franca y honesta como actor y director, transmitir ideas y sentimientos que nos hagan mejores socialmente. Tal vez cuando usted lea estos párrafos él esté sobre el escenario, juegue con sus niños, converse con amigos o conforme su propia obra, siempre con ese encanto de hacerlo desde el alma.
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