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jueves, 26 de diciembre de 2024

Corina Mestre y la belleza de obrar

La actriz ha dejado una presencia viva en las generaciones…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 03/06/2024
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Corina Mestre
Corina Mestre

Hace unos años cuando yo vivía en La Habana me encontré con Corina Mestre cogiendo botella en la calle línea. Nada más cubano que ese proceso de embarcarte en un transporte que te lleve hasta tu destino, en medio de la escasez material que le impone cuotas de heroísmo cotidiano a los nacidos en esta tierra. Pero ella, con su corpulencia, con una mirada llena de firmeza, con una sonrisa siempre para quienes la saludábamos, estaba allí, en esa esquina cercana al Teatro Trianón.

 

Si vamos atrás en el tiempo, recordaremos los muchos personajes que ella nos legó, pero siempre tendremos presente uno en particular que reúne todas las cualidades de una gran profesional: Bernarda Alba, la mujer líder de un hogar convencional y rancio de la España profunda, que además poseía una energía fatal y destructiva sobre sus hijas. No imagino las técnicas que la actriz puso en juego para lograr esa dualidad, ese equilibrio entre lo terrible y lo hermoso que es el teatro. Específicamente ese pasaje que nos habla sobre la intolerancia, la falta de libertades, el detenimiento.

 

Corina ha fallecido entre el reconocimiento de su gente, no le hizo falta otra cosa en su existencia que dicho cariño. Vivió con humildad material y en plena honradez, enseñando las artes de la dramaturgia, de la encarnación de personajes, del contrapunteo de la escena y sus múltiples conflictos. Por eso, ella sabía mejor que nadie interpretar la realidad y posicionarse de manera justiciera.

 

A veces severa en sus juicios, con un gesto adusto, con ademanes hoscos; su fama de persona profesional y profunda hacían que todas esas cualidades se tornaran en beneficios para los alumnos. Por sus manos pasó gran parte de lo que vale y brilla de la escena y ello dio paso a una belleza inmensa en el accionar como profesora. Más que nada, a Corina le debemos la captación de jóvenes precisamente por el talento demostrado como rectora de los exámenes de ingreso y como metodóloga principal en tales requisitos.

 

La actriz no solo es una de las mejores en el plano de la profesión, sino que poseyó una dimensión humana y ética y es que solo así se puede llegar a ser realmente estelar.

 

En un mundo que ya no privilegia la cultura, sino la frivolidad, el oportunismo, la posibilidad de serrucharle el piso al rival; ser íntegro y consagrarte a un área de trabajo pareciera una apuesta rara por un camino largo y lleno de obstáculos. Pero ese fue el que tomó la profesora Corina, contra todo pronóstico y en medio de los embates de una carrera que está plagada de sus propios demonios.

 

Ella iba a contracorriente cuando lo común eran el conformismo, el acriticismo, el no buscarse líos. Su amor por la profesión estaba por encima de los paternalismos del momento y siempre tomó partido por una visión humilde, brillante y profunda del arte. Quizás haya que recordarla como uno de los vestigios de lo que fuera en su momento una escuela de la actuación con hondas raíces éticas, en la cual no se concebía que el artista no tuviera un asidero moral y un compromiso con su medio más inmediato y con un proyecto colectivo.

 

Corina Mestre acaba de partir de este plano, pero no hay en el pueblo nadie que niegue su aporte. Todos se mueven en agradecimiento y colocan, ya sea en las redes sociales o en una simple conversación callejera, su más sentido dolor.

 

Esta nota que se deriva desde los espacios artísticos y que cae sobre la masa de espectadores, no es otra cosa que la marca de un genio de la actuación que ha sabido ser también una persona de lujo. Quizás no alcancen los elogios, ni los panegíricos en los medios, quizás sea perentorio que la sociedad haga algo que recuerde por siempre el paso de esta artista. Quizás en el ISA donde tanto enseñara, debe existir una cátedra que lleve su nombre, a la cual se vaya a aprender, a reverenciar, a hacer de la existencia una escuela de los valores y de las buenas actitudes. Porque para encarnar a un personaje, se debe poseer una dimensión ética amplia, que recoja los más dolorosos y brillantes sucesos del carácter.

 

Aquella vez cuando la vi cogiendo botella o esperando un ómnibus en la esquina, no tuve valor de detenerme a saludarla, pedirle que me hablara de sus proyectos, de la grandeza de la actuación en momentos duros y sin abundancia material. Pero pasé de largo, ya que la resonancia de su figura me impresionaba.

 

Su sitio en la historia parecía estar marcado por un halo innombrable que imponía el respeto y detenía a cualquier neófito que quisiera acercarse. Cuando supe de su fallecimiento, fui directo hasta mi teclado y tuve presente en todo instante esa imagen de la mujer que resiste, que trabaja, que espera por un transporte en el país de la crisis del combustible, de los apagones, de la esperanza en medio de la escasez, del heroísmo cotidiano de los grandes artistas.

 

Quizás haya quien piense que Corina vivió en demasiadas carencias para el inmenso talento que poseyó, pero esos no conocen la maravilla de ser feliz con lo poco que se tiene y lo mucho que se hace.

 

La sonrisa de un niño que sueña con ser actor llevará el nombre de Corina. Esa esperanza mayor borra todo dolor, todo miedo. Y en la labor humanista y profunda va la riqueza de este mundo, que reside en la bondad, en los deseos de construir. Ella ya no está aquí físicamente, pero demorará siglos en irse de manera tajante.

 

En los labios tendremos sus palabras a la hora de pensar en la obra inmensa que habla sobre la madre intolerante, esa Bernarda, que tanto contrastaba con la madre real, tierna y severa de los muchachos de las escuelas de arte.

 

Para Corina hay un pueblo que no solo agradece, sino que prevé en el futuro los intersticios de un trabajo en pos de su legado. Nada queda fuera del acto de justicia y de apego para aquella que trabajó, que se sacrificó y que en medio de las penurias de un momento dado jamás dudó en darlo todo. Ella es simplemente, el núcleo duro de las artes en Cuba, parte fundamental de una ética que no muere, sino que se trasmite a partir de la belleza de los actos.

 

Para Corina Mestre todos los homenajes, ya que su rostro persiste entre los que sueñan, los que hacen y los que llevan adelante las luces sin importar cuán oscuro sea.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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