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martes, 5 de noviembre de 2024

Benny Moré e Ibrahim Ferrer, dos grandes que febrero recuerda

Benny Moré e Ibrahim Ferrer, dos grandes imprescindibles de las raíces musicales más autóctonas de la Mayor de las Antillas...

Laura Mercedes Giraldez Collera en Exclusivo 20/02/2021
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Benny Moré-músico
Benny Moré leyenda de la música cubana. (Tomada de solvision.cu).

Febrero es un mes que huele a música, a cubanía, a talento natural, pues se recuerda la muerte de El Bárbaro del Ritmo, Benny Moré, el músico cubano más grande del siglo XX, y el nacimiento de Ibrahim Ferrer, otra figura que colmó de alegrías a los cubanos con su voz contagiosa y alegre, a pesar de los embates que golpearon su vida.

EL BÁRBARO DEL RITMO

Leyenda de la música cubana, autóctono, dicharachero, genial para componer e impuntual, Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, quien falleciera el 19 de febrero de 1963, era dueño de una capacidad innata para la composición musical y así logró reunir su tribu, la Banda Gigante que dirigía con su bastón y que lo colocó en el corazón del pueblo cubano.

Sus influencias musicales le vienen desde la cuna, de su barrio Pueblo Nuevo, en Santa Isabel de las Lajas, Cienfuegos. El Benny sabía tocar a la perfección el insundi, los tambores de yuka, los de makuta y bembé, invocadores de deidades Orishas, a la par que cantaba y bailaba lo mismo un son, una guaracha que una rumba. Su tatarabuelo fue el primer rey de los congos en Santa Isabel de las Lajas, y esa herencia constituyó una notable influencia en su desenvolvimiento profesional y personal.

El Benny siempre volvió sobre sus raíces, sobre la base de ellas creció como músico hasta convertirse en un ícono venerado por Cuba, México y un sinnúmero de países en los que hizo gala de su talento.

Santa Isabel de las Lajas querida, Santa Isabel. / Lajas, mi Rincon querido, pueblo donde yo nací / Lajas, tengo para ti este, mi cantar sentido. / Siempre fuiste distinguido por tus actos tan sinceros, / Tus hijos son caballeros y tus mujeres, altivas, / Por eso grito: Que viva mi Lajas con sus lajeros, lajeros.

No tuvo otra formación musical que esa. No sabía leer partituras y para escribir sus composiciones se apoyaba de sus músicos, quienes llevaban al pentagrama los temas que popularizaron.

A partir de su éxito en La Corte Suprema del Arte —donde se presentó en dos ocasiones hasta obtener el primer premio—, sus demás escuelas fueron el Conjunto Cauto, que integrase bajo la dirección de Mozo Borgellá; el trío Matamoros, el cual lo disparó hacia la fama y con el que viajó a México.

Al regreso del grupo a Cuba, el Benny decide posponer su vuelta a la isla y probar suerte en solitario en esa nación, donde participó en alrededor de 16 películas de la época dorada del cine mexicano, y allí también logró conquistar los más grandes escenarios.

De vuelta a su Cuba añorada funda la Banda Gigante en 1953, con la que recorrería el mundo junto a otros grandes de la música cubana, el cantante Fernando Álvarez, el trompetista Alfredo (Chocolate) Armenteros, el trombonista Generoso Jiménez y el baterista Rolando Laserie, entre otros.

Su fuerte voz, sensual, melancólica, es recordada por este pueblo que tanto le aplaudió y que no lo olvida. Siempre de chaqueta hasta poco más de la mitad del muslo y pantalones anchos con tirantes, sombrero y el bastón que dirigía, El Bárbaro del Ritmo bautizó por última vez un escenario con su cubanía, autenticidad y talento intuitivo el 16 de febrero de 1963, en el pueblo de Palmira, Las Villas, acompañado por La Banda Gigante, tres días antes de decir adiós.

IBRAHIM FERRER Y EL BOLERO

De la orquesta del Benny formó parte otro grande de la música cubana, quien, de niño, soñaba con ser médico. En sus primeros años de vida vendió dulces y palomitas de maíz para sustentarse. Además, cantaba por las calles de su natal Santiago de Cuba. El éxito y el reconocimiento llegaron a su vida después de más de seis décadas de existencia, de mucho escuchar que su voz no era la idónea para el bolero. Sin embargo, a noventa y cuatro años de su nacimiento, un 20 de febrero de 1927, Ibrahim Ferrer cuenta como una de las voces emblemáticas del panorama musical cubano e internacional.

Sus casi ochenta años de existencia estuvieron marcados por el sacrificio. Desde la muerte de su madre, a temprana edad, fundó junto a su primo un grupo llamado Jóvenes del Son, que se dedicada a animar fiestas privadas. Así se sustentaba cuando comenzó a recibir las invitaciones de varios músicos para integrar sus orquestas, las más reconocidas de Santiago.  

Tras su llegada a la capital habanera también formó parte de importantes agrupaciones, entre ellas la Orquesta Ritmo Oriental, de Benny Moré. Luego, hasta su retiro de la música en 1991, su talento quedó en manos de Los Bocucos, dirigida por Pacho Alonso.


Ibrahim Ferrer demostraba su talento para interpretar varios géneros, y sobre todo, el bolero, que tanto amaba. (Tomada de cancioneros.com)

Durante esa etapa de su carrera, Ferrer nunca se sintió completamente realizado. Interpretar guarachas, sones y otros géneros no saciaron sus ansias de boleros. Hasta que, después de limpiar botas y enfrentar no pocos sinsabores a pesar de su talento, la maestría de este músico volvió a arrancarle aplausos al público melómano de Cuba y del mundo a partir de 1998.

Se cuenta que al nacer la idea del Buena Vista Social Club, Juan de Marcos González, director musical del grupo Sierra Maestra, quien se despeñaba como asesor de arreglos y grabación de ese compendio de estrellas cubanas, lo buscó para formar parte de las grabaciones de esa icónica agrupación.

De esa histórica unión surgió el álbum Afro-Cuban All Stars, en el cual Ferrer demostró sus excepcionales cualidades como cantante, al intervenir en 12 de los 14 temas que lo componen.

 Afro-Cuban All Stars obtuvo un premio Grammy. Un año después, el popular músico grabó en solitario el disco Buena Vista Social Club presenta a Ibrahim Ferrer, que, producido por Ry Cooder, vendió un millón y medio de copias.

Finalmente Ibrahim Ferrer demostraba su talento para interpretar varios géneros y, sobre todo, el bolero que tanto amaba.

Pero los reconocimientos no se detendrían, su segundo disco, Buenos Hermanos, obtuvo en 2004 un Grammy.

Al momento de su muerte, en 2005, el formidable artista que colmó de público e hizo explotar en aplausos a los más grandes escenarios alrededor del mundo, cumplía su sueño de grabar un disco completamente de boleros: Mi sueño. A bolero songbook.

Recordar el lugar cimero de este grande de la música cubana, es no dejar morir su sueño de transmitir, con uno de los géneros más autóctonos y sentidos, las raíces más profundas de la cubanía y de los artistas de esta tierra antillana, cuna de magistrales creadores.


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Laura Mercedes Giraldez Collera

Periodista


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