viernes, 29 de marzo de 2024

El señor celular

A veces nos hundimos tanto en las entrañas del celular que nos alejamos de la realidad; estamos muy conectados con amigos de todas partes, y nos falta la palabra y el tiempo para la familia que tenemos cerca…

Julio Cesar Sánchez Guerra en Exclusivo 13/05/2023
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Señor celular
El celular es un todo terreno que no puede quedarse fuera del área de cobertura, es como una célula privada de nuestro organismo vital. (Alfredo Martirena)

Es un gran invento el celular, y se ha vuelto tan cercano que, si nos falta por pérdida, robo, ausencia de datos móviles, lesiones en la batería, nos inquietamos como si nos faltara una parte del cuerpo. Es que el celular nos conecta con el mundo, las redes, trae música, tira fotos, graba videos, es un despertador, incluso nos envía notificaciones o   invita a jugar.

El celular es un todo terreno que no puede quedarse fuera del área de cobertura;  ah, y es muy personal, eso de que cualquiera meta las manos en tu celular no se ve bien, es que se convierte casi en una prenda íntima que solo “yo puedo tocar”. El celular es como una célula privada de nuestro organismo vital. No falta el presentador televisivo que lo porta en mano como un talismán contra el olvido. La cargamos como a un niño; ¿o es el quien nos carga?

Eso y mucho más, forman parte del lado positivo del maravilloso invento: Don Celular. Pero el artefacto nos plantea algunos problemas que merecen toda nuestra atención; ya no hablamos de la vigilancia a la que somos sometidos entre el GPS y toda la huella digital que dejamos y que nos convierte en un punto, fácil de localizar en la multitud millonaria del planeta, ahora convertido en aldea global, y donde todos somos conocidos por los dueños de internet, aunque no nos conozcamos entre nosotros.

Uno de los problemas es el tiempo que pasamos pegados al estimado celular. Si vamos por la calle o manejamos, por alguna razón, el telefonito se acerca al oído. He visto más de una vez, a alguien en moto o bicicleta, contar una linda historia, mientras con una mano sostiene el celular y con la otra mecánicamente aguanta el manubrio.

Otros, a la hora de la comida, con una mano se llevan la cuchara a la boca y con la otra, el pulgar rueda la pantalla saltando de Facebook a WhatsApp  hasta que se detienen en un video, y por unos instantes, la cuchara deja de moverse, olvidándose del viejo proverbio chino: “Cuando se  come se come; cuando se duerme se duerme”

La mayoría de las veces, tal vez la sobredosis celulariana no aporta mucho que no sea asomarnos a husmear y saltar de emoción en emoción entre el me gusta, el jajaja y la mengua, sin notarlo, del acto reflexivo. Del Cogito ergo sum (pienso, luego existo) de René Descartes, pasamos al, “tuiteo, luego existo”.  Para existir hay que ser visto por el otro; no es algo nuevo bajo el sol, pero ahora se nos presenta desde la pantallita de un móvil andante.

El asunto se torna inquietante cuando desde edades muy precoces, se abusa de las pantallas, bajo la creencia de que ya se adiestran los niños en la cultura de las redes y la tecnología; y esto en detrimento de la elemental necesidad de socializar, correr, saltar o escuchar la historia que cuentan los abuelos.

A veces nos hundimos tanto en las entrañas del celular que nos alejamos de la realidad; estamos muy conectados con amigos de todas partes, y nos falta la palabra y el tiempo para la familia que tenemos cerca; es entonces cuando una rara soledad se apodera del hombre que vive dentro de un espectáculo artificial, olvidándose de mirar la rosa anónima y limpia del jardín, borrando para siempre el verso del poeta: “bendito el hombre por ser contemporáneo de la rosa”

Ahora en que la atención se vuelve un recurso cada vez más escaso, las tecnologías pueden cambiar la percepción de la realidad, inducirnos a otras formas de enajenación. No pocas voces alertan el peligro, pero es difícil buscar las formas de comprender la lógica de ciertos impactos, cuando se ligan la necesidad, utilidad, seducción, amenazas y el fragmento interior que producen las nuevas tecnologías.

Si con tu celular te asomas a Facebook, una amable pregunta, cuelga del portón digital: ¿Qué estás pensando? Pero la pregunta es otra: ¿Estás pensando? Y es que, en círculos académicos de centros de poder, se habla de “safe space” o espacios seguros donde pensar no es lo importante sino las emociones. El celular puede servir para eso, para encontrar un lugar seguro y sin debate, o como herramienta que no liquide ni el pensamiento ni los sentimientos que conduce al hombre más antiguo, a quedarse cuidando a un hombre mal herido.

Finalmente, nadie ha dicho de echar los adelantos de la ciencia al latón de la basura por evitar el lado negativo. Estamos ante la lengua de Esopo, quien nos dijo que esta puede ser buena  o mala, depende del uso que le demos. Una pregunta cae sobre la historia. ¿En qué pensaba el Daniel bíblico, cuando dijo que aumentará la ciencia y también la angustia de los hombres?

Por lo pronto, entre Don Celular y yo, respira otro ser humano al que no siempre es preciso llegar por el tono inconfundible de un teléfono móvil, sino por el puente de unos ojos, una taza de café, la palabra sobre la mesa, el abrazo irrepetible que nos salva de perder la compañía.


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Julio Cesar Sánchez Guerra

Pinero de corazón. Pilonero de nacimiento. Cubano 100 por ciento. También vengo de todas partes y hacia todas partes voy. Practicante ferviente de la fe martiana. Apasionado por la historia, la filosofía y la poesía.


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