Por: Ricardo R. González
Un grupo de científicos se apresta a realizar la denominada expedición. Tendrán el beneplácito de sentir de bien cerca los diversos trinos de aves a manera de un concierto inigualable, pero también de apreciar en vivo la policromía del plumaje y las bondades obsequiadas por la Natura; sin embargo, no todo es dicha porque golpea el contraste directo por los indeseables mosquitos, el calor agobiante y la fatiga propia de un caminante que deberá recorrer, en una mañana, entre seis y ocho kilómetros a una velocidad casi supersónica.
Las acciones van dirigidas al monitoreo de aves residentes permanentes o las llegadas desde otras latitudes para ocupar un espacio de refugio en nuestros bosques. En medio de todo impera la preparación de pequeños trillos, a manera de guía, que faciliten el movimiento de los especialistas sin afectar la vegetación. Una vez listos comienzan las acciones mediante redes de niebla o sistema destinado a atrapar las aves en vuelo. Estas «trampas momentáneas» se diseminan por más de una veintena de puntos llamados a recorrerlos en un tiempo no mayor de 15 minutos.
El doctor en Ciencias Biológicas Ángel Arias Barreto, investigador auxiliar del Cesam villaclareño, es uno de los que portan el atuendo de campaña. Gorra, mangas largas y la protección elemental para evitar que los pájaros caídos mueran en la red o resulten presas codiciadas por especies devoradoras.
Al estar anilladas las aves se facilitan muchos parámetros desconocidos, no solo entre las especies raras, si no que posibilita un seguimiento del lugar de procedencia, su longevidad, junto a otros aspectos. (Periódico Vanguardia).
Constantemente hay que desenredar los ejemplares, soportar sus fuertes picotazos y adueñarse de mucha paciencia. «Una vez «apresados», trasladamos los pájaros en bolsas a la mesa, donde se anillan para proceder con los datos de registro. Una tramitación rigurosa que al final nos lleva a preparar condiciones en espera del nuevo día».
Esa captura concierne solo al anillado. Colocado el dispositivo retornan a su hábitat y quedan identificadas ante aquellas aves con anillos situados en otras partes del mundo.
Los aros de colores permiten un seguimiento mayor como ocurre con el juan chiví (Vireo gundlachii), que es endémico cubano; el cabrero (Spindalis zena) y el negrito (Melopyrrha nigra), residentes permanentes. A través de esos anillos se viabiliza el trabajo con un registro bastante minucioso que identifica cada ave y sus características.
Y si llueve… a correr, ya que se impone cerrar las redes y evitar el colapso de los pájaros.
Así trabaja el equipo. Durante la campaña de anillamiento en el recién finalizado octubre en Cayo Santa María se capturaron 511 aves de 35 especies, de ellas 24 recapturas, con tres nuevos registros para esa zona de trabajo: la Bijirita del pinar (Setophaga pinus), el Gorrión de corona blanca (Zonotrichia leucophrys, y la Bijirita de Connecticut (Oporomis agilis). (Cortesía del Dr. Ángel Arias Barreto).
CAPRICHOS Y COMPORTAMIENTOS
La distancia no constituye impedimento. Se capturan aves en el Faro de Roncali, en el cabo de San Antonio, y en el área de Siboney, en Santiago de Cuba.
Según la última actualización realizada durante este año, en Cuba existen en registro 394 especies; de ellas, cerca de 200 totaliza Villa Clara, ya sea por su permanencia o por su paso de manera transitoria.
«Esta cifra provincial coincide con las estadísticas cubanas, pues la mayor cantidad resultan migratorias. Proceden de Canadá o Estados Unidos y pasan el invierno aquí luego de llegar por dos corredores: el de la costa este atlántica, que afecta a la provincia, y el de Misisipi, que solamente toca la parte del extremo más occidental cubano, y muchos de sus individuos continúan viaje hacia América del Sur», explica Arias Barreto.
—¿Cuáles son las especies más frecuentes en nuestros predios?
—Las chinchillas establecidas hasta abril para regresar a los territorios de cría en América del Norte. También hay otras que vienen a partir del referido mes, permanecen durante el verano y nidifican aquí como es el caso del bienteveo (Vireo altiloquus), o el querequete (Chordeiles gundlachii), considerados altos consumidores de insectos, por citar algunas.
«Durante la migración otoñal recibimos el mayor grupo de especies en Cuba, se diseminan por el resto del archipiélago, y por el arco de las Antillas, Islas Caimán y América del Sur. En la actualidad el Centro Oriental de Ecosistemas y Biodiversidad (Bioeco), de Santiago de Cuba, producto del corredor biológico del Caribe, hace el monitoreo del águila pescadora (Pandion haliaetus) que se mueve hacia República Dominicana».
Los impresionantes estudios sobre las aves demuestran que utilizan los vientos a su favor, tanto en ida como en regreso, y parece, sin ser resultados conclusivos, que hay picos en que migra determinada especie. Unos días se capturan muchas candelitas (Setophaga ruticilla) y luego disminuyen para comenzar el arribo de otras.
«Ellas deben tener sus estrategias de orientación ante los fenómenos naturales. Un ejemplo lo fue el huracán Dorian, cuyos vientos eran propicios para que llegaran especies procedentes de Bahamas», advierte el Dr. Ángel Arias.
No obstante, precisa que para obtener datos con exactitud se necesita un estudio de años, pero los saldos de Villa Clara resultan alentadores, con mucho interés por parte de otras entidades del país al constatar esos resultados tanto en épocas de migración otoñal como primaveral.
—Respecto a ese totí que todo lo paga?
CONTRASTES
Si bien con las aves residentes en el país no existen muchos trabajos de seguimiento que ofrezcan resultados conclusivos, los propios campesinos y conocedores de las áreas advierten afectaciones en zonas donde tradicionalmente se veía el tomeguín del pinar (Tiaris canorus) y ya se aprecia que su población ha disminuido.
Otro tanto ocurre con el negrito, endémico de Cuba, cuya caza ilícita interfiere de forma considerable.
A ello se suman los cambios en el uso de la tierra, la tala de árboles y aquellas alteraciones del hábitat natural que, unido a las capturas indiscriminadas, inciden en que la especie desaparezca, sin descartar las pocas posibilidades de recursos para el anidamiento o la falta de sitios que propicien alimentos.
A juicio del Dr. Ángel Arias Barreto, existe la tendencia a la retención de muchas especies migratorias para uso contemplativo o de comercio. Entre estas, la mariposa (Passerina ciris) y el azulejo (Passerina cyanea); pero a todo ello hay que agregar las acciones de los gatos, que resultan un peligro potencial para las aves en ecosistemas naturales.
¿Tenemos o no nuestras Razones?
—El totí (Dives atroviolaceus) es un endémico cubano, pero no es solo el exclusivo que pernocta en el Parque Vidal, en Santa Clara. También están el chichinguaco (Quiscalus niger), el mayito (Agelaius humeralis), el solibio (Icterus melanopsis) y el vaquero (Molothrus bonariensis), que comparten las ramas de la céntrica plaza santaclareña.
Además de los encantos ofrecidos por las aves, también existen peligros y amenazas, sobre todo cuando salen del área de protección en busca de alimentos. Y aquí tienen un capítulo especial las cotorras (Amazona leucocephala), que quedan expuestas a su captura, aunque la depredación mayoritaria ocurre en los nidos.
«Si nos detenemos en la paloma perdiz (Starnoenas cyanocephala), ya posee la categoría de amenaza, y debe quedar claro que existe un conjunto de leyes aprobadas para la protección de las especies. Entre ellas aparece la Resolución 160 del Citma, que determina las licencias para tenerlas o utilizarlas con fines artesanales, estén o no incluidas en la lista de especies amenazadas».
Y vale la referencia a las aves acuáticas establecidas en colonias de cayos pequeños, sobre todo, al norte del Parque Nacional Los Caimanes, con marcados registros interesantes en la zona.
No cabe duda de la existencia de un universo fabuloso, y a pesar del cansancio provocado por las expediciones, de soportar esas picadas intensas de los mosquitos, de conocer en la piel el afilado pico de un ave o de llevar sobre las espaldas una temperatura ardiente, vale la pena desafiarlos porque, al decir del Dr. Ángel Arias Barreto, este otro mundo de las aves resulta una aventura apasionante.
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