¿Qué es el amor?

Si puedes responder la pregunta del título considérate una persona dichosa… porque aun cuando no lo estés viviendo ya es un éxito el mero hecho de reconocer su presencia. En Freeheld, un amor incondicional (2015) hay más que una pregunta. Esta cinta tiene la respuesta a qué pasa cuando dos personas se aman.

Freeheld, un amor incondicional, del director Peter Sollett, trata un amor que sufre una de las mayores pruebas posibles: la enfermedad y convalecencia (por cáncer) de uno de sus miembros.

Recuerdo un poema de Nicolás Guillén que mencionaba cómo el amor de Romeo y Julieta se hubiera realmente probado si juntos, ya en la vejez, tuviera él que lidiar con los problemas de la cadera de ella, y ella, a su vez, con la ceguera de él. Que eso sí sería entonces una prueba.

En Freeheld, un amor inconcional la tentativa es así de fiera. Las entrañables actrices Julianne Moore y Ellen Page interpretan a una pareja de lesbianas cuyo mayor sueño es, sencillamente, compartir la vida juntas. Compran una casa, adoptan un perro y comparten las pequeñas verdades cotidianas… hasta que a Laurel Hester, personaje que interpreta Julianne Moore, le diagnostican cáncer. Entonces ella, que es, además, una oficial de policía de New Jersey, pide que cuando muera su pareja, Stacie Andrée (Ellen Page), reciba la pensión que le asigna el Estado a la familia de los oficiales fallecidos. Pero como su pareja es una mujer y el matrimonio entre personas del mismo sexo no estaba aprobado en ese momento en Estados Unidos, le niegan la petición.

Hay algo intenso en esta cinta, Freeheld, un amor incondicional está basada en hechos reales. Esta historia con final feliz —en la actualidad la mujer que inspiró el personaje que interpreta Ellen Page continúa viviendo en la casa que compró junto a su pareja— sentó las bases para que se aprobara el matrimonio gay (también llamado matrimonio igualitario).

Muchos le han criticado a este filme cierta ambivalencia del guión. Que si tiene aciertos aislados porque no respeta la ley aristotélica de la dramaturgia, razón por la cual no funciona del todo…; que si uno como espectador siente que el peso de la historia recae demasiado sobre las actrices protagónicas. Puede ser. Es más, es. Pero… ¿acaso la vida respeta alguna ley?

La cinta —es verdad— no tiene intenciones de alta dramaturgia. Ni siquiera importa demasiado —como cima dramática del argumento— el final del filme. Cuanta persona conozca la lucha por la igualdad que llevaron a cabo en los años noventa las distintas minorías no heteros de los Estados Unidos puede conocer sobre la vida de esta pareja y cómo terminó el litigio contra los ejecutivos del condado por recibir la pensión. Por eso no importa demasiado el clímax de la cinta. El asunto, la tesis de esta película, su razón de ser, está en mostrar el romance entre dos personas.

Poco importa entonces que los personajes no parezcan del todo esbozados, redondos. O que el guión no profundice y convierta lo que es un drama romántico en buen cine sociopolítico. No es esa la intención del filme. Esta es una historia de entrega y pasión. Y amor. Mucho amor. Que no es poco.