Una vez, parece ya hace mucho, toqué junto con unos amigos de la escuela de periodismo, la puerta de Humberto Solás para entrevistarlo. Tenía diez y ocho y no paraba de reírme porque uno de nosotros había descubierto la técnica del origami. No recuerdo por qué, pero todo resultaba muy gracioso después de ese descubrimiento.
Pero cuando Solás abrió la puerta todos dejamos de reír. Él parecía de una edad infinita, como un personaje de Michael Ende, muy lejano de esos niños adolescentes que querían entrevistarlo. Y muy lejano de reírse porque alguien había hecho un origami de colores.
Nos dijo que estaba ocupándose de una enfermedad de un familiar, y que no tenía tiempo para entrevistas. Mis amistades se fueron… pero yo regresé.
No se lo dije a nadie, pero regresé y le pedí disculpas por nuestras risas. Él intentó sonreír. Lo intentó. Pero la sonrisa no le salía. La había dejado debajo de la cama del hospital donde estaba su familiar, supongo.
Hace más de diez años de eso, y todavía recuerdo vívidamente las ganas que me dieron de darle un abrazo. Me preguntó por mi entrevista y le dije, creo que porque en esa época tenía muy en alza a la memoria de Julio Cortázar (o a lo que nos decían los profesores de periodismo sobre la memoria de Julio Cortázar) que no era una entrevista, solo una conversación en la cual mi memoria retendría todo lo que él quisiera decir.
Me miró. Creo que con nostalgia de la época en que el reía. Verán, yo conocí a un Solás mayor. Cansado. Y estoy segura de que no fue siempre así. Pero a lo que voy.
Me habló de Lucía. Me dijo: son tres mujeres, un mismo nombre. Le dije, lo sé, se divide en tres partes, cada una con una intención y una puesta en escena que evoca la historia de las mujeres cubanas.
—No, no de las mujeres cubanas; de todos los cubanos —me rectificó—. Raquel Revuelta vive en los tiempos de la guerra por la independencia de España. Eslinda Núñez es una persona de los años ´30, en los tiempos del dictador Machado. Y finalmente, Adela Legrá, ella es de comienzos de la revolución cubana.
—Yo creo —le comenté, y realmente lo pensaba— que con Lucía usted ha pasado a la historia. Porque es una obra impetuosa. Porque tiene una gramática inteligente, precisa. Una mirada femenina.
—Lo mejor de Lucía era que todos estábamos en la edad exacta para hacer la película. Todas las actrices, y hasta yo, teníamos la edad y la fuerza para hacerla. Como si hubiéramos nacido para eso.
Después se calló. Y ya no estaba ahí. No estábamos en la misma habitación. Hubo un silencio inmenso. Como nunca me he sentido incómoda en el silencio (más bien todo lo contrario), casi cae la noche, uno frente al otro, sin hablar. No sé en qué pensaba él. Yo meditaba sobre lo que el había subrayado, eso de tener la edad necesaria. Creo que tenía razón. Mis 18 años no podían entender su tristeza. Podían, no obstante, respetarla. Y de eso sí que estoy orgullosa.
Ingrid Morales
8/10/18 15:01
Yo lo conocí! Y fue maravilloso, tal vez un año antes que tú! Filmó una de sus últimas y usó mi casa como set, fue una experiencia que jamás se borrará de mi memoria! El era todo inmenso... gracias “Diani” que lindo
te piensa
26/9/18 13:54
DIANA
OBVIAMENTE TIENES MUCHA SENSIBILIDAD
QUE SUERTE SERIA TENERTE EN MI VIDA
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.