Por Olivia Marin Alvarez y Susana Pérez Gil
A finales del siglo XIX, el famoso magnate de los medios de comunicación, William Randolph Hearst, captaba la atención de los lectores mediante la publicación de exagerados y llamativos titulares en sus periódicos, con el objetivo de aumentar las ventas de sus ediciones.
Los consorcios mediáticos, a lo largo de la historia, han buscado diversos mecanismos que garanticen su sustentabilidad económica, la cual no depende únicamente de la adquisición de sus ejemplares.
En este sentido, la publicidad desempeñó un rol preponderante, al convertirse en una de las principales fuentes de ingreso. Algunas publicaciones pusieron en práctica el modelo 80-20, que consistía en la dependencia en un 80 por ciento de la publicidad y en un 20 por ciento de las suscripciones.
Al respecto, el investigador Francisco Campos Freire, en un artículo publicado en la revista Razón y Palabra, explica que “el modelo de negocio surge como una nueva unidad de análisis comercial, un esquema de representación, una forma genuina e innovadora de conseguir atraer la confianza de los clientes, generar ingresos para cubrir costes y mantenerse viable en el mercado. Determina cómo la empresa logra financiación mediante su posicionamiento en la cadena de valor, con el fin de que sus ventas reporten ingresos superiores a los costos.”
Con la irrupción de Internet, los modos tradicionales de asumir el modelo de negocios en los entornos mediáticos –publicidad, venta de productos informativos y patrocinios –, adaptados a la plataforma online, demandan irremediablemente cambios en los procesos comunicativos y económicos.
“Las empresas y grupos de comunicación afrontan la superación de la crisis financiera y estructural del sector mediático, a través de sus posibilidades de revisión de la aportación de valor e innovación a los respectivos modelos de negocio para posicionarse en nuevos segmentos de mercado, reestructurar sus cadenas y ecosistemas de valor, reequilibrar sus costes y beneficios, además de sus estrategias corporativas”, agrega Freire, refiriéndose a los problemas que presentan los modelos actuales.
Debido a esto, muchos medios de prensa exploran otras formas de sustento. El reconocido buscador Google se ubica en la mira de publicaciones europeas que le exigen pagarle a sus editores por los enlaces de noticias que recupera en sus páginas. Por tal razón, desde 2011, ante la negativa de la megacompañía, algunos diarios brasileños se retiraron del servicio de Google News.
Múltiples publicaciones, en su mayoría norteamericanas, han implementado diversas alternativas, como el establecimiento de muros de pagos (paywalls), en los cuales el lector debe pagar por acceder a diferentes cantidades o tipos de contenidos, en dependencia de cómo lo estipule el medio.
Pero en este contexto surgen interrogantes: ¿qué cantidad de usuarios estarían dispuestos a pagar por contenidos online que hasta ese momento habían sido gratis o por qué pagar por una información que puede encontrarse fácilmente en cualquier otro lugar de la web a través de disímiles alternativas: redes sociales, blogs y el desarrollo del periodismo ciudadano?
“Las empresas periodísticas siguen buscando una salida para su propia rentabilidad y buscan esa supervivencia en los muros de pago para los contenidos en línea”, expresa el periodista David Laguillo.
Sin embargo, “el muro de pago solo podrá imponerse con éxito para contenidos de calidad, diferenciados y con valor añadido. Nadie pagará por las mismas noticias que se pueden encontrar gratis”, continúa.
El pago por contenidos podría ser el camino a seguir en un futuro, según se divisa en las experiencias acumuladas. No obstante, esas alternativas solo pueden fructificar mediante la realización de un periodismo caracterizado por la especialización, la exclusividad, el análisis y la veracidad de las informaciones.
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