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domingo, 22 de diciembre de 2024

No te “quemes”, mamá

El síndrome de burnout maternal es un trastorno que muchas madres sufren sin saberlo, creyendo que ese estado de “agotamiento extremo” es algo normal...

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 18/11/2023
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No hay que normalizar el agotamiento crónico de una madre. (Ilustración tomada de La Tercera)
No hay que normalizar el agotamiento crónico de una madre. (Ilustración tomada de La Tercera)

La madre grita “yaaaaa” y da par de pescozones. Castiga a los niños. Ellos lloran. Y ella se va al baño a llorar también. Está cansada, sobrepasada, y no solo en ese instante, sino todo el tiempo. Ya no disfruta ser madre y la culpa la corroe. El malestar llega a ser físico.

Probablemente sufra en silencio, porque se supone que las madres pueden con todo y no se quejan; y si lo hacen les dirán algo como: “¿para qué pariste entonces”?, “eso es así”, “disfrútalos que crecen rápido”… Y ella seguirá en esa espiral de angustia hasta que colapse.

Criar es un trabajo exigente, de 24 horas, y resulta normal vivir momentos de ansiedad y desánimo, pero si estos se hacen permanentes, y los acompañan otros síntomas como falta de motivación, rumiación (pensamientos obsesivos) constante, lapsus frecuentes de memoria, trastornos de sueño y de alimentación, así como conflictos de pareja, es probable que se padezca el síndrome de burnout maternal (SBM).

En un artículo publicado por la página especializada Educar es todo, la sicóloga Teresa Jiménez explica que el SBM es “un estado de agotamiento extremo, un no poder más, una sensación de que un día tras otro todo es lo mismo”.

La experta añade que se trata de madres que están expuestas a un estrés excesivo, sin tener los suficientes recursos para compensar el efecto que este produce en sus vidas. “Cuando se hace crónico o se mantiene en el tiempo, hablamos de este síndrome”.

Entre los factores que lo desencadenan se encuentran el sentimiento de culpa, las expectativas poco realistas sobre la maternidad, la sobreexigencia y el perfeccionismo, y la carencia de una red de apoyo.

Según un  estudio de la Universidad de Lovaina (Bélgica) hay cuatro características clave que definen el síndrome: agotamiento alto y crónico, distanciamiento emocional entre madre e hijos, dejar de disfrutar del papel de madre, y no reconocerse como la madre que se solía ser y se quería ser.

Desde enero de 2022, la Organización Mundial de la Salud incluyó el síndrome de burnout (también conocido como síndrome del trabajador quemado) en la 11ª edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades, como el desgaste resultante del estrés crónico derivado del trabajo.

Desde entonces, muchas personas se han visto identificadas y acudido al médico; pero cuando se trata del trabajo de criar, es más difícil que se pida ayuda, y que, incluso, las personas que rodean a la enferma reconozcan que no está bien.

El SBM también lo pueden sufrir los padres, aunque es menos frecuente, pues la inequidad en los roles de género hace que la carga mental y física recaiga más sobre ellas: son quienes están pendientes de tareas escolares, alimentación, horarios, y también quienes faltan al trabajo si los hijos se enferman, por ejemplo.

Los niños sufren esta condición a la par de los adultos, pues sobre ellos recae el distanciamiento emocional y las conductas negligentes o violentas.  Es posible que se produzca un círculo vicioso, ellos están desregulados y ansiosos, se portan peor, y su madre se cansa más aun.

¿Qué hacer entonces? Lo primero es buscar ayuda médica, acudir a una conducta de sicología donde adquirir herramientas para hacer frente a la situación. Asimismo, es vital buscar una red de apoyo, ya sea en la familia, con amistades o con otras madres o padres. 

También es preciso establecer prioridades, abrazar la imperfección, tomarse tiempo para hacer otras cosas más allá de criar, usar el humor en el día a día, no autoflagelarse con pensamientos descalificadores, y entender que los hijos son seres independientes y no proyectos cuyo día a día debemos planificar milimétricamente y según nuestras expectativas y deseos.

Es muy fácil, cuando escuchamos a esa mamá que grita “yaaaaa, no puedo más”, decirnos “se tostó” y mirar a otro lado; pero ejercer en esos momentos la empatía es vital para ayudar a unas maternidades más sanas. Normalizar los sentimientos, realizar una escucha activa y ofrecer ayuda verdadera son excelentes primeros pasos para que una mamá no se “queme”.


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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