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sábado, 23 de noviembre de 2024

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un blog de Mayte María Jiménez

¿Qué es la ciencia del deseo?

Sobre el deseo, como preludio a todas las reacciones experimentadas por el organismo en la intimidad, conversó Francisco Cabello Santamaría, presidente de honor de la Federación Española de Sociedades de Sexología...

Cubahora
en Exclusivo 27/01/2012
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El deseo
El deseo

Estremecimientos, miradas, palpitaciones, ansiedad, ira, fuego: deseo. Apenas se puede describir en palabras, pues es una sensación indescriptible por las palabras, solo la experiencia de vivirlo puede responder esta interrogante.

El deseo nos hace cómplices, somos eco de la intensidad que sentimos cuando anhelamos algo o a alguien, cuando soñamos, pensamos, imaginamos alcanzar el objeto de la fantasía y llevarla a la realidad.

Aunque las reglas no están escritas y todos sienten diferente, una cosa es cierta, no hay nada tan incontrolable como un deseo, más si se trata de una atracción que implica las sensaciones más íntimas de una persona.

Sobre este enigmático sentimiento que nos invade, no pocas veces en la vida, comentó el doctor Francisco Cabello Santamaría, presidente de honor de la Federación Española de Sociedades de Sexología, en el recién finalizado Congreso Cubano de Orientación, Educación y Terapia Sexual, celebrado en el Palacio de Convenciones, en La Habana, entre el 23 y el 25 de enero.

Según explicó el especialista, en una línea de sensaciones el deseo puede ir desde la aversión, el rechazo, la indiferencia, el interés, la necesidad y la pasión.

Generalmente cuando se conoce a una persona, o se descubre a alguien entre varios conocidos, se activa una especie de “chip” que nos hace sentir la necesidad de acercarnos o no a ese individuo.

El deseo es el primer paso en los caminos de una interacción sexual, que da lugar luego a la atracción, al intercambio, a la conexión, a la excitación y al encuentro íntimo.

MEMORIAS DEL PLACER

Las anticipaciones deseosas, las reacciones ante la insinuación eficiente, las urgencias apetitivas son algunas de las actitudes desencadenantes frente al deseo y sus más disímiles expresiones, señaló el también director del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología.

Las personas guardan en sus memorias las acciones que les identifican con sensaciones placenteras o no. Así se preservan los recuerdos gustativos y olfativos, que se activan cuando aparece el que les regresa a aquel momento, pues no tenemos facilidad para evocar los olores a voluntad.

En un primer momento podrían señalarse los inductores eficaces de sensaciones y sentimientos sexuales internos, entre ellos los sueños y fantasías, mientras que los externos comprenden los sentidos.

Es algo así como pasar —asegura Cabello— por la lujuria, el amor romántico y el apego o, en cambio, ir directo al rechazo o al asco.

Según señala la literatura especializada, la lujuria es impulsada por las hormonas sexuales como la testosterona, que puede descentrarnos más de lo normal.

También los niveles de la hormona del estrés, cortisol, y el producto químico similar a la anfetamina, feniletilamina, hace que las emociones aumenten cada vez más.

Otras hormonas como la oxitocina y la vasopresina ayudan a dar el paso adelante y parecen ser cruciales para la formación de las relaciones a largo plazo.

Las parejas que han estado juntos durante varios años muestran una mayor actividad cerebral asociada a estos productos químicos cuando miran fotografías de su pareja.

La oxitocina se produce cuando las parejas tienen relaciones sexuales y se tocan, se besan, se dan masajes el uno al otro. Esta es la hormona que nos hace depositar nuestra confianza, nos ayuda a superar el miedo social y resulta indispensable e importante para la unión.

Los escáneres cerebrales de las personas que están enamoradas coinciden con el viejo adagio el amor es ciego. Es completamente cierto.

Mientras que las áreas de recompensa de dopamina están entusiasmadas en el amor, las regiones relacionadas con las emociones negativas y juicio crítico están completamente apagadas.

En esta especie de interacción confluyen en la pareja diversos factores. Pero justamente el deseo es el que encabeza la lista, seguido por la flexibilidad para hacer cambios, las conexiones, la comunicación, la búsqueda de la intimidad, la confianza y el compromiso, así como la atracción erótica, la autonomía, la libertad y la responsabilidad frente al otro.

Por otra parte, el enfado, el resentimiento, la ansiedad, los celos y el aburrimiento pueden ahogar los deseos en un círculo vicioso que ninguna de las dos partes es capaz de frenar.

ELLAS Y ELLOS FRENTE AL DESEO

Se dice que el cerebro masculino se asemeja a una máquina que se excita con un simple estímulo como, por ejemplo, ver una foto en la que se muestren desnudos de una mujer.

Mientras, el femenino, por el contrario, requiere de varios estímulos y tiene la capacidad de procesarlos simultáneamente. Por eso las mujeres, antes de entablar una relación con un hombre, necesitan sentirse cómodas, seguras y deseadas.

Además, les gusta inspeccionar a fondo a cualquier pretendiente con la mentalidad de un “detective”, para determinar si es un buen partido y llena completamente sus expectativas.

La conexión responde a algo así como que cuando se trata de estímulo sexual, el cerebro de los hombres funciona con base en señales visuales, mientras que el de las mujeres lo hace por medio de señales psicológicas y físicas.

En una comparación con el miedo, un estudio de la Universidad de Michigan expuso que la regulación por separado de sentimientos extremos como este y el deseo dificulta que las personas puedan controlar las reacciones emocionales más fuertes.

O sea, las personas se vuelven más instintivas ante tales sensaciones. Los niveles más profundos del cerebro generan placeres o disgustos de una manera que parece resistente a la influencia de los niveles superiores del razonamiento.

Tal vez por eso nadie puede apagar o disimular los deseos, como tampoco puede generarlos o forzarlos. Ellos son fruto de las reacciones más naturales de nuestro cuerpo, y solo este será capaz de frenarlos o alimentarlos. Aunque la ciencia comienza a adentrarse en este mundo, el enigma nunca podrá ser revelado, y mucho menos controlado …el deseo nos hace vivir.


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