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viernes, 1 de noviembre de 2024

Vivir para ganar, el código de un “Loco”

El histórico Leeds United dirigido por el argentino Marcelo Bielsa regresó a la máxima división del fútbol inglés 16 años después con una filosofía de juego marcada por la verticalidad y la posesión del esférico...

Haroldo Miguel Luis Castro
en Exclusivo 28/07/2020
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Marcelo Bielsa
Entre los mayores fracasos de Marcelo Bielsa al frente del banquillo se encuentra la prematura eliminación de Argentina en la Copa del Mundo de Corea-Japón 2002, en la que la selección albiceleste apuntaba como uno de los grandes favoritos.

Si algo he intentado en estos últimos meses de autoconfinamiento y excesivo tiempo libre es tratar de disimular mi ignorancia sobre el fútbol. Sobrevivir con cierto decoro a las embestidas de los colegas del oficio en los debates diarios de WhatsApp y saciar la “curiosidad” de familiares y amigos que se creen con el derecho de reclamar respuestas, solo porque uno tuvo el descaro de meterse a escribir de este mundillo tratando de aferrarse a la supuesta imparcialidad periodística— créanme— puede resultar una labor agotadora.

Por eso aproveché para pertrecharme antes de verme obligado a abandonar la redacción. Acopié cuanto documento y video admitió el disco duro de la laptop y me inventé una pizarra para garabatear esquemas.

En un principio, volví a lecturas obligadas, “Fútbol a sol y sombra” y “Cerrado por fútbol” de Eduardo Galeano. Luego seguí con “La vida de mi equipo. Pretemporada y macrociclos de pretemporada”, de los hermanos españoles Dimas, David y Darío Carrasco Bellido. Maté un antojo de años con “Boquita”, de Martín Caparrós. Bebí las biografías de Pep Guardiola, Messi, Maradona y Sir Alex Ferguson. Ojeé un manual de táctica del Leicester City para juveniles, tuve desavenencias con “Mi receta del 4-4-2”, del conocido Robert Moreno y continué con otro mar de textos con la justificación de tener pocas cosas mejores para hacer.

Las madrugadas resultaron el escenario ideal para repasar partidos: el Italia-España de la final de la Euro de 2012, el Inter-Barça de la Champions de 2010, el último clásico Boca-River de la Copa Libertadores y algún que otro encuentro del Atalanta de Gian Piero Gasperini  en la actual temporada. Días y noches que se fueron al compás de apuntes, invenciones e ideas para futuros trabajos.

Sin embargo, de todo el contenido devorado, a veces en más de una ocasión, hubo uno en particular lo suficientemente contracorriente para causarle vergüenza ajena a quien hubiera nacido después de pasadas las últimas décadas del siglo XX. “¿Y el fútbol dónde está?” un libro escrito por Ángel Cappa y con prólogo del también argentino y lumbrera de los banquillos César Luis Menotti. Durante casi 200 páginas el extécnico de instituciones de la talla del Real Madrid, F.C Barcelona, Las Palmas, Gimnasia la Plata, Peñarol y otros tantos arremete contra el llamado balompié moderno y sus mutilaciones.

Declarado nostálgico empedernido, lamenta la extinción del típico extremo pegado a la línea de cal o el “cinco” pura sangre, aborrece lo austero y predecible, condena la mercantilización y elitismo de un deporte obrero y de barrio por antonomasia, pero, sobre todo, fustiga a quienes sacrifican belleza y espectáculo por el resultado. 

Coincidencia o no, mientras sopesaba los argumentos de Cappa y casi sentía pena por mí mismo, en Inglaterra otro “gaucho”, Marcelo Bielsa, enfilaba al Leeds United a la primera división del campeonato doméstico. Desde entonces, cada cuartilla me pareció una declaración de guerra a Bielsa y a su filosofía; y aunque en realidad ni siquiera sé si tales personajes han cruzado palabras o se profesan un odio visceral, queda claro que el fútbol también consiste en enfrentar ideas y convicciones.

Apenas una mirada al historial de ambos basta para identificar marcadas diferencias entre el entrenador devenido escritor y su homólogo apodado con el sugerente sobrenombre de “Loco”. El uno considerado un genio, el otro tachado de “vendehúmos”. El primero un romántico de la exquisitez, el posicionamiento motivado por el engaño y la construcción a base de complicidad e intuición. El segundo un obseso del gol, protector de cuanta variante culmine con el balón estampado en la red sin importar belleza o estética y acérrimo creyente en la actitud y los testículos por encima del talento .

Bielsa, el “Loco”, reconoce que su carrera de estratega cuenta con más fracasos que títulos. Quizás por ello el noviazgo con el Leeds se antojó una unión bien recibida, en la que se intuía enormes deseos de reivindicación. Los Peacoks ansiosos por recuperar el respeto ganado después de tres títulos ligueros en la máxima categoría, dos Copas de Feria (predecesora de la Copa UEFA y ahora Europa League) y aquella Copa de Europa frustrada por el Bayern Munich en 1975. El nacido en Rosario, por su parte, con el anhelo de rescatar su credibilidad luego de merecer mejor suerte en el Athletic de Bilbao y el Olympique de Marsella.

El trabajo enseguida se percibió. Su fichaje marcó un cambio de estructura y funcionamiento para directivos y jugadores. Se apropió del club y este se convirtió en la imagen precisa de sus formas de interpretar y desarrollar el estilo agresivo y asfixiante que lo ha acompañado desde siempre.  

Durante 46 largas jornadas repitió una y otra vez la misma fórmula. En defensa el secreto estuvo en replegarse y correr más que el oponente para arrebatar el cuero. En ataque desplegó un arsenal de oportunidades con la intención de conquistar los resquicios más insospechados de la cancha. Estableció la presión y el marcaje personal como elemento imprescindible de la fase ofensiva. Quiso el esférico, no por la petulancia de controlar y someter con transiciones indiferentes, sino para hostigar con asaltos directos y movimientos definidos.   

Hizo del Leeds un conjunto camaleónico, capaz de adecuarse al rival, al clima y al estado del césped. Cada performance llevó sello de mariscal y su ejecución se asemejó al engranaje de un reloj. Nadie sobresale, nadie queda en evidencia. El público y la función daba igual. Lo verdaderamente importante radicó en el botín de los tres puntos sin importar las maneras .  

Para muchos, dichas posturas personifican la decadencia de un juego que se vende a sí mismo por sus infinitas posibilidades de transgredir las lógicas de la creación. Puede incluso que represente el enésimo síntoma de una sociedad desnaturalizada, más preocupada en hartarse de logros que en disfrutar cada proceso de crecimiento y desarrollo. Aunque, si lo pensamos bien, también cabría verlo como el reconocimiento de las propias carencias y el respeto al esfuerzo y la dedicación.

En tan solo semanas tendremos la dicha de disfrutar a Marcelo Bielsa y sus muchos desafueros en el certamen liguero más competitivo de Europa. Verlo enfrentado a Guardiola, Lampard, Klopp, Mourinho y demás estrategas promete un disfrute que escapa a los 90 minutos. Cuando se trata de fútbol, quedar indiferente a la entrega y la ambición por vencer resulta cosa de tontos. Que digan cuanto les plazca, bendito seas “Loco”.


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Haroldo Miguel Luis Castro

Periodista y podcaster


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