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sábado, 23 de noviembre de 2024

Los monstruos sí existen

El noruego Erling Haaland se ha convertido en el delantero de moda por sus enormes cualidades de cara al arco…

Haroldo Miguel Luis Castro
en Exclusivo 26/05/2020
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ERLING HAALAND
Erling Haaland es una de las piezas más cotizadas del momento. (BUNDESLIGA)

Atreverse a desenmascarar los duendes que hacen de Erling Haaland un tipo ridículamente especial cuando se junta con un balón implica, de manera irremediable, aceptar el ocaso de una generación maravillosa. Casi sin darnos cuenta, un nuevo fútbol se nos ha venido encima para confirmar las sospechas sobre la existencia de vida más allá de la ampulosidad implícita en la circulación desmedida del esférico.

En el mundo de las prisas, los Mbappé, Joao Félix, Valverde, Sancho y otros tantos imberbes desfachatados han recurrido a las esencias para demostrar lo bello de la soberbia y la austeridad. Sin embargo, Haaland, por más que se empeñe en embriagar paladares a golpe de goles y desparpajos, todavía se le hace difícil arrancar del todo los fetiches de antaño.

Quizás porque sus coordenadas dentro de una cancha resultan tan arcaicas como el juego mismo o porque, para ser justos, de lo acontecido también hay mucho por aprender, el balompié de este rubio gigantón con cara de malo encarna la genialidad del pasado, presente y futuro.

El ahora delantero del Borussia Dortmund suma esta temporada 26 goles en campeonatos nacionales. Foto: Web oficial del Borussia Dortmund

Para intentar hallarle explicación terrenal, los más románticos ensalzan apologías que llegan a la escala de Batistuta y Adriano. Algunos, los conspiranoicos, hablan de alteraciones y cruces genéticos con el mítico Hugo Sánchez. En realidad, en algo llevan razón: varios se han ido al otro lado sin disfrutar de un delantero con tanta exquisitez.

A simple vista pareciera el típico “nueve” torpe, incapaz de dar dos pases seguidos y perezoso a la hora de ponerse el overol de trabajo. Nada más lejos de la realidad. Ha resultado un ariete pura sangre, de esos que huelen el miedo en los defensas y muerden el área con una bestialidad de espanto. Su instinto animal para la colocación sorprende poco menos que la potencia de sus disparos a portería.

El enchape a la antigua apenas se antoja el aderezo de un performance basado en la capacidad de interpretar y leer los distintos ritmos que se imponen durante 90 minutos. Aun estando lejos de aquellas puntas de frac y corbata ha mostrado cierto refinamiento para las salidas entre líneas y el dominio de espaldas al arco.

Sin techo visible para sus limitaciones, corre el riesgo de terminar allí donde el entusiasmo, la impaciencia y la sobredimensión, sin querer, aniquilaron auténticas promesas. Por eso se hace imprescindible moldear con sumo cuidado este guiño a lo extraordinario. Mientras, no estaría mal echar un vistazo de vez en cuando debajo de la cama antes de dormir. Después de haberlo visto sobre la grama, cualquier cosa puede pasar.


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Haroldo Miguel Luis Castro

Periodista y podcaster


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