A la Liga de dos le ha salido una tercera cabeza, un engendro del fútbol, porque gana sin contar con un plantel plagado de estrellas. Este nuevo equipo padece una enfermedad mortal (para sus rivales) llamada Cholitis. Desde la temporada pasada, ya se apreciaban síntomas en el equipo portador del mal: Falcao marcando goles a diestra y siniestra, Courtouis deteniendo lo imposible, y lo peor, ganaron la Copa del Rey al eterno rival. Los médicos, o sea, los propios dueños del club, no tardaron en buscar soluciones para revertir el proceso.
Primero, vendieron al colombiano. Luego, le tiraron una trompetilla al Cholo, causante principal de la enfermedad, cuando pidió refuerzos para la siguiente temporada. No era una locura ni nada por el estilo, un equipo que al año siguiente disputará la máxima competición europea no puede andarse con plantillas cortas. Ficharon a Demichelis para luego venderlo en cinco millones. Negocio redondo, en total ingresaron en sus arcas 78 millones de euros y las nuevas incorporaciones fueron casi todas gangas: David Villa en cinco kilos, Alderweireld en siete, Leo Baptistao en siete también y el más relevante en doce: Guilavogui, quien hasta el sol de hoy solo ha jugado un partido. Así aplicaron su medicina para evitar otra temporada como esa, maquillaron con unos billetes sus instintos suicidas, pero hasta ahora, solo lo han empeorado.
La grada Atlética, acostumbrada a la derrota, vuelve a sentir esa pasión de antaño, todo gracias a Simeone, y por qué no, a Burgos, dos jugadores que sintieron la camiseta rojiblanca; el “Mono” volvió a primera con el equipo y colgó los guantes como colchonero, y el “Cholo” ganó el doblete de Liga y Copa del 1996 y regresó en su etapa final como jugador, para despedirse de la grada. Coincidieron en el 2003 y en el 2004 como jugadores y ahora lo hacen en el banquillo, son Capitán y Contramaestre del balandro que hasta hace poco llevaba por bandera la humillación. Sí, perdieron a su principal artillero, pero ahora tienen un nuevo abanderado que destroza con pegada mágica las redes rivales. Ese es el Atlético actual.
Ya le endosó una derrota en la línea de flotación al eterno rival y navega con pleno de puntos en aguas europeas. Cayeron ante los periquitos, y cuando toda la prensa sonaba los cuernos del apocalipsis, bombardearon sin piedad al equipo de Pepe Mel: 5-0 a una de sus bestias negras en los últimos tiempos.
Y parecerá tediosa la comparación con un navío, pero es que esta banda de Simeone solo puede compararse con un grupo de piratas ebrios de sueños e ilusiones que buscan de un mazazo colocar en el lugar que le corresponde el escudo del club y borrar de la memoria de todos los ingratos el sobrenombre de pupas. Y los comparo con piratas, porque el “Cholo” ha conformado equipo ganador de un grupo de jugadores por los que pocos apostaban. Quizás había en el plantel alguna estrella colocada por los dueños del club entre jugadores menos talentosos, con el objetivo de que brillase lo suficiente para llamar la atención del mercado futbolero y venderlos a un precio mayor del invertido.
Con mentalidad ganadora y fe sin límites en la victoria, el Atlético de Madrid está casi clasificado para los octavos de final de Champions y duerme tranquilo en la segunda posición de la Liga, a cinco unidades de los merengues.
Uno de los principales artífices de este espectacular arranque de temporada es Diego Costa. Sí, están los Arda Turán, los Koke y Marios, los Villas, Courtouis, Godínez y Gabis, pero el que lidera cada embestida, o para mantener el tono, abordaje, cuando saltan al campo, es el brasileño, hoy manzana de la discordia entre las federaciones españoles y verdeamarella.
Diego es un tigre enfurecido, un todo terreno que apuesta por su físico ante todo, pero sin descuidar su técnica. Renacido de una lesión grave de la rodilla, muy pocos apostaban por él, pero se lució en Vallecas y con sus diez goles en dieciséis encuentros contribuyó a mantener la categoría.
Al año siguiente (2012-2013), se mantuvo a la sombra de Falcao, pero fue el Pichichi de la Copa del Rey con ocho anotaciones en siete encuentros, además de marcar en la final. Pero no fue un camino de rosas: necesitó ganarse la confianza de Simeone, pues ese año los delanteros titulares eran el colombiano y Adrián. Garra, fuerza, un carácter explosivo dentro y fuera del campo y muchos goles le valieron el voto de técnico.
Hoy es el máximo goleador de las principales ligas europeas (Inglaterra, Alemania, Italia y España), once envíos al fondo de las redes le colocan a tres por encima de los estratosféricos Cristiano y Messi. Solo en diez partidos. Para colmo, se estrena en la Champions con doblete.
Diego Costa salta al campo en cada partido con el sable en los dientes y par de mosquetes en las manos, listo a destrozar cualquier defensa, atravesado en su hambre de gol. Por eso, tanto España como Brasil lo quieren defendiendo sus casacas en el próximo mundial, sobre todo Brasil. ¿Se imaginan a Costa emulando a Ghiggia y a España convirtiéndose en la mejor selección de todos los tiempos gracias a las botas de un traidor? El 13 de julio sería declarado día de luto nacional.
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