La Juventus de Turín ha vuelto a reinar. Por novena ocasión consecutiva alzó un título de liga y continuó nutriendo una de las dinastías más extraordinarias que ha conocido el balompié europeo en toda su historia. Una proeza transgresora de las lógicas actuales de la competición y el mercado, tan dados últimamente a las incongruencias propias de lo efímero.
De nuevo la “Vechia Signora” de Italia aventaja a sus contrincantes incluso desde las oficinas, donde, con la supervisión del presidente Andrea Agnelli, Fabio Paritici y Pavel Nedved han sabido moldear un plan deportivo coherente y muy superior al esto. Sin embargo, aun cuando la Juve ostentó siempre el sello de favorito, el recién finalizado campeonato doméstico pudiera incluirse entre los más pugnados de la última década “gracias”, en buena medida, a los muchos deslices de un líder que titubeó y perdonó demasiado.
En un contexto marcado por la intromisión de una pandemia que removió los cimientos del fútbol contemporáneo, la Serie A quebró mitos y reclamó su derecho a continuar en la zona noble de la élite mundial. La competitividad y la diversidad de propuestas e interpretación del juego distinguieron los andares de equipos de la talla de Roma, Lazio, Milan, Napoli , Atalanta e Inter de Milan en la lucha por los puestos de Europa y Champions League.
Aunque la supremacía negriblanca corrió peligro sobre todo por el constante forcejeo de los nerazzurri primero y más tarde por los discípulos de Gian Piero Gasperini, uno a uno fueron cediendo. Hecho en el que— sin caer en el fetiche del entrenador todopoderoso—tuvo un papel innegable Maurizio Sarri.
Con una filosofía alejada de lo espectacular, Sarri conformó con Rodrigo Betancur, Juan Cuadrado, Matthijs De Light, Cristiano Ronaldo y Paulo Dybala una línea vertebral en la que descansó su esquema táctico (4-3-3 con variación al 4-3-1-2) y, por supuesto, la forma de mover las piezas en la cancha.
Betancur asumió el puesto de jefe en la sala de máquinas convirtiéndose en punto neurálgico de la recuperación y la salida con vocación ofensiva y Cuadrado fungió de comodín en labores de acompañamiento. Dybala se consolidó como piedra angular de la zona creativa con plena libertad de movimiento a partir de los tres cuartos de cancha rival en calidad de mediocrentro ofensivo o falso nueve, lo que le sirvió para asociarse con un Ronaldo en modo “Bicho” cada vez más centrodelantero y letal en el calcio.
Pocos en el Viejo Continente dominaron con la exquisitez de la Juventus los aspectos espacio-temporales imprescindibles para infringir daño y ganarle las espaldas a la zaga del enemigo sin necesidad de recurrir al mal llamado estilo directo fundado en la rifa del balón aéreo. No obstante, prensa especializada y aficionados—en un acto de soberana rareza— han coincidido en calificar al flamante campeón liguero con valoraciones inferiores a las de otras campañas.
Al míster y su escuadra se le señaló por su falta de contundencia y apatía a la hora de enfrentar contrarios en teoría inferiores. Se le criticó su apuesta desmedida a las individualidades y, por ende, a las exiguas posibilidades para la construcción a base de complicidad.
Encima, los despistes en el marcaje y en el posicionamiento sin esférico, unido a las desatenciones en la última línea de defensa, condiciona de mala manera al conjunto bianconero, a punto de enfrentar al Olympique de Lyon en el partido de vuelta de los octavos de final de la Champions con la obligación de revertir el marcador adverso de la ida.
A nadie se le escapa que la actual plantilla se creó con el deseo manifiesto de conseguir la máxima competición de clubes en el Viejo Continente. Las fichas de CR7, la “Joya” Dybala, Douglas Costa y otros tantos así lo abalan. Pero hasta el menos entendido en la materia sabe cuán difícil se antoja cumplir. A Sarri se le exige sacar todo el jugo posible a una selección con el don de la polivalencia y arreglar en 90 minutos lo que falló a lo largo de la temporada.
El DT paga la soberbia de una institución hartada de gobernar en casa. Su credibilidad ahora pasa por la exigencia— quizás ingrata— de conseguir el milagro y terminar con el martirio de un proyecto al que comienza a preocuparle el vertiginoso avance de los años. Mientras se amontonen lo scudettos, quien se siente en el banquillo del Allianz Stadium llevará a cuesta la cruz de vivir para ser juzgado por la fortuna que le acompañe en terrenos ignotos. A fin de cuentas, el fútbol también va de someter y conquistar.
LAP
4/8/20 14:07
Forza Azurri!
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.